· Conseguir el primer empleo para estudiantes y recién graduados es una tarea complicada debido al alto perfil y experiencia previa requeridos por los reclutadores. Otros, a pesar de conseguir trabajar en aquello para lo que se formaron, enfrentan condiciones laborales adversas y sueldos que frustran cualquier expectativa de prosperidad a futuro
Para muchos estudiantes, trabajar en la profesión para la que se formó, más que un sueño, es el objetivo fundamental para el que invierten años de estudio y esfuerzos. Más en un contexto como el venezolano, donde temas como el transporte, el sueldo docente y los servicios públicos pueden complicar más este propósito.
Sin
embargo, insertarse correctamente en el mercado laboral se ha convertido, desde
hace años, en una odisea para una generación que pese a su alta preparación
académica, no cuenta con las mismas oportunidades que sus antecesores. Aunque
muchos jóvenes buscan ejercer sus carreras antes de graduarse para ganar
experiencia, a veces las condiciones laborales y la oferta salarial los
sumergen en una paradoja de la cual algunos incluso se replantean su futuro
profesional.
Bajo
ese panorama, el equipo de El Diario consultó a un grupo de
jóvenes recién graduadas, o en sus últimos años de la universidad, para conocer
cómo ha sido su acercamiento al mundo laboral y los desafíos de obtener
experiencia en un entorno altamente competitivo y exigente, pero que no ofrece
ingresos suficientes para cubrir el costo de la vida actual.
El reto de ejercer de los jóvenes
Universidad de los Andes. Foto: Cortesía
Liliana
Rivas espera recibir a principios de 2024 su título en Comunicación Social de
la Universidad de Los Andes (ULA). Pertenece a la segunda cohorte de su carrera
en el núcleo de Mérida, aunque en entrevista para El Diario,
reconoce que originalmente soñaba con estudiar Física o Ingeniería Mecánica.
Las protestas del año 2017 hicieron que aquellas carreras no abrieran
inscripciones, pero sí Comunicación Social, la cual aceptó sin aún estar del
todo convencida.
Con el tiempo no solo se enamoró del periodismo, sino
que, junto a otros compañeros, logró crear la mención de Desarrollo Científico,
formando parte de su primera promoción. “Eso fue algo que a mí me emocionó,
pues a partir de ahí mis expectativas con la carrera crecieron un montón”,
evoca.
Como
muchos jóvenes, Rivas no esperó a la graduación para buscar trabajo. Sabía que
era importante contar desde temprano con experiencia, pues es lo más cotizado
entre los empleadores, y más en esa profesión que decidió abrazar. También
comenta que lo asumió como un objetivo personal. “Empezó como una necesidad de
escribir y que la gente me leyera, porque eso me gustaba y me gustaba leer.
Además quería tener algunos ingresos para gastos propios de la universidad”,
dice.
Por
eso comenzó a escribir reseñas sobre galerías y eventos culturales. Afirma que
no siempre le pagaban por sus textos, pero le sirvió para ir haciendo un nombre
en la ciudad de Mérida. Entre 2019 y 2020, partiendo de su propia situación
familiar, escribió sobre la dura realidad de su estado, golpeado por la crisis
económica, los cortes eléctricos y la escasez de gasolina. Allí tuvo su primera
gran tribuna en portales como Cinco8 y Caracas
Chronicles, que publicaron sus reportajes. Desde entonces, ha colaborado en
diferentes proyectos para medios de comunicación venezolanos e internacionales.
***
Rivas
actualmente trabaja como periodista independiente, especializada en la fuente
ambiental. Además, pertenece a la Red Latam de Jóvenes Periodistas de
Diferentes Latitudes y la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia. A pesar de
contar ya con casi cuatro años de trayectoria periodística, cuenta que aún es
subestimada por su edad, lo cual le ha complicado crecer en algunos ambientes
de trabajo.
