Actriz,
directora, productora… pero por encima de todo, Blanca Portillo se define como
“intérprete”, enamorada de la comunicación y de la conexión con el otro.
“Alguna vez os habrá pasado que habéis sentido una emoción y se lo habéis
contado a alguien, y esa persona se ha emocionado con vosotros. Se le han
saltado también las lágrimas o también se ha reído. Yo tengo el privilegio de
vivir eso cada día de mi vida. Y eso es lo más hermoso que me ha dado esta
profesión. Sentir que lo que yo siento es real y llega al que está al otro
lado, y lo compartimos”, afirma. Licenciada por la Real Escuela Superior de
Arte Dramático y Danza, Blanca Portillo recuerda el aprendizaje que recibió de
su maestro Pepe Estruch al terminar los estudios. “¿Y ahora qué?”, preguntó la
actriz. “Ahora aguanta”. Y eso hizo. Su larga trayectoria se asienta en grandes
éxitos en cine, teatro y televisión, como el memorable personaje de Carlota en
la serie ‘Siete Vidas’, y sus valientes interpretaciones como inquisidor del
siglo XVII en la película ‘Alatriste’ o Segismundo en ‘La vida es sueño’ bajo
la dirección de Helena Pimienta. Ha trabajado con grandes referentes del cine y
el teatro como Pedro Almodóvar, Miloš Forman, José Luis Gómez, Jorge Lavelli o
Tomaz Pandur, y ha recibido entre otros galardones, el Premio Max a la Mejor
Dirección de Escena por ‘La Avería’ y el Premio Nacional de Teatro en 2012.
TRANSCRIPCIÓN
00:21
Blanca Portillo. ¿Qué tal? Encantada de
veros por aquí. Es un placer estar con vosotros. Estoy un poco nerviosa, lo
digo ya para que lo sepáis. Y me encantaría que pasemos un buen rato juntos
conversando. No sé si lo que tengo que contaros os puede ser de interés, pero
lo voy a intentar. Mi nombre es Blanca Portillo, también conocida como
Rojiblanca Portillo. Soy del Atlético de Madrid de toda la vida. Y me declaro
adicta a la interpretación. Es lo que más me gusta en el mundo y a lo que
dedico todo mi tiempo, toda mi energía y toda mi pasión. Me encantaría compartir
con vosotros cómo empecé en esto y por qué lo amo como lo amo. Primero, porque
me cambió la vida. Y segundo, porque es lo que más me ha enseñado en todas las
vivencias que he tenido. Ha sido mi guía, lo que me ha abierto las puertas al
mundo, lo que ha hecho que me conozca a mí misma mejor, y a los demás.
01:24
Yo soy la cuarta hija de ocho. Somos ocho hermanos de una
familia de lo más normal. Más bien tirando a una economía baja. Mi padre
falleció cuando yo tenía 18 años. Empecé a estudiar formación profesional al
terminar la EGB. Lo que entonces era la EGB. Y estudié formación profesional de
Administrativo. Cuando tenía 13 o 14 años no sabía muy bien lo que quería ser
en la vida, no tenía ni la más remota idea. Me encantaba la idea de contar
historias, porque reconozco que he sido lectora desde muy chiquitita. Porque,
probablemente, como no me gustaba mucho la vida que tenía, la mejor manera de
escapar era leyendo. Yo me metía dentro de un libro y vivía ese libro, y vivía
lo que vivían los personajes y me trasladaba a otros lugares, a otros mundos, a
otras ciudades, a otros paraísos, y eso me hacía escaparme de una realidad que,
ya os digo, no me gustaba mucho.
02:31
Después de estudiar formación profesional decidí que si quería
contar historias o estar en contacto con la gente, que eso me gustaba mucho
también, la mejor profesión que podía elegir, no os riais, era azafata de
congresos. ¿Por qué? Pues no lo sé. Me parecía interesante estar con gente,
poder compartir, y si tenías un congreso, pues seguramente aprendería cosas y
podría, bueno, pues crecer, de alguna manera. Empecé a estudiar esto. Hice unos
cuantos congresos en los que me aburrí como una ostra. Te ponían un uniforme y
lo único que tenías que hacer era decir buenas tardes, pase por aquí, buenas tardes,
pase por aquí… Y aquello no era ni contar historias ni estar con la gente. Pero
tuve la fortuna de tener un profesor. Un profesor que nos daba Geografía
turística. Y él tenía un grupo de teatro. Yo no tenía ninguna relación con el
teatro. En mi vida personal… Sé que mi madre y mi abuela eran gente a la que le
gustaba ir al teatro y al cine, pero yo no había ido más que una vez en mi
vida. No más.
03:43
Entonces, yo me enamoré de ese profesor. Era tan fascinante todo
lo que contaba, era tan inteligente, tan maravilloso… Fue un amor muy
platónico, no os creáis. Sentarte a escucharle era como leer un libro, viajar a
otros lugares. Te abría la cabeza, te hacía analizar las cosas de una manera
diferente. Entonces, él iba eligiendo a personas para que entraran en su grupo
de teatro, que eran un poco los selectos, el grupo de los exquisitos. Durante
el primer año yo no entré, y al segundo año me invitó a participar en el grupo
de teatro. Yo por aquel entonces estaba muy obsesionada con Lorca. Siempre me
ha gustado desde que era muy jovencita, y toda su historia alrededor, todo lo
que le ocurrió. Y ese momento de la historia de España, que me tenía como muy
fascinada. Un poeta tan maravilloso que de repente lo perdimos de una manera
tan extraña. Y él estaba haciendo una obra sobre Lorca, curiosamente.
04:44
Entonces yo, con tal de estar en ese grupo, dije: “Pues vámonos
para allá”. Yo tenía un novio con el que me iba a casar. Teníamos un piso ya,
teníamos un montón de cosas más o menos hechas. Yo tenía 18 años, era muy
joven, pero lo tenía como muy claro, que era, de alguna manera, el hombre de mi
vida, y que, por otro lado, estaba mi profesión o mi carrera. Entonces, cuando
empezamos a hacer teatro, yo descubrí un mundo completamente extraño que me
hacía viajar de verdad, no leyendo, el personaje era yo y la que vivía las
cosas era yo. Hubo un día en un ensayo que alguien que estaba viendo ese ensayo
se acercó a mí y me dijo: “Me has emocionado mucho”. Y aquello ya se convirtió
en el colmo de los colmos, pensar que la emoción que yo sentía mientras hacía
ese trabajo, o esa investigación, porque ni siquiera era un trabajo, traspasaba
mi propio ser y conectaba con otro que estaba enfrente y le producía una
emoción, eso ya fue como decir: “No puede ser, esto es magia. O sea, lo que yo
siento, puede sentirlo alguien fuera, diciendo cosas y viviendo cosas, no
leyéndolas”.
"Un día en un ensayo alguien me dijo 'Me has emocionado
mucho'. Aquello era magia: la emoción que yo sentía traspasaba mi ser y
conectaba con otro”
06:06
A partir de ese momento decidí que eso era lo que quería hacer.
Ahí se aunaban las dos cosas que más me interesaban, que era contar historias y
estar con gente, porque gran parte de este trabajo tiene que ver con la idea de
equipo. La interpretación no existe como algo en sí mismo, tú contigo mismo,
sino que tiene que haber primero un receptor, y después, gente con la que
compartes eso. Recuerdo que yo no sabía que esto se estudiaba. Entonces, ese
novio que tenía me dijo: “Pues sí, hay un lugar que se llama la Real Escuela
Superior de Arte Dramático y Danza de Madrid”. “¿Y allí qué se estudia?”. “Pues
vamos a verlo”. Yo me acerqué. Entonces estaba en la plaza de Ópera, donde hoy
está el Teatro Real. Me presenté a unas pruebas donde te pedían que
interpretaras un texto en verso e hicieras una improvisación y un examen
escrito. Y me cogieron, y aprobé.
07:10
Y entonces empecé a estudiar. No volví a subirme a un escenario
hasta que no acabé la formación. Y al terminar, había un señor por ahí muy
importante que se llamaba José Luis Gómez, que es uno de nuestros grandes
actores y directores, y productores, que convocó pruebas para una obra de
teatro cuando yo ya estaba en tercero, terminando. La obra era “Bodas de
sangre”. La vida rimaba, volvía a aparecer Lorca en mi vida. Y yo no quería
presentarme a las pruebas porque recuerdo que estaba metida en la escuela tan
feliz, metida en aquella placenta ideal, donde estábamos todo el día hablando
de teatro, y creando, y salir ahí afuera era enfrentarse a la profesión, que
para mí era como un mundo que me producía mucho terror porque no sabía cómo
funcionaba eso.
08:04
Y yo me acuerdo que mi maestro, Pepe Estruch, me dijo: “No
tengas miedo, preséntate a esa prueba y si te coge, sal de aquí, porque tienes
que salir, en algún momento tienes que salir del lugar donde te están educando
y poner en práctica lo que has aprendido”. Me presenté a las pruebas casi a
punta de pistola, porque yo no quería. Y el señor Gómez me cogió. Entonces, eso
me impidió hacer el cuarto curso, que era ya solamente un montaje. Entonces,
tuve que renunciar al montaje, pero me abrió las puertas al teatro profesional.
Nada más terminar, con 21 años.
08:44
Me di cuenta de que lo que había aprendido, yo sentía que no me
iba a valer para nada. Porque uno cree, mientras está aprendiendo, que lo que
te enseñan… Dices: “¿Y esto para qué?”. Y luego resultó que todo lo que había
aprendido lo podía volcar en ese trabajo. Y el propio Gómez me dijo que tenía
una buena formación, porque era consciente de mi cuerpo en el espacio, sabía
manejar mis emociones, la voz estaba colocada en su sitio, era capaz de
entender lo que significaba un personaje dentro de la estructura de la función.
