lunes, 11 de junio de 2018

Ponencias del evento Córdoba, 100 años después. Destino de la Reforma Universitaria de Córdoba, su mejoramiento y su definición - Dr. Roberto Rondón Morales



                              

PREAMBULO.

El universalismo griego se basó en la filosofía, las ciencias naturales, el arte,   el estado y la sociedad. El universalismo romano  se basó en la lengua latina común,   la jurisprudencia, la literatura y la fuerza de las legiones. El universalismo cristiano que suplió al anterior, se fundamentó en creencias sobre la creación, la concepción trinaria de  Dios, la cristología y la Iglesia con los sacramentos, basadas en la fe y en la interpretación incontrovertible y única de la Biblia, los Evangelios, las Cartas de los Apóstoles y los libros de los Santos Padres, acompañada la fe del premio del cielo o del castigo de excomunión, torturas y el infierno (Roberto Rondón. 2007). Los universalismos generaron gran cantidad de conocimientos que trascendieron a los siglos, pero su transmisión y aprendizaje no se acreditó hasta la aparición de la universidad, institución jurídica pontificia y real, creada en el siglo XII a tal fin. La universidad es el centro por excelencia del conocimiento, creado o transmitido,  que ha determinado el destino de esta institución (Rondón, Roberto. 2005).


EL CONOCIMIENTO EN LA UNIVERSIDAD ORIGINAL.- 

Cuando el dominio de la Iglesia fue total a partir del Siglo IV, se presentó la necesidad y la conveniencia de unificar y reforzar la fe y las creencias con la razón, presionada  además por los movimientos cismáticos y heréticos, por lo que se generó el debate más importante de la humanidad de entonces para explicar el conjunto de los conocimientos o creencias cristianas dentro de las cuales, ahora  jugaba un papel estratégico muy importante la unión del poder humano y divino en la tierra, con interpretaciones de las Sagradas Escrituras que no fueron suficientes ni convincentes,  por lo que se acudió a la erudición de los Santos Padres en los siglos III y IV  y a  la creación  de las universidades en el siglo XII, donde y cuando   se logró una cosmovisión de los conocimientos cristianos,  judíos y árabes, alejándoles  las viejas calificaciones de   paganos y bárbaros, y logrando con un gran esfuerzo, “armonizar y conseguir  una síntesis perfecta entre la revelación cristiana, la sabiduría griega sobre todo de Platón y Aristóteles, los  escritos judíos de Maimónides y  árabes de Avicena  y Averroes, no sin grandes obstáculos”. Esto fue tan exitoso que los Papas Inocencio III (1198-1216) y Gregorio IX (1227-1241), grandes protectores de la universidad, no previeron ni controlaron este inmenso desarrollo del conocimiento al punto que consideraron “a las universidades el medio más poderoso de que disponían para expandir la verdad religiosa en el  mundo, o bien una fuente inagotable de  errores, capaces de envenenar a toda la cristiandad” (Verguer, Jacques. 1976).

De otro lado, la universidad vino a poner orden en la gran dispersión del conocimiento existente y a cambiar  sus metáforas y símbolos por descripciones.  Ordenó  el conocimiento  en las llamadas artes liberales  dirigidas al estudio de las voces o palabras en  el trívium con gramática, lógica y retórica, y en el quadrivium o estudio de las cosas con aritmética, geometría, música y astronomía.

El conocimiento fue de complejidad creciente y por etapas:

 1.- El conocimiento del mundo por el hombre mediante las artes liberales, común para todos los alumnos al estilo de un ciclo básico.

2.- El autoconocimiento del hombre por la medicina.

3.- El conocimiento de las vinculaciones seculares y eclesiásticas del hombre con el derecho civil y canónigo.

4.- El conocimiento del concepto de Dios por los hombres mediante la teología, que era  la suma de los conocimientos. Metodológicamente, el  conocimiento y su reproducción derivaban de  la fe y la razón, con   la función de su construcción (gramática), de los silogismos (lógica), del discurso (retórica), de los números (aritmética), de las medidas (geometría), de las melodías (música) y del cálculo del curso de los astros (astronomía).
  
El conocimiento sólo dio  prestigio y se acumuló como un tesoro, todo dentro de la universidad que era comunitaria porque estaba conformada por frailes maestros y alumnos, todos pobres y desinteresados, sin sedes físicas,  y con  Facultades de Artes, Decretos o Derecho Canónigo, Medicina y Teología que  no eran las organizaciones separadas que ahora conocemos, sino la competencia para enseñar y emitir grados  de derecho canónigo y civil,  medicina y teología;  y era  unitaria porque todas las actividades intelectuales giraban  en torno a una idea central, Dios; a una  Facultad Nuclear, la  Teología y a una preocupación básica que era salvar al hombre (Luis Alberto Sánchez. 1949).