“Tengo
23 años de edad. Justo ahora estoy tratando de coordinar un proyecto ambiental
nacional, escribo desde hace ya rato, he sido becada y tengo bastante
experiencia. Sin embargo, a veces hay espacios en los que es como ‘es muy joven
y no está para ese cargo’. Esto es algo que se intenta desmitificar ya en otros
espacios de Europa, pero por lo menos en América Latina sigue estando súper
presente. Son algunas barreras o paredes con las que a veces choco”, afirma.
Menos oportunidades de trabajo
Rivas
forma parte de una nueva generación de periodistas independientes que, desde
las regiones, apunta a los portales informativos de alcance nacional. Una
estrategia que para muchos profesionales emergentes se ha vuelto necesaria ante
la reducción que en los últimos años ha sufrido el campo laboral no solo en
Mérida, sino en otros estados del país.
“El
ecosistema de medios de comunicación es súper pequeño y casi ni paga, por lo
que tengo entendido. No es algo en lo que tú puedas escalar muchísimo, es algo
muy local, pero igual creo que son espacios para adquirir experiencia”, apunta.
Reconoce
que, debido a las oportunidades que aprovechó en el camino, ha logrado cumplir
su objetivo de proyectar su carrera más allá de las fronteras locales. Algo que
no todos sus compañeros de promoción pudieron alcanzar. Al ser una carrera que
apenas abrió su segunda cohorte, en medio de todas las dificultades que
atraviesa la ULA, señala que no siempre recibió en clases las herramientas
adecuadas ni consejos para incorporarse al mundo laboral. Básicamente, el éxito
de buscar empleo recae en la suerte o determinación de cada estudiante.
Comedor de la UCV. Foto: Jose Daniel
Ramos @danielj2511
“Hay
que esforzarse un montón, pero todo tiene su recompensa. A veces tenemos la
mentalidad de que bueno, como estamos en un estado muy al occidente de Caracas,
un pueblo como dicen, no es posible llegar a estos espacios grandes con la
misma facilidad. Yo viví seis meses en Caracas haciendo unas pasantías y me di
cuenta de que allá los estudiantes tenían muchísimas posibilidades que aquí
nosotros ni siquiera soñamos con tener. Entonces sí es un esfuerzo mayor el que
hay que hacer, pero creo que a veces la única forma de lograr ejercer desde
aquí depende mucho de los estudiantes”, relata.
Otra
dificultad que enfrenta Rivas es al momento de colaborar con portales
extranjeros, por su situación como venezolana. Principalmente por la
complejidad de los métodos de pago, y la exigencia de dominar varios idiomas.
En Venezuela, pese a trabajar en espacios importantes, también ha tenido
dificultades para establecerse en un empleo fijo. “Los medios de comunicación
en Venezuela en general están pasando un poquito por una crisis, y no están
buscando contratar más allá de pasantes”, acota.
Paradojas laborales
En
el estudio Perspectivas a la juventud venezolana: una mirada a sus
oportunidades, publicado en 2016 por la socióloga Genny Zúñiga Álvarez para la
fundación Friedrich-Ebert-Stiftung, se mencionan dos paradojas que definen la
situación laboral de muchos jóvenes venezolanos: aquellos con mayor nivel
educativo son quienes sufren mayores dificultades para insertarse al campo
laboral; y un amplio sector con escasa instrucción sí consigue empleo, pero de
baja calidad.
“Las
deficiencias del sistema educativo y productivo hacen precisamente de los
jóvenes una de las poblaciones más vulnerables”, señala. Un problema que no se
limita solo al país, sino a toda una generación cuya forma de percibir el
trabajo cambió por completo con fenómenos como la pandemia de covid-19 y el
home office, la austeridad por la crisis económica mundial y el avance
tecnológico.
Campo reducido
María
Isabel Velásquez tiene 26 años de edad, pero trabaja desde que tenía 19. En
entrevista para El Diario, asevera que esto la ha vuelto muy
selectiva al momento de aceptar una oferta laboral. “La cultura organizacional
tanto en empresas privadas como públicas es un desastre, y siempre terminas
haciendo más de lo que te pagan, por un sueldo que es mucho menos de lo que
necesitas”, sentencia.