Quiero decir, empecé a darme cuenta de que todas aquellas asignaturas que a mí
me parecía que no eran de teatro, que eran de estudiar, eran superútiles.
09:24
Entonces, bueno, me metí en esa compañía y me fui de gira. Y ahí
hubo otro momento crítico en mi vida, porque decidí que eso de casarme y de
irme a vivir… No tenía ningún sentido. Que el mundo era inmenso, que la vida
estaba llena de retos, llena de lugares por conocer, personas con las que
compartir, y que significaba ser dueña de mi vida. Y si me quedaba en mi casa
con mi maravilloso novio aquello no iba a funcionar, porque era como
incompatible, de alguna manera. Yo quería seguir corriendo y andando. Así que,
de alguna manera, eso marca un punto de inflexión en mi existencia, y a partir
de ahí tengo la suerte de no haber dejado de trabajar más de seis meses en mi
vida.
10:20
Pensad que esto eran 20 o 21 años y tengo 55, con lo cual, no
tengo más que un enorme agradecimiento al empujón de mi maestro cuando me dijo:
“Preséntate a esas pruebas”. Y a ese novio que me dijo: “Existe la Real Escuela
Superior de Arte Dramático y Danza”, sin saber lo que estaba haciendo. Y esto
es un poco el origen de por qué me dedico a esto. Nunca he dejado de hacerlo
porque siempre es distinto, porque me ha enseñado tanto, aprendo tanto cada día
de las personas con las que trabajo, de la gente que se sienta delante a ver
una función, he conocido países, maneras de pensar, me ha abierto tanto la
cabeza, me ha enseñado tanto, que cada día sigue haciéndolo y por eso creo que
no se me quitan las ganas nunca y me sigue produciendo una enorme emoción y un
enorme vértigo. Con los años me da cada vez más miedo. Así que si alguien
piensa que esto con los años se va quitando, se equivoca.
"El día que pierda el miedo, lo dejaré, porque si no me da
miedo ya no me interesa"
11:27
El miedo va en aumento, porque a mayor tiempo en esto y a mayor
experiencia, mayor responsabilidad. Antes hacías un personaje que salía, decía
buenas tardes y se iba. Ahora tienes un monólogo de 50 páginas. Con lo cual, la
responsabilidad va siendo cada vez mayor, y el miedo va en aumento. No sabes lo
que la gente espera de ti, se espera a veces demasiado, te crea una enorme
inseguridad, pero aun así me sigue haciendo tan feliz. Y el día que pierda el
miedo, pues lo dejaré, porque si no me da miedo ya no me interesa. Sentiré que
ya lo sé todo, y si lo sé todo no merezco estar en esta profesión. Así que,
bueno, esta es un poco una introducción. Y a partir de este momento, pues si
vosotros queréis preguntarme cualquier cosa, estaré feliz de compartir. Esto es
una charla, ¿eh? Estamos conversando unos con otros.
12:26
Shandra. Hola, Blanca, soy Shandra. Soy actriz
y soy profesora de teatro en Cuarta Pared. Y, bueno, desde Cuarta damos también
actividades extraescolares en los colegios, y no pretendemos que los chavales
sean Blanca Portillo o Robert De Niro, pero bueno, lo hacemos porque creemos
que es importante para ellos y que les viene muy bien a la hora de
relacionarse. Mi pregunta es, desde tu experiencia, ¿qué beneficios crees que
tiene el teatro en los niños y en las niñas de nuestro país?
"El teatro debería ser una asignatura obligatoria por las
infinitas habilidades que desarrolla"
12:58
Blanca Portillo. Uf, muchísimas, estoy
segura. De hecho, muchos países lo tienen como asignatura obligatoria.
Obligatoria. Yo creo que es una cosa que todo el mundo debería hacer alguna vez
en la vida. Todo el mundo, da igual la edad que tengas. Pero en la infancia,
con los críos, es un momento difícil porque no tienen herramientas para moverse
en la vida. Yo he dado clases a niños y a niñas. Les faltan herramientas. Y hay
muchos pudores, es un momento en el que se enfrentan a lo exterior cuando
tienen su mundo en casa, más o menos cómodo. El teatro te permite, primero,
entrar en contacto con los otros de forma sincera. Esto es una cosa curiosa de
matizar. Cuando tú estás en el cole, tú compartes lo que se puede compartir en
el colegio. Pero cuando estás haciendo teatro, lo primero que tienes que
compartir es miedo, emoción. Vas a trabajar con tus emociones, con tu sentido
del ridículo. A perder el sentido del ridículo.
14:04
Todos intentamos ser lo más sensatos y lo más correctos en la
vida, hacer las cosas más o menos bien, no caernos cuando vamos andando, no
trabucarnos, no hacer… No pasa nada, el derecho al error, las enseñanzas
teatrales te lo permiten constantemente. De hecho, la base del teatro es la
equivocación. Para aprender hay que equivocarse para poder hacerlo bien, el
error, acierto, error, investigar cómo poder hacerlo mejor. Con lo cual, se les
abre la cabeza, se les quita el miedo. Yo recuerdo que, dando clases, había un
niño que era, digamos el malote del grupo. Siempre hay roles que se van… Había
un chavalín que era como el más gallito de todos. Los otros le tenían un cierto
miedo. Cuando él soltaba una broma, todos se la reían. Entonces, yo decidí
darle el personaje más serio, el más sensible, el que estaba más triste. Y
descubrió, dentro de él, que eso no solamente le hacía no perder autoridad
dentro de sus compañeros, sino que les mostraba a los demás una faceta que no
sabía que tenía, y que hacía que los demás le quisieran de verdad, o le
admiraran de verdad. Porque el chaval se lo tomó muy en serio y empezó a
trabajar con mucha dedicación. Con lo cual, empezó a ser líder de otra manera,
de una manera mucho más honesta, porque lloraba, porque era capaz de llorar
delante de sus amigos. Y eso fue como una carambola, eso fue pasando a los
demás. Bueno, en aquella ocasión, yo tuve un problema con los profesores porque
los niños quisieron dejar de dar todo tipo de clases, de cualquier otra
actividad, porque solamente querían dar las clases de teatro y ya los
profesores me dijeron: “Se está convirtiendo en un problema porque los papás
quieren que estudien otras cosas”. En fin, les abre muchísimos caminos, sobre
todo en la mente. Y en su forma de relacionarse con los otros, y perder el
pudor.
16:07
A veces dicen que los actores somos los grandes mentirosos. Se
dice que un actor miente. Y yo creo que es todo lo contrario, somos las
personas que menos mentimos. Yo creo que el ciudadano en general, las personas
en general, nos construimos personajes que muchas veces no tienen nada de
verdad. Nos hacemos los fuertes cuando somos frágiles, nos hacemos los frágiles
cuando en realidad todo nos lo resbala, nos construimos un personaje de cara
afuera e intentamos ser coherentes con ese personaje a lo largo de toda la
vida. Sin embargo, los actores vivimos, precisamente, con la máscara quitada,
sacando de nosotros todo lo que a veces no queremos ver que tenemos. Entonces,
eso a los niños les ofrece una posibilidad de verse de otra manera.
16:51
Perder el sentido el ridículo. Hacemos muchísimas cosas, o
dejamos de hacerlas, porque nos da vergüenza, porque nos da pudor. “Yo no voy a
poder hacer esto”. ¿Por qué no? Hay siempre un “¿Por qué no?”, y eso creo que
es sanísimo. Y luego, por otro lado, cuando haces teatro… Y yo esto se lo
explicaba a ellos, y eran bien pequeños, ¿eh? Hicimos El sueño de una noche de
verano de Shakespeare. Inevitablemente, empiezas a hablar de mitología, a
hablar de Shakespeare como autor, no solamente teatral, empiezas a hablar de su
época. Con lo cual, empiezan a aprender un montón de cosas colaterales que
tienen que ver con la enseñanza general, pero que las ven a través de ellos, a
través de su propio cuerpo. Lo que representa Puck en la función, que es una
especie de duende, tiene su valor y su sentido dentro de la historia y empiezan
a entender. “¿Y esto dónde lo puedo aprender? ¿Y qué libros hay sobre esto?”. Y
se les despierta la curiosidad de una manera increíble. Y luego empiezan a
aprender que, sin el otro, tú no eres nada, y eso también es importante. No se
trata de ser el mejor, se trata de ser un buen eslabón fuerte dentro de una
cadena fuerte. Y se forma un equipo, se forma un grupo donde todos ayudan a
todos, y se eliminan rivalidades. Aunque siempre hay alguien que dice: “¿Y yo
por qué tengo menos frases? Yo quiero tener más frases”. Todos llevamos un
protagonista dentro.
"Dicen que los actores somos buenos mentirosos: al contrario,
nosotros vivimos con la máscara quitada"
18:20
Pero bueno, cuando se dan cuenta, les vas dando
responsabilidades y se dan cuenta de que no hace falta ser el protagonista
dentro de la función. Porque luego tienes mucho más trabajo que hacer detrás
también. Tú eres el que va a ayudar a este cuando sale, tú te encargas del
vestuario, tú le ayudas… La sensación de trabajo en colaboración, todos juntos,
que eso es la base del teatro, es que les enseña una barbaridad. Yo, ya te
digo, lo que sé es que acabaron diciéndome: “Mira, no vengas más porque no
quieren hacer más que esto”. E hicieron todo. Hicieron ellos el vestuario,
hicieron la música, lo hicieron todo. Y era precioso ver cómo niñas que no se
atrevían a decir ni mu acabaron subidas al escenario haciendo personajes
maravillosos, y eso es bellísimo verlo.
19:07
Fernando. Hay un aspecto que me parece muy
importante, que es el aprender a hablar en público y el saber transmitir las
ideas. No sé si alguna vez has tenido ese temor a hablar en público. Pero ¿qué
le podrías decir a un niño o a un joven que sí que tenga este temor?