El modelo universitario medieval y colonial fue un conservatorio del conocimiento existente, en manos de maestros y alumnos que eran los  artesanos del saber,   en   ciencias clasificadas   en “estudios generales”  que contenían al menos Gramática, Lógica, Retórica, Leyes y Decretos según el Rey Don Alfonso El Sabio.
Los métodos de enseñanza eran la lección y la discusión. La lección  se desarrollaba con preguntas u objeciones, que generaban una  disputa o discusión que era un  certamen dialéctico con presencia de uno o varios maestros quienes como pensadores, ofrecían unos  argumentos razonados como soluciones o determinaciones que eran las  respuestas a las objeciones presentadas, en general, logradas por argumentos en contrario. Las contradicciones y refutaciones eran típicas de esta metodología de enseñanza, en donde la razón era iluminada por la fe (principio de la teología). Fue muy importante la erudición y fama de los maestros que dieron reputación a las universidades. No dejó de haber interminables discusiones sobre los términos o terminismo,  que degeneró a la escolástica hasta su abandono como método fundamental, por lo que  muchos maestros se alejaron de la dialéctica y del silogismo.
Al final, en la Edad Media: “La universidad de París no era parisién ni francesa, sino una fuerza cristiana y eclesiástica dotada del mismo derecho y la misma significación que el Sacerdocio o el Imperio (Elienne Gilson. 1965)

EL USO DEL CONOCIMIENTO EN EL RENACIMIENTO.-

El Renacimiento trajo cambios profundos en la Universidad y en los profesores. El conservatorio del conocimiento cesó  y se ofreció por su  poder y riqueza,   por lo que ambos  dejaron de ser pobres y humildes. Aquella adquirió propiedades para funcionamiento y residencias, por lo que apareció el concepto de recinto universitario.  

Los profesores dejaron de ser desinteresados,   rechazaron los salarios por degradantes y sometidos a la inflación por frecuentes crisis económicas, y optaron por el cobro y  los obsequios directos de los estudiantes, así como el pago por  matrículas y los grados, lo que redujo el número de estudiantes de bajos ingresos. Se constituyó una oligarquía universitaria  por el manejo del conocimiento,  aun antiguo e inerte pero ya cambiante, lo que fue imperceptible  por  la universidad. A pesar de ello, el conocimiento  permitió a los profesores  la adquisición de elementos de realeza y de linaje, que además de riqueza y confort, celebraban  ceremonias pomposas de graduación con togas, birretes y anillos similares a las eclesiásticas y reales. Una manifestación de  este linaje fue la herencia de las cátedras, factor que impidió por mucho tiempo la renovación universitaria (Capelletti, Angel. 1993).

LA DECADENCIA DE LA UNIVERSIDAD ORIGINAL.-

El esplendor y trascendencia de esta universidad original cesó y estuvo en peligro de desaparecer por múltiples factores.   El principal fue que el conocimiento solamente   deductivo, continuó concibiéndose sólo  para la defensa espiritual  y temporal de la Iglesia cuando ésta y el Papa perdían el dominio absoluto anterior,  no abrió resquicios a la ciencia y a la inducción,  y  el puntilloso dogmatismo del conocimiento   rechazó al de  la experimentación en un momento en el cual el hombre dejó de conformarse sólo con la instrucción y aspiró a  la  evolución. El conocimiento tuvo  dificultades para modernizarse mediante una “teología racional” (la razón iluminada por la fe)     y por la persistencia del método de la escolástica  con su forma de razonar  o dialéctica que conducía  sólo  a síntesis o conclusiones con  argumentos terministas y en contrario, todos deductivos. Por ello, muchos intelectuales, de manera particular los astrónomos, se refugiaron fuera de la iglesia para garantizar su libertad creadora amparados por reyes y príncipes ilustrados y reformistas.   Influyó de una manera muy determinante en esta decadencia,  la particularidad espacial autónoma y autosuficiente de la universidad  en su jurisdicción, que la convirtió en una mónada aislada conventual similar al antiguo sistema feudal, en tiempos en que había empezado a ser  desplazada por la función de la “ratio thécnica” (Ernesto Mayz V. 1984).

EL MODELO NAPOLEONICO DE UNIVERSIDAD.-

La crisis decadente de la universidad  llegó a  su culminación en los siglos XVII y XVIII. Una de las alternativas de solución que se planteó en el siglo XIX fue el llamado “Modelo Napoleónico”.

Este modelo tuvo tres grandes propósitos, todos basados en el conocimiento para  la enseñanza: 1º. “Los preceptos de la religión católica que son las máximas sobre las cuales reposan las leyes orgánicas de los cultos; 2º. La fidelidad al Emperador, a la monarquía imperial, depositaria del bienestar de los pueblos y a la dinastía napoleónica, conservadora de la unidad de Francia y de todas las ideas liberales proclamadas por las constituciones y 3º. La obediencia a los estatutos del cuerpo de enseñantes, que tienen como objeto la uniformidad de la institución y que tienden a formar  para el Estado ciudadanos apegados a su religión, a su príncipe, a su patria y a su familia”  (Cárdenas, Antonio L. 2004).