Actualmente
estudia dos carreras en la Universidad Central de Venezuela (UCV): Comunicación
Social, en la que cursa sexto semestre; y Letras, donde espera para diciembre
de 2023 su acto de grado. Se siente afortunada de poder ejercer su
primera carrera como correctora en una agencia. Explica que sus
oportunidades laborales son muy reducidas en este sector, sobre todo tras la
salida del país de las grandes editoriales hace unos años dejó la industria
sumamente deprimida. En las pocas editoriales independientes que aún persisten
las ofertas son mínimas, por lo que no es común ver procesos de selección
abiertos.
“No
me pagan mal, pero siento que la realidad venezolana se come cualquier sueldo.
De hecho, he pensado conseguir ingresos extra con un segundo trabajo, pero me
enfrento justamente a que la mayoría de sitios piden un licenciado en Letras o
Comunicación social, que redacte, diseñe, maneje redes sociales, maneje paid
media, lleve relaciones públicas y tome fotos. Y por menos de 500 dólares”,
resalta.
Antes de conseguir su empleo actual, Velásquez estuvo
en otras agencias donde los sueldos eran muy bajos y con frecuencia se
retrasaban en los pagos. Por eso pasó más de seis meses aplicando en
todas las plataformas de empleo posibles, hasta que finalmente la llamaron
desde su agencia editorial, que está ubicada en Estados Unidos, y en la que ya
tiene un año trabajando. Comenta que, a pesar de que muchas empresas
extranjeras suelen descartar a los trabajadores venezolanos, goza de mejores
condiciones laborales de las que podría ofrecerle una empresa de su propio
país.
“Si
estuviera desempleada ahora, preferiría mil veces freelancear que
estar fija en una empresa en Venezuela por $150 o $200, porque es tiempo y
esfuerzo invertido y te terminas quemado antes de tus 30 años de edad por las
malas condiciones. Realmente no siento que haya un incentivo al desarrollo
profesional ni a la meritocracia”, agrega.
Por su cuenta
Foto: Cortesía Universidad Monteávila
Para
Vicky Martínez, el trabajar como freelance, es decir, de manera
independiente, es justamente la única forma rentable de generar ingresos.
Trabaja desde casa en diferentes tareas, de acuerdo con las necesidades de sus
clientes como diseñadora gráfica, community manager y copywriter,
aunque también como productora en un podcast. Estima que para cubrir sus
necesidades básicas, necesita un mínimo de cuatro clientes al mes.
“Es
mejor trabajar freelance y vas agarrando varios clientes de
afuera (extranjero). Así haces tu sueldo desde tu casa y es lo que ahorita
estoy haciendo. Sin duda a mí me gustaría trabajar presencial, en alguna
agencia de marketing o en producción audiovisual”, declara en entrevista a El
Diario.
Originalmente
Martínez estudió Odontología en la UCV, pero entre las protestas del año 2017,
y los frecuentes paros universitarios, pronto se desilusionó de la carrera.
Optó por Comunicación Social en la Universidad
Monteávila. Por sus calificaciones no solo consiguió en su
momento una beca que cubría el 70 % de la matrícula, sino que también se graduó
con mención honorífica a principios de noviembre de 2023.
***
En
ese tiempo, Martínez equilibró las clases con una pasantía en una emisora de
radio cerca de su casa. “Fue muy chévere, pues sentí como que era como mi
familia. Me hubiese gustado trabajar ahí, pero ya todos los puestos están
ocupados y no me podían dejar fija porque no hay vacantes disponibles”,
lamenta. Desde entonces, ha buscado empleo en diferentes empresas sin éxito. Ha
recibido algunas ofertas de parte de agencias de publicidad y dos canales de
televisión, pero todas con sueldos que no se ajustan a las exigencias del trabajo
para el que se postula.
Exigen muchas cosas de tu parte, que
tengas una súper experiencia, pero al mismo tiempo no te quieren pagar nada.