19:28
Blanca Portillo. Bueno, lo de hablar en
público es una cosa muy particular. Tened en cuenta que en el 99% de las
ocasiones un actor no habla con su propia voz, habla a través de un personaje.
Con lo cual, yo sé lo que tengo que decir, ya me lo he aprendido. Y no lo digo
yo, lo dice ella o él. Eso te quita la mitad del problema. Yo entiendo hablar
en público esto que estamos haciendo ahora. Yo me enfrento a una serie de
personas que me están mirando y no tengo un guion escrito, no sé lo que voy a
decir, y soy yo hablando. Esta vez soy yo, no es un personaje. A mí esto hoy me
ha producido una enorme… excitación y un miedo terrible. Yo estoy muy nerviosa,
os lo he dicho. Que es lo primero que creo que uno tiene que asumir cuando va a
hablar en público. Pone nervioso, ¿a quién no le pone nervioso? Porque ninguno
queremos hacer el ridículo, si es que esto es lo de siempre, ¿no? Cuando en
realidad no pasa nada, el ridículo es una cosa muy relativa. Yo lo que intento…
Es verdad que hablamos con un texto que no nos pertenece, pero quieras que no,
hay 400 personas sentadas, así, esperando a ver qué dices. A quien no le ponga
eso nervioso es que es un demente. Hay que ser muy demente para que eso no te
ponga nervioso. Y creo que es un problema, no de los chavales, creo que también
un profesor… Uno llega a una clase el primer día, me imagino, y tú ves a un
número de personas ahí, así. Y dices: “Hola, ¿qué tal?”.
21:12
Una cosa es que tengas costumbre de hacerlo y otra cosa es que
no dé miedo. Da miedo siempre, y esto es una cosa que a mí me parece que hay
que asumir. Cuando alguien tenga que hablar, si tenéis que hacerlo alguna vez:
“Hola, tengo miedo”. No pasa nada. Por otro lado, es bueno saber que no pasa
nada si te equivocas, que no pasa nada si te quedas en blanco. Nadie se va a
morir, nadie ahí sentado va a hacer ¡pum! ¿Sabes? No hay un peligro, no hay un
riesgo real. El único riesgo es tu propio miedo a hacer el tonto o a hacer el
ridículo, el nivel que tú te pones a ti mismo, el listón. Creo que hay una cosa
que a veces nos cuesta también pensar cuando hablamos en público, y es que la
gente que está ahí está dispuesta a escuchar. En un teatro, porque han pagado.
No siempre la gente paga para escucharte. Yo eso a veces lo pienso y es lo que
más nerviosa me pone. Han pagado para escuchar. Con lo cual, también tienen una
disposición. Y no son una masa de gente, son individuos, son seres humanos con
nombre y apellido cada uno de ellos. Eso es otra cosa que a veces se nos
olvida. Hablar en público es hablar a una masa de gente.
22:27
Son personitas con sentimientos, con sus nervios también, porque
me imagino que hoy vosotros también, quieras que no, hay un algo de: “Bueno,
vamos a ver, aquí estoy, a ver qué nos cuenta esta mujer”. También tú estás en
una situación no cómoda en el salón de tu casa. Con lo cual, cuando uno piensa
que el otro está casi en la misma situación que tú, empiezas a perder el miedo,
a relajar. Evidentemente, tienes que saber qué quieres contar. Yo ahora mismo
no sé, porque voy viendo a ver qué me preguntáis y voy armando un discurso
sobre la marcha. Pero bueno, también eso te lo da la vida, y los años, y la
experiencia, y tener de verdad ganas de compartir algo. Eso es otra cosa que te
quita mucho el miedo, la idea de: “Quiero compartir lo que tengo con vosotros”.
Estáis aquí para escuchar y yo estoy aquí para daros todo lo que tenga, y me
produce bienestar y placer hacerlo. Nuestro trabajo, el trabajo de los actores,
sin vosotros, sin el espectador, no existe. El trabajo de un profesor, sin
alumnos, no tiene sentido. Cualquiera que dé un discurso tiene un auditorio,
tiene gente que le está escuchando, una audiencia que está ahí, pendiente de lo
que vaya a decir. Nervios vas a tener, miedo vas a tener, pero eres un ser
humano queriendo compartir con otros seres humanos.
"Ante el miedo a hablar en público es bueno saber que no pasa
nada si te equivocas o te quedas en blanco"
23:50
Hay profesores aquí, ¿verdad? ¿Tú eres profesora?
Fátima. Yo sí.
Blanca Portillo. ¿Puedes venir un momento,
por favor? Tú estás acostumbrada a estar delante de gente.
Fátima. Sí.
Blanca Portillo. ¿Verdad? Y normalmente…
Hombre, un profesor, a veces, quienes les escuchan están obligados. No es que
paguen por estar ahí. Pero, en general, están porque tienen que estar y saben
que deben hacerlo y quieren. Hay una diferencia, me imagino, y dime tú si me
equivoco. Es muy distinto ver una masa y pasar la vista que ir mirándolos uno a
uno, ¿verdad?
Fátima. Sí, totalmente.
24:33
Blanca Portillo. Inténtalo, uno por uno, y
fíjate en un pequeño detalle de cada uno de ellos. Y todos tienen los ojos
puestos en ti. No miran a otro lado, ¿no?
Fátima. No, no.
Blanca Portillo. Esto es interesante.
Fátima. Mucho.
Blanca Portillo. Están por ti.
Fátima. Bueno, por ti.
Blanca Portillo. Bueno, no, ahora te están
mirando a ti.
Fátima. Bueno, también.
24:50
Blanca Portillo. Ahora te están mirando a
ti. Y te miran. Y él, y el otro, y ella. Y ves que mueve un pie, también está
nerviosa, un poco. Vas mirándoles. Y se produce una conexión.
Fátima. Sí.
Blanca Portillo. Tú, cuando das clases,
¿miras la clase entera o les miras individualmente?
Fátima. No. Se mira individualmente.
Blanca Portillo. ¿Verdad? Y eso hace que
pierdas un poquito el miedo.
Fátima. Y que estén más contigo.
25:20
Blanca Portillo. Ah, amiga. Ese es uno de
los grandes retos de hablar en público: conseguir la atención. Captar. Y la
única manera de captar la atención es dar. Dar. Es un acto de generosidad. Y
eso se nota mucho en los políticos. ¿No lo habéis notado, cuando un político no
habla para nosotros? Hace así, mete la mirada hacia adentro y está hablando
para él o para una masa. Cuando alguien deposita en ti la mirada, tú dices:
“Ay, es para mí, me está hablando a mí”. Entonces, se establece vínculo y hacen
los nervios… ¡fum!
Fátima. Sí.
Blanca Portillo. ¿Verdad?
Fátima. Un poquito.
Blanca Portillo. Mira qué mona. Gracias.
Fátima. A ti.
26:14
Blanca Portillo. Es hermoso porque es un
acto de generosidad. Hablar en público es un acto de generosidad. “Tengo algo
para daros”. Y a partir de ese momento, la gente se viene contigo. A no ser que
digas una sandez. O una cosa a destiempo. Pero en general… Es más, yo lo he
comprobado, si tú le dices a la gente… En el teatro no puedes decirles: “Hola,
estoy muy nerviosa”. Porque nadie te va a perdonar, ¿no? Nadie te lo va a
perdonar. No puedes ponerles en el programa de mano: “Me hubiera gustado
ensayar 20 días más”. No puedes. Pero hay algo de eso, de comunicar, de
comunicación. Es que nos creemos que hablar en público es una cosa de un señor
o una señora frente a otros que no existen o que son una masa. No, son
individuos, uno y otros unos, y que tienen su interés y su… Si ves que alguien
de repente hace… “Ay, se me ha ido uno. Voy a intentarlo, hay algo…”. Claro que
para hablar delante de 5000 personas, yo que sé, o de 45.000, pero en el fondo…
Yo lo he hablado con gente del rock, por ejemplo, con músicos, y es lo mismo.
Te dicen: “Yo no veo una masa informe de gente que canta a la vez, yo quiero ir
al corazón de cada uno”. O por lo menos esa es la intención. Y eso es lo que
hace que dejes de pensar en: “¿Estaré hablando bien? ¿Estaré mona? ¿Se me
entenderá? ¿He hecho bien tocándome la nariz?”. Dejas de pensar en eso y
empiezas a comunicarte con el otro, a respirar y a ser un ser humano más que
tiene algo que compartir, nada más. Es bonito, ¿eh? Porque si lo ves desde ahí
se te quita parte del miedo.
"Hablar en público es un
acto de generosidad"
28:01
Jorge. Hola, Blanca, soy Jorge. Cuando era pequeño, solíamos ir, mi
generación, pues al cine, al teatro, compartir distintas actividades
culturales. Mi pregunta es, ¿cómo podemos ahora nosotros, a las generaciones
que vienen por detrás, inculcarles el amor por el arte y que también se puedan
enganchar a estas actividades?
28:24
Blanca Portillo. Pues mira, Jorge, esa
pregunta me inquieta profundamente. Porque vivimos tiempos difíciles para la
lírica, ¿no? Porque las redes, porque todo se ha hecho mucho más
individualista, todo tiene mucho más que ver con tú contigo, e incluso la
opinión del otro a través de un artefacto, ni siquiera mirándote a los ojos y
diciéndote el “me gusta” en persona, vale con un like, ¿no? Y eso nos preocupa
muchísimo.
