Quienes gobiernan nuestro país se
apropiaron tanto de la mentira como de la mudez cuando no de la palabra vacía
casi siempre pervertida con el calificativo procaz en reiterado ejercicio que
embrutece, ignorando con aviesa intención el sufrimiento de nuestra gente, no
sólo aquellos otrora considerados "el activo más preciado de la
revolución" sino también olvido y desprecio por los venezolanos que sin
distinción ahora en pobres a todos nos han convertido.
Se olvidaron de la miseria que arropa
a nuestros niños y la tristeza de las madres que los adormecen en obligado
ayuno compartiendo el vacío diario de su menguada mesa; olvidaron a nuestros
jóvenes que día tras día caminan abrazados a la incertidumbre, a nuestros
ancianos abandonados y empujados al abismo de la soledad que con certeza los
espera.
Con cinismo sin ocultar vergüenza
niegan la crisis humanitaria que continúa segando vidas por las graves
carencias en el sector salud y por la escasez de alimentos para el sustento
diario; tanto a maestros como a médicos se los irrespeta con salarios
insuficientes para subsistir imponiéndoles recetas foráneas tanto para su
formación como para el cumplimiento de sus funciones.
Nuestras universidades físicamente
agredidas, sus docentes con salarios miserables, además niegan los recursos
necesarios para mantener viva la ciencia en nuestro país y para formar
profesionales idóneos en áreas de su competencia; se resisten a aceptar que la
oscuridad de la ignorancia en silencio nos aguarda a todos; se burlan de la
tristeza y angustias de quienes en noches de larga soledad sufren la espera de
los ausentes como si vivieran su propio exilio. Ese es nuestro país, nuestro
aquí y nuestro ahora, la Venezuela de nuestros días, la que mujeres y hombres
construyeron con denodado esfuerzo sobre sólidas bases fortaleciendo sus
instituciones en búsqueda de un mejor destino sin otra pretensión que darle
firme y duradero soporte a una sociedad digna en el concierto de las naciones
libres. La realidad hoy es la de un país distante, convertido en ruinas y
desolación con nuestras vidas truncadas penosamente transcurriendo entre la
pobreza y la miseria pues en corto tiempo los profetas de la mentira echaron
por tierra todo lo construido, pervirtiendo no sólo la palabra sino también
nuestras más emblemáticas instituciones dejándonos en absoluto desamparo e
incierto nuestro futuro.
Tan dolorosas realidades generan casi
siempre entre nosotros como también de otros las obligadas interrogantes ¿como
fue posible que semillas de odio y desprecio por la condición humana se
hubieran incubado entre nosotros para que tanta crueldad ahora florezca
oscureciendo sueños y entristeciendo nuestra existencia? ¿Por qué ocurrió tan
terrible catástrofe teniendo el aparente soporte de mentes con ideas claras sobre
cómo construir un país de sólidos cimientos sustentados en la fortaleza de
principios morales y valores éticos?
Diversos puntos de vista han sido
considerados por parte de quienes mejor conocen la historia de nuestro país en
el último siglo de vida republicana. Considero el más acertado aquél que para
entender cuanto nos ocurre le asigna el mayor valor a nuestras carencias
culturales y a la educación en particular que con el correr de los años ha
sufrido los más grandes estragos; es así como en ausencia de tan valioso
soporte fallamos en la formación de ciudadanos de convicciones firmes y
auténtica sensibilidad social, lo cual explica la fragilidad de principios que
sufren grandes sectores de nuestra población que adueñándose de sistemas de
creencias con oscuros propósitos los convierten en presa fácil de mensajeros
falsificadores de soluciones para nuestros problemas sociales, vale decir, en
seguidores incondicionales del populismo. Tal vez la mía sea visión de poco
alcance como para considerar que estoy cerca de la respuesta adecuada para
explicar tan complejo problema social que como fuerza letal amenaza con
destruir la sociedad venezolana.
Obligadas, además de pertinentes
también, son otras interrogantes tales como: ¿qué ha ocurrido con los otros, los
que nos mantienen en espera interminable, los del mutismo que tanto lastima, o
peor aún, cuando rompen silencio con las inconsistencias que acompañan sus
necias respuestas a nuestros justos reclamos sufriendo como estamos
impensada tragedia?...¿por qué tal comportamiento? ¿es acaso auto-flagelación
que necesitan compartir o tal vez penitencia por algún escondido pecado o
involuntario olvido?...¡vaya uno a saber!...en todo caso es falta inexplicable
a la vez que intolerable afrenta de algunos a quienes considerábamos
nuestros más adelantados en el saber y quehacer de la política, porque la
necesaria lección y orientación que de ellos esperábamos nunca nos llegó, todo
lo contrario, sus mensajes y modo de actuar en relación con los grandes
problemas del país, a diario revelan su sordera a la par que indiferencia
cuando no ignorancia, mostrando además, pobreza extrema en los valores y
principios que sustentan su pensamiento ideológico, soporte esencial de un modo
de entender y practicar la política como ciencia, que tal parece, no es otro
para ellos que un pragmatismo burlón y escurridizo; quizás sea el mío juicio
equivocado, pero es así como interpreto su silencio, es así como valoro su
ocasional y repetitivo discurso, vacío en su contenido, lo cual está en
consonancia con la que me parece adecuada respuesta para las interrogantes
planteadas tanto en este párrafo como en el anterior, coincidiendo con el
pensamiento de quienes consideran que una de las grandes fallas que restan la
fortaleza requerida en la sociedad venezolana es su ¡Educación!...¡Educación!...
Mérida, 14 de julio de 2018.
Notas
(*) Ex-Vicerrector Académico de La
Universidad de los Andes (1980-1984).
(**) Tal como lo explico siempre, desde hace
algún tiempo, las fotos utilizadas en los textos con temas políticos y actuales
de Venezuela siempre son de plantas y animales que nos den una visión
agradable del entorno venezolano (HRC).
e-mail: jesusosuna.oc@gmail.com
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