Hay agencias que ofrecen sueldo mínimo más bonificaciones en dólares, y eso de
verdad no creo que pase de $100 al mes. Yo he metido full currículos, pero me
han llamado de lugares donde no ha cuadrado el trabajo por el sueldo, o por lo
lejos que queda. Siento que gastaría más en transporte y estacionamiento que lo
que me pagarían”, razona.
Mientras
sigue en su búsqueda, Martínez ha visto cómo compañeros de clase han conseguido
puestos bien remunerados en empresas venezolanas, pero tras ingresar por el
favor de algún familiar o amigo. Incluso, sus propios proyectos como freelancer han
sido gracias a recomendaciones. “Estoy ayudando en la producción de un podcast
y producción de casting, pero más que todo es por contacto. Si algo hay que
decirle a la juventud hoy en día, es que todos los trabajos se mueven por
contacto”, aconseja.
Networking
Universidad Simón Bolívar. Foto:
Cortesía TalCual
Yaraní
Acosta está en el último semestre de Estudios Internacionales en la Universidad
Simón Bolívar (USB). Señala que la naturaleza multidisciplinaria de su carrera,
así como la preparación que reciben como analistas, le permite tener un amplio
campo laboral en diferentes espacios, desde embajadas e instituciones del
Estado, hasta organizaciones no gubernamentales (ONG). En su caso, le interesa
particularmente estas últimas, siendo parte de su rol como activista por los
derechos humanos.
En
entrevista para El Diario, indica que precisamente el camino del
activismo la llevó a su primera experiencia laboral en la ONG Sin Mordaza. Allí
llegó a ser coordinadora nacional de organización, además de participar en
programas de formación como Lidera y el modelo de Naciones Unidas de su
universidad. Todo esto le permitió hacer networking, es decir,
crear una red de contactos, la cual se apoya entre sí cada vez que surge una
nueva vacante laboral.
“Creo
que siempre estuve rodeada de gente que estaba ya involucrada en el medio
laboral, sobre todo en el tema de las ONG de activismo y política
universitaria. Eso fue lo que me abrió las puertas para todas estas ofertas
laborales que vinieron en el futuro”, resalta.
Agrega que para su carrera el tener referencias es
clave, y que esto hace que no todos sus compañeros partan con las mismas
oportunidades para acceder a buenas ofertas. De hecho, desde hace un tiempo
ella misma no ejerce su profesión, pues actualmente trabaja como guía de
campamento e instructora de PowerBike.
***
En
sus trabajos como activista, Acosta reconoce que su paga no era suficiente para
llevar una vida independiente. Una realidad que se extiende al resto de
profesiones, donde los jóvenes no son tomados en cuenta por los reclutadores.
Un hecho que resulta paradójico, pues exigen experiencia previa a los recién
graduados para trabajar, pero muchas veces tampoco aceptan estudiantes por no
tener un título.
Una persona recién egresada o de último
semestre podría estar perfectamente capacitada para un trabajo, pero piden
muchos años de experiencia que normalmente son difíciles de conseguir mientras
estudias. Al igual que los horarios, si es un trabajo de tiempo completo con
buen salario un estudiante no podría aplicar, puesto tendría que valorar si
estudia o trabaja”, dice.
Añade
que en otros casos, sí contratan a los estudiantes, pero aprovechan su
necesidad de experiencia para asignarles más trabajo del que les corresponde.
“Muchísimas veces haces el mismo trabajo que un licenciado o una persona con
título, incluso más, y te pagan mucho menos solo por no tener el grado
académico”, matiza.
Poder adquisitivo de los jóvenes
venezolanos
Foto: José Daniel Ramos @danielj2511
De
acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana
de Maestros (Cendas-FVM), la
canasta básica familiar se ubicó en octubre de 2023 en
$493,53 dólares. Es decir, que una persona necesita al menos 140,3 salarios
mínimos mensuales para costear su precio. Este momento resulta incluso muy
superior a los ingresos de muchos trabajadores en el sector privado. Por
ejemplo, Martínez señala que aún depende de su familia económicamente, pues sus
ingresos de entre $200 y $300 mensuales no alcanzan para hacer mercado. Mucho
menos para gastos mayores, como el mantenimiento de su carro o la idea de
alquilar en la capital.