28:55
Yo creo que todo lo que tiene que ver con el mundo del arte…
Imaginad un mundo sin arte. Es inimaginable. ¡Es inimaginable! Imaginad que no
existieran museos, que no existieran cines, que no existieran teatros, todo lo
que tiene que ver con la cultura. Que no existiera la danza regional, que no
existiera la cocina, que no existiera nada de eso. ¿Qué mundo tendríamos? Sería
la tristeza más profunda. Aparte, todo lo que tiene que ver con el arte y con
la cultura está relacionado directamente con nuestro mundo social, con nuestra
historia, con la presente, la pasada y la futura. El arte siempre es la
consecuencia de un movimiento social, de un tiempo histórico. Si privamos a los
críos o a los adolescentes de todo lo que eso da, de sus referentes, de su
pasado, ¿qué futuro van a construir, no?
30:01
Yo entiendo que hay cosas que son muy importantes. Uno tiene que
formarse para poder tener un trabajo que le dé de comer, tenemos que construir
mundos donde todas nuestras necesidades estén cubiertas, donde todo el mundo
tenga una casa y un fuego que le dé calor. Yo entiendo todo eso, pero si no les
ofrecemos todo lo que alimenta el alma, todo lo que nos hace entender el mundo,
lo que nos da diferentes puntos de vista sobre las cosas, que eso es lo que
hace el arte y lo que hace la cultura, ¿en qué se van a convertir? En máquinas
de trabajar. Qué aburrimiento, ¿no? Qué dolor. Yo creo que… A veces, incluso
obligados… Yo no tengo pudor con eso, yo tengo un sobrino jovencín, muy
chiquitillo, no llega aún a adolescente, y no me importa obligarle, le llevo de
la oreja si hace falta. Porque luego, cuando viven ciertas experiencias, no se
les borran nunca más. Yo creo que es necesario que los críos se olviden del
móvil y vivan este tipo de experiencias de las que tú hablabas. No es lo mismo
ver una película en tu casa, ni en el ordenador, que verla en la sala de un
cine, porque para algo existen.
"Si privamos a los niños del arte y la cultura, ¿qué mundo
van a construir?"
31:11
No es lo mismo ver una serie de televisión que ver una obra de
teatro. No tiene nada que ver. No es lo mismo escuchar una música en Spotify o
con unos auriculares que ver un concierto en directo. Entonces, cuando viven
todo eso, cuando tú les sientas delante de un cuadro en el Museo del Prado y
dicen: “¿Y cuánto tiempo vamos a tener que estar aquí?”. Dices: “Bueno, vamos a
ver. Vamos a ver”. Y a partir de ese momento le empiezas a estimular. Porque,
además, no es tan difícil. Es muy fácil, en el fondo. La mente de un crío, de
un adolescente, está muy abierta, es muy esponjosa para que entren cosas. Y lo
sientas delante de Las meninas y le pides que te cuente la historia de la enana
esa, que no la entiendes tú. Que te cuente, que convierta en historia ese
personaje. Y su imaginación se empieza a disparar, y empiezan a aparecer cosas.
No sé, creo que es necesario y obligatorio que la cultura sea grande y
accesible para todo el mundo para que los críos lo tengan lo más fácil posible.
Porque si no estamos construyendo una sociedad que a mí no me interesa en
absoluto: gente con dinero o no. Y ya está. O tengo dinero, con lo cual tengo
trabajo, puedo tener una familia y viajar, y un coche y un no sé qué, o no. Y a
mí eso me parece tristísimo. La cultura es el alimento del alma. Claro que hay
que tener para comer, pero para existir en felicidad y en comunión con los
otros, y con capacidad para percibir lo que pasa a tu alrededor…
32:57
Nos hacemos cada vez más individualistas, somos muy poco
empáticos. Y eso lo da la cerrazón, el no mirar. Nos creemos que las cosas
tienen que ser o blancas o negras, y cuando te acercas al mundo de la cultura
te das cuenta de que nada es blanco o negro, todo tiene millones de matices, te
ayuda a entender. Seguramente, viendo Las meninas, acaban diciendo: “Y deja de
reírte, no la llames ‘enana'”. Seguro. Acabaría diciéndolo. No sé, creo que
tenemos que hacer todos un esfuerzo. Porque es algo que no es tan difícil de
conseguir. Y, por supuesto, los políticos. Ese es otro tema, ¿no? Porque
nosotros podemos tener muchos intereses y muchas intenciones, pero bueno, hay
que hacerlo asequible, eso está claro. Y fomentarlo.
33:47
Luz. Hola, Blanca, ¿qué tal? Me llamo Luz, soy madre de un niño de
diez años. Y, bueno, a los padres nos preocupan las notas académicas de nuestros
hijos, pero también nos preocupa mucho transmitir valores. Mi pregunta es,
desde tu punto de vista, ¿qué valores transmiten las artes en general y el
teatro en particular?
34:10
Blanca Portillo. Yo creo que por encima de
todo, fíjate, y es una palabra que se usa demasiado últimamente: la empatía. O
sea, no se trata solamente… La empatía es algo muy especial, es ponerte en el
lugar del otro. No es simpatizar con algo, no es entender algo, es ponerte en
el lugar del otro. Yo creo que ese es el gran valor que transmite esta
profesión y la cultura en general. Cualquier cosa que sucede en la vida,
tendemos a juzgarla, ¿no? A decir si es bueno o es malo. Tú pones el telediario
y hay noticias que te parecen malas, noticias que te parecen buenas, pero casi
nunca te pones en ese lugar. Imaginemos las cosas más terribles. No es lo mismo
ver una noticia de una patera llegando a la costa y decir: “Madre mía”, que
ponerte en el lugar. Hacer el ejercicio de ponerte en el lugar, no de esos
señores, sino de ese en concreto, esa madre con ese niño. Que está ahí, en la
balsa, con su niño en brazos. Ponerte ahí. Nos abriría la sensibilidad mucho
más a las cosas. Quiero decir, la empatía es un ejercicio muy duro de hacer,
pero seríamos muchísimo más tolerantes, muchísimo más comprensivos. Y creo que
ese es el gran valor, por encima de todos. Mi obligación como actriz es
entender a un personaje y empatizar con él, porque si no nunca haría un malo.
Solamente haría personajes estupendos, maravillosos y geniales, personas ideales.
La historia del teatro, de la literatura y del arte está llena de personajes
terribles. Y mi obligación es entenderlos y empatizar con ellos. No
justificarlos, insisto. Pero sí entenderlo. Y eso te hace, primero, bajar la
guardia. Y segundo, depositar las responsabilidades no solo en una persona,
sino entender el mundo que ha creado seres así. Porque parece que no, pero si
existe una patera es porque hemos creado un mundo donde eso se da.
36:32
Y ya no es solamente: “Es un emigrante que viene a mi país”, sino:
“¿De qué manera hemos construido el mundo para que esto ocurra, para que esa
mujer con ese niño esté aquí? ¿De qué manera hemos construido un mundo para que
existan personas que matan a mujeres sistemáticamente? Hombres que matan a
mujeres”. No se trata solamente de decir: “No, eso no puede ser”. No, espérate,
¿por qué se da? ¿Quién es esa persona? Y eso nos haría entender qué mundo
estamos construyendo y nos haría mucho mejores personas, y trabajaríamos por
evitar aquello que entendemos que fomenta ese tipo de horrores. Creo que ese es
el gran valor. A los niños creo que a veces se les dice: “Esto está mal y esto
está bien”. Y no todo es “está bien” o “está mal”. A veces hacen cosas que
están mal hechas pero no entienden por qué las están haciendo. No sé, creo que
es un trabajo que te permite, sobre todo, eso, ponerte en el lugar de otros y
ver las cosas con matices, no blanco y negro.
37:39
Gonzalo. Hola, Blanca, soy Gonzalo Palmeros.
Soy actor también, me declaro adicto a la interpretación. Y rojiblanco también.
Quería darte, lo primero, la enhorabuena por toda tu carrera, me parece
maravillosa, y hoy un poquito más, oyéndote hablar.
Blanca Portillo. Bueno, qué bien. Muchas
gracias.
Gonzalo. Y mi pregunta es, bueno… Como sabes y
has dicho tú antes, una parte fundamental en nuestro trabajo es gestionar las
emociones. Y no sé si te ha pasado alguna vez que has tenido que ir a grabar,
por ejemplo, como Carlota a Siete vidas y te ha pasado algo ajeno a tu
profesión, en la vida, y estás triste o algo. ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has
salido de ahí, en directo? No sé, cuéntanos algún truquillo.
38:26
Blanca Portillo. Hombre, es verdad que por
mucho que diga que la interpretación es mi vida, en la vida pasan cosas que no
son la interpretación. Te pueden pasar cosas terribles o cosas absolutamente
maravillosas. También puede ocurrir a la inversa, que de repente tengas el día
más feliz de tu vida y te toca hacer: “Hola, voy a llorar durante hora y
media”. Eso también puede pasar. Y no tengo ninguna gana porque estoy superfeliz.
Y creo que no me van a salir las lágrimas. Y al revés igual, es cierto. Estás
con un día terrorífico y de repente tienes que contar unos chistes y estar muy
brillante, y sientes que tienes la gracia en otro sitio, que se ha quedado en
casa o algo. Eso yo creo que no hay… Tú, si eres actor, lo sabrás. No hay… No
hay truco para eso. En el fondo, la única ventaja que tienes es que lo que
tienes que hacer no eres tú. Yo no soy yo cuando salgo al escenario. Esto
también puede parecer de mujer loca, pero no lo soy. Bueno, un poco loca sí,
pero lo justo. Todos tenemos que tener nuestro pequeño gradito de locura, que
no viene mal.
