Nota luctuosa al buen amigo Carlos Eduardo Febres Fajardo y compañero de ilusiones que nos dejó por un momento


Mérida, 18 de marzo de 2019

I

El sábado por la mañana mientras terminaba una ponencia que preparaba para la reunión semanal de Miradas Múltiples del lunes 18 de marzo, referida a la Crisis de la educación en Venezuela, el sonido del guasap del grupo mostraba una sorpresiva nota que Giovanna nos hacía llegar: “Lamento informales que Carlos Eduardo falleció. Un abrazo a todos”. Y terminaba con un exordio: “Debemos continuar con ese grupo de opinión”, se refería a Miradas Múltiples, el espacio que Carlos había re-inventado para continuar sus discusiones dejadas en la UCV a propósito de su jubilación y, por consiguiente, el autoexilio familiar en la ciudad que le vio nacer. Regresaba después de 50 años de su partida a la capital de la república.

La noticia nos dejó estupefactos, era imposible que un hombre lleno de vida, ánimo y proyectos –que es futuro seguro- no estuviera a partir de ahora acompañando la cotidianidad de los 12 o 30 miembros de este grupo de reflexión y opinión universitaria que se reúne religiosamente todos los lunes a tenor de una agenda previamente elaborada que igual que nos hacía llegar por todos los medios a su alcance.

II

En ese cónclave de los lunes hacíamos vida académica aprendiendo de Carlos Eduardo el valor de la auténtica libertad que se expresaba al requerir respeto a la voz disidente o al enfoque conceptual dispar con el suyo o de otro frente a una situación polémica. Era, por consiguiente, un enemigo del pensamiento único, de la intolerancia y del irrespeto al mensajero que en honor a la libertad de conciencia y expresión hacia valer su punto de vista. En la dirección y coordinación del grupo se manifestaba con gran cordialidad y severidad diplomática. Era un maestro en el arte de la mediación, en la resolución de conflictos y se expresaba como un gran comunicador.

III

Quienes le tratamos dentro y fuera de MM le percibíamos como una persona de una gran sensibilidad social, profundamente solidario y de una apasionada inclinación humanista en consonancia con su formación intelectual y experiencia de hombre de mundo. Amante de la buena música, en especial música sacra, clásica y popular por lo que era frecuente que la compartiera con el grupo por vía electrónica.

Compartíamos su cotidianidad expresada en su afición por la fotografía, la preocupación por la hostilidad del hombre sin razón por destruir la naturaleza, un texto recién editado o una rara edición de un viejo libro que se encontraba a buen precio en algún rincón escondido de nuestras quebradas librerías de Mérida.

Era un lector apasionado, culto y de gran erudición. Había desarrollado una capacidad intelectual que favorecía la comprensión y el entendimiento de las cuestiones sociopolíticas nacionales y del mundo entero, lo cual le hizo más fácil su trayectoria de buen ciudadano, profesor universitario e investigador.

Esa era una muy buena razón para continuar su labor de profesor y emprendedor de grandes proyectos sociales donde el ser humano siempre debía ser rescatado del proceso de exclusión originado por la distribución inequitativa de la riqueza del subsuelo, de las desigualdades sociales y de los yerros de la mala política de los gobiernos de turno y de una particular economía beneficiaria de unos pocos en detrimento de las grandes mayorías ausentes de representación y carentes de vocería autentica.

Carlos Eduardo se fue a morar a un espacio del cosmos infinito convencido que nada de eso había cambiado, más bien que el futuro de los pobres, que ahora éramos casi todos, se había desgraciado y mucho más de lo que suponemos.

IV

A Carlos Eduardo siempre lo vimos como un caballero de buenos modales, además de sentirlo un hombre justo, de buen pensar, de ideas claras y propositivas, profundamente crítico porque era autocritico, por eso era ponderado en sus juicios sin que ello excluyera sus fuertes reprimendas al poder constituido y a quienes lo adversaban. Se le consideraba un profesor afable y polémico, riguroso y amplio, acomedido y emprendedor. Muy equilibrado al momento de emitir juicios y conclusiones a priori.

Desde la auctoritas del conocimiento sedimentado que compartía con nosotros, del saber pensar y de la obra universitaria dejada en la UCV que igual continuaba, le admirábamos con orgullo, en especial por ser uno de los más apreciados ductores y organizadores.

V

Recorto estas notas apologéticas sobre el buen amigo que sigue latiendo en nuestros corazones y que estamos seguros que su energía infinita le retratará en una orquídea de un árbol cualquiera de la ciudad o abrazado a un largo mechón de una barba de palo de un pino o un ciprés de los bosques húmedos que existieron en la Otra Banda donde se crió.

Seguro le veremos al llegar el próximo lunes al edificio de los Caciques donde residen los moradores de Miradas Múltiples, en el revoloteo de un humilde copetón llevando una ramita para hacer un nido y allí resucitar al calor de las voces múltiples que lo recuerdan con especial deferencia y admiración.

Abrazamos solidariamente a su esposa Giovanna y sus hermanos Judith y Gonzalo, sus hijas Miriam y Ana, su hijo Gonzalo, y los nietos Daniel y Paula. A sus compañeros del Grupo de Investigación de la UCV que hoy le acompañan. A todos sus amigos, nuestra expresión de pésame y solidaridad.

Sus compañeros de Miradas Múltiples en Mérida, a los diez y ocho días de marzo de dos mil diez y nueve.

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