“A
veces comparo los sueldos con los de otros países. Mi hermano, quien vive en
Chile, me dice que lo mínimo que gana una persona con salario mínimo son $600.
Y en otros países como España son entre 600 y 800 euros 600 por lo más bajo.
Entonces tú dices yo soy profesional, saqué una licenciatura con un buen
promedio y no consigo trabajo, o no consigo un trabajo con una remuneración
elevada”, reflexiona.
Una
opinión similar posee Velásquez. Cree que actualmente ahorrar solo es posible
para jóvenes sin hijos ni otras responsabilidades familiares. En su caso,
aunque vive sola con su pareja, el precio de los alquileres hace que no se pueda
permitir un trabajo como pasante o con salario mínimo.
Foto: José Daniel Ramos @danielj2511
“Es
imposible no plantearse si de verdad hay futuro aquí para construir la vida de
adulto que quieres. Afuera no es que sea más fácil comprar una casa, pero los
alquileres no son una cosa loca como aquí que piden $350 mensuales, medio año
de depósito y medio adelantado porque sí. Aquí es casi inexistente el crédito,
y no sé cómo un joven contemporáneo conmigo, profesional, podría conseguir
$20.000 para un apartamento sencillo en Caracas”, explica.
Rivas también encuentra desalentador pensar que se
requieren años de trabajo duro y networking tan solo para conseguir un empleo
que permita aspirar a un carro antiguo o un alquiler de vivienda. Aquel
sueño de una vida estable que para la generación de sus padres y abuelos
resultó relativamente fácil de alcanzar, para ella luce cada vez más lejano.
“Eso
me da risa, porque me pongo a pensar que a la edad que tengo he hecho un montón
de cosas por las que en teoría debería poder tener, no sé, para agarrar y al
menos viajar un fin de semana o pagar el taller que me gustaría hacer, y no es
así. Para comprar una silla de escritorio y poder seguir trabajando lo tuve que
pensar, y eso era una tontería. Entonces es bastante tragicómico”, añade.
Tirar la toalla
Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511
Las
jóvenes entrevistadas por El Diario tienen opiniones divididas
en cuanto a su futuro. Mientras Martínez y Velásquez han coqueteado con la idea
de emigrar, Acosta y Rivas aseguran que desean quedarse en el país. “Creo que
aquí hay la capacidad de construir mejores oportunidades”, opina la futura
internacionalista.
Martínez
por ahora está enfocada no solo en conseguir un empleo estable, sino también en
especializarse a través de cursos y diplomados en áreas como marketing.
“Sí me gustaría emigrar si la situación del país no mejora, pero primero me
gustaría tener unos años de experiencia para poder tener currículum. Tampoco
creo que estudie algo más, a menos que sea un posgrado”, aporta.
Por
su parte, para Velásquez es más una posibilidad en caso de que la situación
económica no mejore. “Últimamente lo he pensado muchísimo. Quizás no de
inmediato, pero sí me lo estoy planteando a mediano plazo. Mi pareja ya es
profesional y su situación no es muy distinta a la mía. Cuando aplica a
trabajos remotos muchas veces lo descartan solo por ser de Venezuela. No es
fácil”, apunta.
En el caso de Rivas, su plan, una vez obtenga su
título, es mudarse a Caracas, donde los cortes eléctricos, los problemas de
Internet y transporte son menores que en Mérida. Espera allí cumplir su sueño
no solo de escribir para medios de comunicación importantes, sino también de
incursionar en campos que siempre fueron de su interés como el fotoperiodismo o
filmar documentales.
“Emigrar
es algo que no lo he tenido sobre la palestra justo ahora. Creo que la forma en
la que me imagino irme de mi país es logrando conseguir una buena beca para
especializarme más en el área que me gusta, que es el medio ambiente”, asevera.
ANÁLISIS
22 · 11 · 2023
No hay comentarios.:
Publicar un comentario