39:34
Yo trabajo… Y para mí esto es real, los personajes no soy yo, es
un ser que tiene una voz, que tiene una palabra, y le suceden una serie de
cosas y lo único que necesita es un cuerpo, una voz y una inteligencia que le
encarne. Es como si fuesen fantasmas, digamos, que no tiene cuerpito y tú se lo
prestas. Pero lo que dicen no eres tú. No son tus palabras, son las suyas. Con
lo cual, sus sucesos y sus emociones son las suyas. Entonces, eso te alivia a
la hora de dejar a un lado cuál es tu estado de ánimo en ese momento. En ese
momento. Luego termina la risa y vuelves a estar igual. O, con suerte, te
sientes mucho mejor porque te ha limpiado, porque te ha hecho reír. Porque esto
está demostrado, cuando uno está muy triste no hay más que reírte un poco y…
Los estados de ánimo no se mantienen eternamente. Es imposible mantenerlos.
Entonces, en cuanto algo te hace cambiar… Lo habéis oído alguna vez, que en los
entierros es donde más se cuentan chistes, ¿no? Porque hay un momento en que el
dolor ya no va a más, no puede más y necesita como romperse. Lo mismo que
cuando estás: “Ja, ja, ja, ja, ja”, no puedes estar así 60 horas, porque sería…
Es imposible, ¿no?
40:55
Entonces, hay veces que ese cambio te produce bienestar
interior, y hay veces que cuando estás superfeliz y llegas a hacer una
tragedia, te hace bajar un poco también y decir: “Bueno, sigue habiendo cosas
terribles por las que llorar, y sigue habiendo dolores por los que sufrir”. Es
un ejercicio de voluntad, tú sabes que es así. En el fondo, nosotros somos
atletas, de alguna manera. Suena raro decirlo, pero lo mismo que un atleta
físico se prepara, calienta, coloca su musculatura y se pone a correr, o a
jugar al fútbol, o a saltar con la pértiga, nosotros, de alguna manera, hacemos
lo mismo: haces un ejercicio de limpieza de tu alma, de tu mente, y entras a
trabajar. Y eres un atleta que pasa de cero a cien así, ¿no? No queda otra.
"En toda tragedia hay una chispa de comedia y al revés:
ninguna emoción dura para siempre"
41:42
Pero siempre es gratificante, porque cualquier estado de ánimo
que tengas lo puedes verter en lo que estás trabajando en ese momento. Sea
bueno o sea malo, hay veces que… La comedia dicen que, en el fondo, es una
sucesión de dolores inmensos. ¿Qué nos hace reír? Un personaje que lo pasa
fatal, que todo lo que le pasa es un desastre. Y venga, y cada vez que lo
intenta, peor todavía, y cuanto más sufre el personaje, tú más te ríes. En el
fondo, bueno, hay un poco de… Si le metes un poco de tragedia a la comedia es
cuando es más divertida. Y a la tragedia, cuando le metes un pelín de comedia,
duele más. Es curioso eso.
42:22
Fernando. Hola, Blanca, soy Fernando. A mí me
parece que una de las cosas más difíciles para una actriz es hacer un monólogo,
porque estás ahí delante del público. Entonces, me gustaría saber cómo haces
para aprenderte el texto sin perder el hilo y ser capaz de dar la emoción, no
perder el ritmo…
42:56
Blanca Portillo. Mira, yo solamente hecho
un monólogo una vez en mi vida. Una vez. Porque, bueno, hice uno en El club de
la comedia pero no cuento con ese. Subir a un escenario a hacer un monólogo.
Una vez en mi vida y no quiero repetir. Yo no quiero repetir. No digo que no lo
vaya a hacer, porque no se puede decir que no en esta vida, no vaya a ser que
luego venga la vida y te dé una sorpresa. Pero bueno, por elección, así de
primeras, yo no quiero volver a hacer un monólogo. Yo sufrí muchísimo. Lo de
aprenderse el texto, esto os lo digo ya para que lo sepáis, eso es lo de menos.
O sea, cuando la gente dice: “No sé cómo te cabe todo eso en la cabeza”. Pues
es muy fácil: estudiando. Eso no tiene mayor intriga, es como el que se sabe la
tabla o los ríos de España, me da lo mismo. Memorizar, eso es fácil en el
fondo. Son horas de hincar los codos y ponerte a estudiar, y detrás de esta
frase va esta, y después esta, esta, y tienes tus reglas nemotécnicas para
intentar ordenar y no tiene más. O sea, lo de aprenderse el texto, en el fondo,
es lo de menos. Para mí, lo más difícil es no tener a nadie al lado. Yo vivo de
la mirada del compañero. Por eso antes os decía, cuando uno habla en público…
Yo vivo de los ojos de quienes me escuchan. Yo estoy aquí porque me miráis y
porque quiero… Vivo de eso. Si yo no tengo un compañero al que mirar en escena,
yo me quiero morir.
44:25
Entonces, eso para mí fue un shock. El proceso de trabajo es lo
mismo que cualquier obra de teatro. Empiezas trabajando el texto, analizándolo,
estudiándolo, empiezas a ver quién es ese personaje… En este caso, lo que
interpretaba era a María, la madre de Jesús. Hola, ¿qué tal? Un texto muy
alucinante, el monólogo de la Virgen en sus últimas horas de vida, en sus últimos
años de vida. Entonces, el trabajo, en principio, de análisis de texto es el
mismo: vas creando el personaje, tal, no sé qué… La escenografía, los
movimientos… Y entonces vas de aquí, luego tal… Era una obra en la que yo tenía
que dialogar con personas que no estaban en escena, pero cuyas voces las hacía
yo también. O sea, yo decía: “¿Dónde quieres llevarte a mi hijo?”. Y hacía: “Me
lo voy a llevar a no sé dónde”. Y decía: “¡No!”. O sea, que hacía la voz del
otro más este personaje, y tenía que crearlos en escena aunque no estuvieran. O
sea, era un trabajo de volverse completamente loca. Y encima eso, no tenía… Es
un descanso, un compañero es un descanso siempre. Te hace la mitad del trabajo.
No tienes más que mirarle a los ojos, y cuando le toca a él, tú recibir y dar,
y ya está. Yo siempre digo que si hago bien un trabajo es porque tengo
excelentes compañeros, eso lo tengo claro como el agua.
45:50
Entonces, salir al escenario tú sola… Yo no quiero salir. ¡No
quería salir! Tenía claro el esquema de cómo eran los movimientos… Por supuesto
que sientes que te vas a equivocar, mucho más que cuando haces una obra normal.
Porque cuando estás haciendo obras con otros, los otros tienen su diálogo y si
a ti se te va, pues el otro dirá el suyo y yo: “Lo siento”. Y el otro te ayuda,
y si no te acuerdas tú se acuerda el otro. Pero cuando no hay nadie, yo hasta
el último día… Lo hice dos años, ¿eh? Hasta el último día tuve a una persona
entre cajas por si acaso. Sentadita en un rincón, por si acaso se me iba el texto.
Que el hombre me decía: “Pero llevo dos años aquí, no se te ha ido nunca”. “Ya,
pero a mí me da tranquilidad”.
46:36
Porque todos los miedos se multiplican. Todos. Da todo mucho más
terror. No llegar al sitio, no llevar el ritmo… Escuchas mucho más al espectador
que cuando estás con compañeros. Es un… Mira, sudo de pensarlo. O sea, disfruté
muchísimo haciendo ese trabajo, pero lo pasé también terriblemente mal.
Solamente me salvó… Esto yo lo estrené en una antigua capilla desacralizada,
una iglesia que está en Barcelona, y lo hice con 250 espectadores. Y luego, en
un teatro aquí en Madrid, en una sala con 180. Los veía a la misma distancia
que os veo a vosotros y casi con la misma luz. Con lo cual, como yo no tenía
compañeros en escena, los tenía en el patio de butacas. Entonces, eso a mí me
salvó la vida, poder tener… Yo dialogaba con cada uno de los espectadores. Y
esta frase se la decía a esta persona de verdad, y hasta que yo no me daba
cuenta de si me había entendido no me iba a otra. Y eso se convirtió en el
asidero donde pude salvarme de aquel horror, porque era una cosa terrible.
Cuando subía la luz y tú estás ahí sola, dices: “¡Me está mirando todo el
mundo!”. Y es horrible, ¡horrible! Porque siempre que hay más gente puedes
mirar a otros, pero si solo estás tú… Se pasa muy mal, pero también es una
experiencia que te exige un nivel de concentración enorme, y de mucha serenidad
para no venirte abajo, para no decir: “¡Buf!”. Yo tengo compañeros que me han
dicho que es lo que más les gusta hacer porque ahí son los dueños absolutos de
todo. Para mí, todo lo contrario. Yo ahí no era dueña de nada.
48:28
Y, de hecho, hay otra cosa que puede parecer ridícula, pero
insisto en que yo creo que el trabajo del actor es un trabajo de equipo. Sin el
resto no vives. Entonces, cuando termina una función y estás tú sola… Y llegas
al camerino y estás tú sola, y no tienes con quien comentar lo bien que ha ido
o lo mal que ha ido, y te desmaquillas, y te vas a tu casa sola, es una cosa
terrorífica. Terrorífica. Entonces, yo hice una piña enorme con iluminación,
con vestuario, con todo el mundo. Y yo terminaba mi función y me esperaba a que
ellos terminaran, y nos íbamos juntos, porque éramos una compañía de seis,
aunque fuera yo sola la que se subía al escenario, pero éramos una compañía
importante y grande con la que comentaba. Y eso también hizo que la gente de
luces o la gente técnica se volcara mucho más en el espectáculo. Yo les pedía a
ellos que me dieran referencia de cómo lo había hecho cada día. Porque
necesitas una referencia. Yo no lo hago bien todos los días. Es más, hay días
que lo hago muy mal. Entonces, necesitas que alguien desde fuera te diga…
Cuando no tienes un compañero que te dice: “¿Qué te ha pasado hoy, que te he
visto…?”. Cuando no tienes eso, necesitas a alguien. Pues eso, el de la cabina
de luces. Pues muy bien, pues fenomenal. Entonces, es un mundo muy particular
lo de los monólogos. Yo la experiencia del monólogo no sé si la quiero volver a
vivir.
50:02
Marimar. Buenas, Blanca, yo soy Marimar, soy
compositora. Y, bueno, me gustaría saber, el día que te decidiste a ser actriz,
pues cómo te sentiste. Y luego, además, pues bueno, no sé, ¿qué consejo podrías
dar a la gente que, aparte, quiere ser actriz o dedicarse al mundo del arte en
general?
50:22
Blanca Portillo. Yo no sé, el día que
decidí que me iba a dedicar a esto, lo primero que hice fue ir a mi madre y
decirle: “No me vas a pagar nada nunca más, porque voy a hacer una locura”. Y
ella lo entendió y aceptó el trato. Dicen en mi familia que siempre he sido muy
loca pero muy responsable. No sé cómo se come una cosa con la otra. O sea, yo
he tomado decisiones aparentemente muy locas, pero las he llevado siempre hasta
el final. Y dice mi madre que eso es lo bueno que yo tengo, que cuando me pongo
una meta voy a por ella. Hasta que veo que no. Si veo que no, ya la dejo, pero
yo lo intento hasta el final. Entonces, yo creo que ese día fue el día más
feliz de mi vida. Pasé pánico, terror. Porque no sabía qué era lo que podía
pasar. Pero es que nunca sabemos lo que puede pasar, ¿no? Nos dicen: “Estudia
tal carrera que esa tiene muchas más salidas”. O no. O las que tienen muchas
salidas, pues luego no encuentra nada porque como todo el mundo ha dicho:
“Vamos a hacer esta, que esta tiene muchas salidas”. ¿No? Nunca se sabe lo que
va a pasar.
51:31. Hay una pregunta que yo me hago siempre: “¿Y por qué no?”. Es
un estimulante importante. Cuando dices, de repente: “Mira, qué pereza, porque
yo creo que esto es una locura”. Si tú misma te dices: “¿Y por qué no? Si a lo
mejor sale bien”. Vale, hay cosas que son más arriesgadas que otras. Sí,
evidentemente, ser actor es un camino complicado. Ahora cada vez más, además.
Das una patada y salen cien mil. Y la demanda de actores es mucho menor que la
oferta de actores. Pero es una elección de vida. Yo creo que ser coherente con
lo que deseas es lo más difícil del mundo. No todo el mundo decide hacer en la
vida lo que desea, sino lo que cree conveniente. Entonces, cuando tomas el
riesgo de desear algo y llevarlo a cabo, eso es… Da igual el fracaso, lo has
intentado. Yo sabía que podía no salirme bien, pero lo iba a intentar, hasta el
fin de mis días si hacía falta. Creo que esa es la gran lección. A mí me la dio
mi maestro, mi profesor en la escuela de arte dramático, Pepe Estruch. El día
aquel que le dije: “Yo no quiero irme de aquí, yo quiero quedarme en la escuela
siempre”, él me agarró… Era un hombre muy largo, muy alto. Me agarró la cabeza,
la puso contra su pecho y me dijo: “Nadie te va a echar de esta profesión si tú
aguantas. Aguanta. Esto es una carrera de fondo”. Y ahí dije: “Venga, pues la
maratón”. No hay otra, es la única cosa que se le puede decir a una persona que
le gusta esto.
53:23
A mí la gente que dice que le gusta interpretar, tampoco me fío.
No es una cosa que te tenga que gustar, te tiene que matar, tienes que morir
por ello. Porque es que te dobla a la primera, o sea, te tumba. Como digas: “Me
gusta”, a la primera que te digan que no, que te lo van a decir así de veces,
lo dejarías. Tiene que ser una pasión, tiene que ser un acto de fe, creer en
aquello que no se ve, que no hay pruebas de que exista, creer en eso. Si no
tienes eso, la profesión te echa a los dos minutos. Entonces, mi maestro, me
acuerdo que cuando llegamos en la escuela… Primero tuvimos una profesora en
primer curso, y nos la quitaron porque era muy mayor y entró este profesor. Yo
sentía un rechazo enorme porque hubiera querido continuar con la primera que
teníamos, y a mí ese señor que vino a sustituir me cayó muy mal desde el principio.
Niña rebelde tonta perdida. ¿Por qué no? Es un nuevo profesor, a lo mejor…
Entonces, cuando él llegó, éramos veintitantos en la clase. Y él dijo… Nos miró
a todos, como yo os digo que hay que mirar, uno a uno, y dijo: “Pero ¿de verdad
los veintitantos que estáis aquí creéis que sois actores? ¿De verdad? Pensadlo
por un momento. ¿De verdad creéis que sois y que vais a llegar a ser actores?
Iros a casa, ¿eh? Como mucho y con mucha suerte, uno de veintitantos. Podréis
ser gente de la profesión, actor aficionado… ¿Actor o actriz? Uno, con suerte.
Así que, por vuestra propia voluntad, id marchándoos”. Y yo dije: “Pero este
tío es muy cruel. ¡Yo sí quiero!”. Él consiguió que acabáramos la clase 35
personas. No solamente no nos fuimos, sino que nos quedamos allí. Ahora,
también te digo, de aquel curso quedamos dos. Trabajando a día de hoy. El resto
se dedicaron a ser gente de teatro. Hay escenógrafos, hay gente que escribe
teatro, vestuaristas, hay de todo, productores… Pero actores somos dos.
Entonces, yo lo único que le puedo decir a la gente a la que le gusta esto y
quisiera ser actor o actriz es que se pregunte si de verdad está dispuesto o
dispuesta a sacrificar tanto como hay que sacrificar. Se dejan muchas cosas en
el camino.
"Ser coherente con lo que deseas es lo más difícil. Da igual
el fracaso; lo habrás intentado"
56:01
Y tener el aguante para que te digan 25 veces que no y una que
sí. Aguante, capacidad de aguante. Formación, indudablemente. Estudio, trabajo,
preparación, respeto por tu profesión, mucho respeto. Yo veo poco respeto por
esta profesión a veces, y me da mucha pena. Y, de hecho, incluso la gente, el
espectador, el receptor, a veces no sabe lo sacrificada y lo dura que es esta
profesión. Parece que todo el día estamos de fiesta, que nos lo pasamos
superbién, que esto se hace con la gorra. “¿Una película? Pues hija mía,
tampoco es para tanto”. No, perdona, me levanto a las seis de la mañana, llego
a rodar a las siete, me ponen las pestañas desde las siete de la mañana, acabo
a las 12 de la noche, llego a mi casa muerta. No sabéis lo que es un rodaje,
solamente los que lo han vivido alguna vez lo saben. No sabéis el esfuerzo que
es montar una función de teatro. Es una profesión muy muy sacrificada. Y a
veces se ven solamente los colorines, el glamur. “Mira qué traje, tal, está en
esta fiesta, trabaja con aquel”. Lo que han tenido que hacer para poder llegar
a trabajar en ciertos sitios. Aguante, amor por esta profesión, porque es un
acto de fe.
57:23
Araceli. Hola, Blanca, me llamo Araceli. Hemos
disfrutado mucho con tus personajes y nos hemos reído. Pero en tu vida en
concreto, ¿qué papel tiene el humor?
57:37
Blanca Portillo. Es fundamental. Yo me río
mucho en la vida. Mira que luego hago también personajes de… Superseria y tal,
no sé qué. Yo me río muchísimo. Creo que también es así desde pequeña, eso
también me lo dice mi madre, que me reía de todo, hasta cuando me echaban la
bronca. Creo que el sentido del humor es pura vida. La vida es tan jorobada,
vemos tantas cosas tan duras que nos pasan a nosotros y que les pasa a la gente
de alrededor, y que pasan en el mundo en general, que si uno no tiene sentido
del humor y es capaz de sonreír, dan ganas de irse a otro planeta o irse, en
general, no sé. Creo que todo tiene un lado cómico. Por eso decía antes que la
gran tragedia siempre tiene algo de comedia y las comedias siempre tienen algo
trágico. Para mí, el humor es fundamental. Yo todo lo veo con sentido del
humor. Y eso también me hace relajar bastante, porque también… Mis amigos me
llaman “Intensa” Portillo, que también eso es un apelativo que a veces pienso
que no sé si es muy bueno. Porque todo lo vivo con mucha intensidad, pero lo
bueno también, ¡lo bueno es fantástico! ¡Y lo malo es terrible! Y eso… A mí me
gusta. Yo tengo una amiga que dice que ella no es de like, que es de
corazoncito. Ella no es de “me gusta”, ella es de corazoncito. Pues yo soy así,
muy apasionada en las cosas. Y creo que el humor es lo que me hace, primero,
relativizar, porque si no es que no darías un paso para adelante. Hay cosas que
te dejan muy tumbada y muy hecha polvo. Entonces, la risa es lo que te permite
limpiar y sanear. Y luego, porque me encanta pasármelo bien. A mí no me gusta
llorar. Bueno, no sé si hay gente a la que le encanta, pero a mí, desde luego,
reírme me encanta. Me lo paso bien en la vida, soy muy disfrutona. Y sí, a
veces me paso de hacer el tonto. Pero bueno, me parece que eso es bueno y sano.
59:48
Araceli. Gracias.
Blanca Portillo. De nada.
59:51
Ali. Hola, Blanca, soy Ali. Y bueno, este curso voy a empezar
bachillerato de Artes Escénicas, y mi pregunta es, ¿cuál ha sido el momento más
divertido que has tenido sobre un escenario y cuál ha sido el peor?
01:00:04
Blanca Portillo. ¿El más divertido en un
escenario? Bueno, yo recuerdo uno que fue antológico. Es entre divertido y
terrible. Estábamos haciendo en el teatro de La Latina una función de Jardiel
Poncela que se llamaba Madre: El drama padre. Entonces, yo interpretaba a una
madre que tenía cuatro hijas que se iban a casar. Entonces, en el día de la
boda… Era una comedia delirante. Yo tengo un peligro muy grande por eso de que
me río mucho. Cuando me río en escena, ya no puedo parar. Hay actores que se
guardan la risa dentro y siguen. Y les ves los ojos haciéndoles chiribitas pero
siguen hablando. Yo eso no soy capaz. Una vez que yo hago… ya no puedo parar.
Se abrió la veda y ya sigo. Entonces, en las comedias yo tengo que estar
superconcentrada porque es que me meo de la risa. Ese es un problemón. Porque,
además, también veo el trabajo del compañero y me hace risa. Si lo hace bien,
pues me río como se ríe un espectador. Me río. Bueno, pues yo estaba
superconcentrada y, en esa escena, las cuatro novias descubrían que eran
hermanas de los cuatro novios y se montaba la de Dios es Cristo, ¿no?
01:01:18
Entonces, hubo un momento en que uno de los actores tenía que
bajar por unas escaleras gritando: “¡Son hermanos, son hermanos!”. Perdonadme,
porque lo pienso… Y entonces va bajando: “¡Son hermanos, son hermanos!”. Se
tropezó y se cayó. Y como cuando vas por la calle y alguien se cae… Es
terrible, nos reímos. Es terrible, ¿no? No sé por qué nos reímos pero nos hace
gracia ver caerse a alguien. ¿Será posible? Bueno, pues allí en escena más
todavía. Se cayó y entonces… Fue una risa también como el dominó, pa pa pa pa,
en cadena. Y uno, otro, otro, otro… Yo te digo que una de las chicas, que iba
vestida con traje de novia, se la llevan en volandas e iba con el chorro, o
sea… Literal, se iba haciendo pipí. O sea, se meaba de la risa. Se produjo una
reacción en cadena de “ja, ja, ja, ja, ja” imposible de parar. Y por un lado
estábamos muertos de la risa y felices, claro, porque la risa siempre te da
felicidad, y por otro, con una vergüenza… Y en ese momento de la escena yo
estaba sentada en el suelo apoyada en una mesa baja. Entonces, yo no hacía más
que meterme debajo de la mesa, volver a salir y dar un golpe y decir: “¡Vamos a
ver!”, para ver si aquello se cortaba, porque no había manera de pararlo. Y
cuanto más intenté pararlo, peor fue.
01:02:41
Obviamente, la gente se dio cuenta. La gente no es tonta, dice:
“Esto no es de la función”. Y se produjo también un efecto dominó muy bonito,
porque toda la risa que teníamos en escena contagió abajo. Y estuvimos cerca de
cinco minutos en ese teatro de La Latina, todo el mundo riéndose: “Ja, ja, ja,
ja, ja, ja”. Sin parar. Y ya no sabíamos por dónde íbamos. Aquello fue un caos
pero maravilloso. Cuando ya la cosa se calmó un poco, yo me puse de pie y dije:
“Perdónennos, porque ha sido… ja, ja, ja, ja, ja. Vamos a volver a retomar la
escena un poquito más atrás, a ver si podemos continuar”. Y tuvimos que
repetir, retomar, y la gente lo vivió como una experiencia divertidísima. Luego
se contó a otras personas que venían y decían: “Ay, es que me han contado que
en una se rieron y en la que yo fui a ver no se rieron”. Se fue corriendo la
voz como algo divertidísimo de la función. Yo creo que es uno de los momentos
más bellos que yo he vivido. Porque aunque lo estábamos pasando muy mal, la
gente estaba entregadísima. Y ahí es cuando yo hablo de la comunicación entre
el público y el actor. Se crea una comunión hermosa. Y ahí estábamos todos
juntos en compañía y fue muy bello.
01:04:04
¿Y el peor momento? Creo que los peores momentos… No me pasa
casi nunca, ¿eh? Es quedarse en blanco. ¡Eso es lo peor! Cuando de repente
dices… Y no hay nada. ¡Vacío total! Se oye: “Cri, cri, cri”. ¡Porque no hay
nada! Pero ni una palabra, ni un sonido, ¡nada! ¡Fua! Como un vértigo. Y
entonces el tiempo, que normalmente es: “Uno, dos…”. El tiempo hace: “Uno…
dos…”. O sea, el tiempo se estira y tú dices: “¡Esta pausa infinita! ¿Qué digo
ahora?”. Luego resulta que la gente que lo ha visto desde fuera ni se ha dado
cuenta. Porque un blanco suele ser casi un segundo. Y siempre hay alguien, a no
ser que hagas un monólogo… Siempre hay alguien que… O viene, o la idea viene.
Normalmente se te va cuanto más esfuerzo haces en recordar, es curioso. Como
estés diciendo: “Ahora viene la frase de…”, se va.
01:05:19
Entonces, recuerdo una… También tiene su lado cómico. Yo estaba
haciendo un Lope de Vega, Las bizarrías de Belisa, y ella le decía al galán:
“Vos sois galán discreto y entendido, apacible, valiente, bien nacido, modesto,
airoso, atento y de buen trato y solo os falta hablar por ser ingrato”. Y sale
Blanca Portillo y dice: “Vos sois…”. ¡Bua! Y una cosa es que se te olvide un
texto en una obra en prosa, pero que se te olviden octosílabos… Cuando se te va
el verso es muy difícil improvisar. Es muy difícil improvisar en verso.
Entonces, yo le dije: “Vos sois… ser ingrato”. ¡Porque solo recordaba la
musiquita! El “ato-ato, ido-ido”. Entonces, hice así… Pero muy… Y no olvidaré
nunca la cara de mi compañero, que fue como de: “¿Eh?”. Creo que a él se le
pasó la vida entera por delante. Y un espectador de la primera fila… Perdonad,
pero es que me acuerdo y me muero. Le oigo, eran dos señoras y le dice una a la
otra: “¿Qué ha dicho?”.
01:07:05
¡Lo pasé fatal! Pero luego, ahora lo pienso y digo: “Mira qué
mono, pues la verdad es que fue divertido”. Pero cuando se te va el texto lo
pasas horrible. Pero lo de la señora me encantó. Tan normal: “¿Qué ha dicho?”.
Como que era un problema de ella, que no había entendido. Te pueden pasar
muchísimas cosas. Muchísimas.
01:07:29
Pablo. Hola, Blanca, ¿qué tal? Soy Pablo Tercero, soy actor. Y bueno,
decirte que me emociona mucho escucharte y mirarte, verte los ojos, verte la
mirada, cómo hablas de nuestra profesión, y de ese amor que le tenemos a ella.
Dicho esto… A lo largo de tu carrera, tú has trabajado con gente muy creativa y
talentosa: Almodóvar o Milos Forman, por ejemplo. Casi nada. Entonces, mi
pregunta era: ¿Qué es lo más importante o qué es lo que has aprendido de ellos
dos? Y luego, aparte… Esta gente es muy talentosa y creativa, entonces… Tú
crees que ese talento y esa creatividad, ¿se nace con ella o se hace? Gracias.
01:08:22
Blanca Portillo. Es verdad que yo he tenido
mucha suerte trabajando con personas así. Creo que lo mejor que te llevas de
ellos son ellos mismos en sí mismos, no sus trabajos. Conocerlos. En mi pasión
por las relaciones con la gente, en realidad lo que acabo llevándome es, sobre
todo, eso. Yo tengo la suerte de haber conocido a un ser humano que, además,
tiene un talento increíble. Cuando digo un ser humano, digo a un montón de
seres humanos. Y me quedo siempre con la persona. De hecho, no tengo la
necesidad de que me vuelvan a llamar. Es una cosa curiosa. Me gustaría trabajar
con ellos y repetir con la gente con la que he trabajado, que es maravillosa,
claro que sí, pero me basta, me doy por satisfecha por haberlos conocido y
haber tenido la oportunidad de compartir. Que luego vuelven a llamarte, pues
mucho mejor. Yo creo que, fíjate, cuando estaba en la escuela… De hecho, mi
maestro, Pepe Estruch, decía que no todo el mundo tiene talento para ser actor.
Yo nunca he creído en el talento. De hecho, me rebelaba contra eso cuando era
jovencita. Yo le decía: “El talento no existe, el talento es una tontería”. Y
él me decía: “No, todos tenemos un talento. Hay que descubrir para qué”.
01:09:49
O sea, para ser actor hay que tener un talento específico. Pero
todos tenemos uno, la suerte es descubrir para qué. ¿Talento para qué? Uno
puede tener talento para millones de cosas. Hay que tener talento para ser
minero. Y no todos los mineros tienen talento para serlo. Lo interesante en la
vida es descubrir para qué estás hecha, para qué has nacido. O hecho. ¿Para
qué? ¿Cuál es el lugar en el que tú podrías desarrollar con más facilidad que
los demás eso que tienes? A veces te empeñas en cosas que no tienen nada que
ver con tu talento natural. Y eso es lo que mi maestro decía que produce una
profunda frustración y un profundo dolor, incluso. Porque estás haciendo algo
para lo que no… Él decía siempre que un actor tiene que formarse, y con
formación puedes llegar a ser un buen actor.
"Lo más interesante es descubrir para qué estás hecho, cuál
es tu talento"
01:10:55
Si tienes talento y no te formas, tu talento desaparece. Y si
tienes talento y te formas, eres la bomba. “Puedes llegar a ser la bomba”,
decía. Entonces, como nunca creí en eso, me dediqué a estudiar como las locas,
a hacer todo lo que hubiera que hacer. Y él me dijo un día: “Tienes talento
para esto”. Y dije: “No, no, no, no, que el talento ya me has dicho… El talento
es una cosa que yo no puedo tocar y no me la creo”. Luego, con el paso de los
años… Que ya son unos cuantos, son mucho más de la mitad de mi vida dedicándome
a esto, y cruzándome con personas con talento, con muchísimo talento, me doy
cuenta de que sí que existe. Hay gente que tiene un don para hacer lo que hace.
Pero puedes tener un don para ser el mejor cocinero o para ser la mejor
profesora, o para ser lo que sea. La fortuna es que hay quien lo encuentra y la
desgracia es que hay gente que no lo encuentra.
01:11:59
Yo creo que no me equivoqué. Yo no sé si tengo talento para
esto, pero sí he visto a gente sufrir para hacer algo que a mí no me costaba
mucho. Y nunca lo entendía. “Pero si esto no es tan difícil”. “Será para ti”. Y
dices, bueno… Entonces, con los años sí que me he dado cuenta de eso, de que yo
no me he equivocado al elegir. Y creo que eso es una bomba, haber encontrado a
la primera. como aquel que dice, menos lo de azafata, aquello para lo que, de
alguna manera, vienes dotado de serie. De alguna manera, tienes una disposición
natural para algo. Entonces, ahora sí creo, al cruzarme con gente que dices:
“Es un talento que tira para atrás”. Pero también te das cuenta que en el 99%
de los casos hay una parte de trabajo, de currárselo mucho. De estudios, de preparación,
de elaboración, de crear equipos, de buscar ayuda… En fin. Almodóvar no es un
talento sin más, no es magia potagia. Tiene un talento, indudablemente, pero lo
que tiene es un amor por lo que hace, una dedicación de 24 horas al día, 365
días al año. Y entonces ese talento vuela, ¿no? Yo creo ahora en eso, lo que
decía mi maestro: “Si tienes talento… Si no lo tienes, trabaja mucho,
esfuérzate. Y si lo tienes, esfuérzate también, porque entonces vas a llegar
mucho más arriba”.
01:13:39
Pablo. Vivimos en un Estado en el cual la cultura la tienen un poco
apartada, cuando a mí me parece personalmente que es muy importante para el
desarrollo de una sociedad. Dicho esto, si tú tuvieras a un ministro de Cultura
de este país, da igual del signo político que sea, ¿qué le dirías para…?
Blanca Portillo. Les he dicho unas cuantas
cosas, ¿eh?
Pablo. Sí, sí, sí, pero no sé… Gracias.
01:14:11
Blanca Portillo. Yo siento una profunda
decepción cuando va a haber elecciones y se hace campaña, y no hay un solo
líder político que hable de cultura. Pero sistemáticamente. Ni uno que diga:
“Respecto a la cultura de nuestro país…”. Nadie. ¡Nadie! La vida me ha ido
demostrando también que los ministros de Cultura casi nunca tienen que ver nada
con la cultura. Pueden ser gente que se dedique a algún sector de la cultura,
no digo que no, pero el concepto, la idea de cultura y, sobre todo, un
programa, una idea de lo que quieres conseguir cuando quieres hacer cultura. Yo
he visto que en muchas ocasiones ha sido un ministerio para probarles, a ver
qué tal, para luego llevarles a otros. Gente… No hay más que verlo también
cuando sales a hacer gira y descubres a los programadores de los teatros. De
repente te llega un señor que está programando en un teatro importantísimo y te
dice: “Mira, es mi primer año, yo salí de Bibliotecas…”. Y dices: “¿Eh?”.
Cuando no te dicen: “Yo vengo del sistema penitenciario” y dices: “¿Y ahora
programas teatro? ¿Cuál es el criterio?”.
01:15:26
Yo creo que somos un país muy torpe en eso. No hay nada más importante
que un país culto. Lo que pasa es que también un país culto da miedo. Y eso
siempre ha ido de la mano, esto lo sabemos, no hay más que echar la vista
atrás. Un país culto es un país que elige y que opina, que tiene opinión y que
no se deja engañar, y que exige. Entonces, pues no es fácil. Nos creemos que un
buen ministro de Cultura es el que va a bajar el IVA. No, no. Un buen ministro
de Cultura es alguien que de verdad se preocupe por que esto sea algo tan
importante como la sanidad… Y lo digo así. …como la sanidad, como la educación.
Estos son bienes básicos. Que tiene que preocuparse del acceso de la gente a la
cultura. El acceso absoluto a la cultura. El patrocinio, claro que sí, de la
cultura, y de las personas que se dedican a hacerla. ¿Cómo que no? ¿Cómo que
vivimos del cuento? ¿Quién ha dicho…? ¿Quién se ha encargado de decir…? ¿Qué
ministros de Cultura se han encargado de decir que la cultura vive del cuento?
Si hay millones de cosas muchísimo más subvencionadas y muchísimo más
protegidas.
01:16:44
Amor por esto, crear criterio en las personas. ¿Yo qué les
diría? Que si de verdad quieren ser ministros de Cultura. Sería mi pregunta:
¿De verdad quieres ser ministro de Cultura? ¿Para qué? ¿Para hacer qué? Pero
que te lo digan, como el de Economía dice: “Yo quiero subir los impuestos de
tal para…”. Bueno, ¿y usted qué quiere hacer? “La cultura para todos”. ¿Y eso
cómo se hace? Qué dinero va a pedir usted cuando se siente en el Consejo de
Ministros y diga: “¿Para mi departamento cuánto hay?”. “Para el tuyo, el que
menos”. “Pues me voy”. No, que de verdad se peleen por lo que quieren. No se ha
conseguido hacer una ley de mecenazgo y seguimos sin ley de mecenazgo. No sé,
que de verdad esto se hace en otros países, y que hay pactos por la cultura. Lo
mismo que tendría que haber un pacto por la sanidad y por la educación para
dejarnos de que cada vez que hay un cambio político todo se nos desestructure,
y lo que se consigue hacer y levantar en tres años uno se lo carga en dos meses
y ya no hay manera de rehacerlo. Un pacto por la cultura y por la educación,
que van de la mano. Por favor, para que sea algo que no dependa de vaivenes y
de vientos políticos.
"Es necesario un pacto político por la cultura, como la
sanidad o la educación"
01:18:06
Pero no… Como no hay un criterio tampoco. Como yo no veo al de
Ciudadanos pelearse con el del no sé qué por la cultura y decir: “No, no, no,
nuestra posición es mucho mejor por esto, por esto…”. Yo no los he visto
discutir de cultura nunca. ¿Vosotros sí? ¿Dónde? Porque me encantaría ir a
verles. ¿Habéis visto alguna vez en el Congreso de los Diputados que se debata
sobre la cultura? Pero ni siquiera de los presupuestos de Cultura. Les
preguntaría eso: ¿Para qué quieren un Ministerio de Cultura? Si no lo usan.
¡Quítenlo! ¡Anda ya! Es un poco desesperante…
Pablo. Bastante. Gracias.
01:18:54
Alfonso. Hola, Blanca, me llamo Alfonso. Y yo
alucino porque eres actriz, productora, directora, profesora, azafata… Y a mí
me gustaría saber, de todo lo que tú has aprendido en tu trayectoria vital, así
como lección de vida, con qué te quedarías y por qué.
01:19:17
Blanca Portillo. Yo creo que a pesar de
todas las cosas que he ido haciendo a lo largo de los años, me encanta dirigir,
me encanta producir, creo que me quedo con esto que hablábamos, con esa magia
de ese segundo de comunicación con la gente. Yo siento que soy intérprete por
encima de todo. Actriz. “Intérprete” es un término que a mí me encanta. Yo
interpreto las palabras que ha escrito un autor. Y con las reglas que más o
menos marca un director. Interpreto emocionalmente, las convierto en otra cosa,
en otro idioma. La comunicación que se establece. Por eso siempre digo que
nunca sabría elegir entre cine, teatro o televisión, pero si tuviera que elegir
una, nunca… El teatro nunca lo excluiría. Sería lo único a lo que no quisiera
renunciar nunca, porque se produce ese efecto que os digo. No tiene precio.
Paraos a pensarlo, ¿no?
01:20:24
Alguna vez os habrá pasado que habéis sentido una emoción, y se
lo habéis contado a alguien, y esa persona se ha emocionado con vosotros. Se le
han saltado también las lágrimas o también se ha reído. Esa comunicación,
dices: “Este es un amigo o una amiga, a la que yo puedo decirle lo que siento”,
y esa persona entra en ti con la empatía de la que hablábamos y se pone en tu
lugar y viven lo mismo. Yo tengo el privilegio de vivir eso cada día de mi
vida. Y eso es lo más hermoso que me ha dado esta profesión. Sentir que lo que
yo siento es real y llega al que está al otro lado, y lo compartimos.
Comunicarse. Estamos tan faltos de comunicación, es una pena. Os lo digo en
serio. No escuchamos, no vemos, no miramos a los ojos. Vas por la calle y no
sabes con quién te cruzas. Yo bendigo cada mañana que voy por la calle y
alguien sonríe al pasar. Alguien pasa por tu lado y te sonríe, y dices: “¡Ay!”.
Gratis, por nada, porque sí. O ves a alguien mal y te entran ganas de decir:
“¿Le pasa algo?”. Y no lo hacemos. Yo tengo el privilegio de comunicarme cada
día de mi vida. Eso es una bomba. Mucho más que montar una función o ganar un
buen sueldo. Mucho más importante.
01:21:57
Bueno, pues nada, así mirándoos a los ojos, os doy las gracias
porque ha sido realmente agradable estar aquí con vosotros. Gracias por cada
una de las preguntas y por compartir esta locura mía. Y os invito, de verdad, a
cada uno de vosotros, a que, si tenéis la oportunidad, lo toquéis, toquéis este
mundo de alguna manera, os acerquéis a él. Y espero que nos veamos por los
teatros del mundo. Os espero, ¿eh? Gracias.
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