Para Napoleón, la universidad no tenía la finalidad del cultivo de la ciencia como sí la tenían los alemanes,   ni la formación integral del hombre o la educación liberal como la tenían los ingleses, sino la enseñanza de un oficio útil a la sociedad.  Este modelo  planteó que la investigación debería hacerse fuera de la universidad, en Academias, Museos, Jardines y otros, que en América Latina, al trasladarse el modelo napoleónico, no se crearon.

El modelo napoleónico tuvo un predominio del entrenamiento teórico y ahora práctico profesional sobre el conocimiento puro.  A partir del momento en que el Estado asumió a las universidades, determinó las facultades que emitirían grados: Ciencias Eclesiásticas, Ciencias Políticas, Ciencias Filosóficas, Ciencias Médicas, que incluían Odontología, y Farmacia que emitirían grados de bachiller y doctor para la burocracia pública y privada.

Este proceso universitario coincidió con la consolidación de las nacionalidades y del estado en América Latina, la construcción de una infraestructura moderna,  el requerimiento de las demandas sociales de la población, de la política de sustitución de las importaciones, la necesidad de dar respuestas a las exigencias de ascenso social de la población y de la capacidad para interpretar y aplicar en los países los desarrollo científicos y tecnológicos europeos y norteamericanos. Todo este complejo indujo en que a medida que aumentaban los desarrollos de los conocimientos, aparecieran nuevas alternativas profesionales, y nuevos niveles educacionales tanto tecnológicos como postgraduados. Fue muy importante la revisión y actualización de los planes de estudios, la formación del personal docente, la dotación de recursos físicos, financieros, informáticos a las universidades.

La estabilidad del personal docente, su dedicación,  su formación, reconocimiento jerárquico y salarial se establecieron mediante reivindicaciones  sociales por sindicatos y convenciones  colectivas de trabajo, lo que se convirtió en una importante preocupación de las universidades. A esto se agregó la escasa preparación previa de los estudiantes y su efecto sobre el  progreso académico, la masificación y el empleo. En éste, empezó un predominio paulatino del sexo femenino. Todo esto constituyó materia de discusión en  las universidades, que crecían en la medida en que aparecía nuevo  conocimiento científico y tecnológico, la necesidad de nuevos entrenamientos y áreas de desarrollo económico. Es de destacar la incongruencia entre la formación cualitativa y cuantitativa de los profesionales en relación con las expectativas y necesidades del desarrollo socio económico. El desarrollo nacional y del conocimiento y las universidades no coincidían.

Las crisis económicas de los países y ciertos tipos,  enfoques y demandas de entrenamiento profesional y tecnológico han hecho aparecer de una manera muy importante la educación superior privada.   Hay que señalar la tardía apertura de las Facultades de Humanidades y de Ciencias  en especial después de la Segunda Guerra Mundial cuando desde la OEA se inició el planteamiento de la investigación científica como factor de desarrollo estratégico de los países. Esto vino a complementar el modelo de entrenamiento vigente hasta ahora.

El modelo del conocimiento como base del entrenamiento profesional y técnico ha perdido  relevancia como medio de movilización social, de acceso a un alto nivel de ingreso y de ocupación de cargos de alta jerarquía pública y privada. La exagerada formación numérica   en algunas   profesiones, los estancamientos productivos, los cambios en los mercados de trabajo y su devaluación, aunado a las crisis económicas de  los países han  provocado migraciones y pérdida de talentos. De otro lado, han aparecido centros de formación profesional y técnica independientes de las universidades que empiezan a disputar a estas instituciones lo que parecía ser de su exclusiva competencia, la utilización del conocimiento para la formación y entrenamiento de profesionales y técnicos.

EL FUTURO DE LA REFORMA DE CORDOBA: UNA REFORMA AXIOLOGICA DE LA UNIVERSIDAD.

La reforma de Córdoba dejó intacto el proceso académico de la universidad tradicional, lo que permitió y favoreció la  acumulación y coexistencia de  los modelos colonial, napoleónico, cordobés, científico y social, que creó un entramado de concepciones y fines de la universidad, en donde compiten la academia con la política partidista.

Sin embargo, esta reforma formuló el modelo autonómico latinoamericano de universidad.  La autonomía concebida originalmente  como soberanía y democracia, protectora y libertaria,    ha aislado a la universidad territorial, orgánica y funcionalmente. Por ello, debe renovarse el concepto de autonomía hacia un criterio de autopoiesis, es decir,  que la universidad debe asumir, entre otras,  una capacidad de regeneración y auto renovación para dar respuestas oportunas y suficientes a los cambiantes entornos, entre ellos el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

En su función, la nueva universidad debe orientarse por una nueva forma de usar el conocimiento, si es que persiste como parece la función docente de esta institución. Hay un cuestionamiento de los métodos escolares tradicionales, y de la forma y fin como usa el conocimiento,  por lo que una vía de reforma futura podría encaminarse hacia el cambio de sus modelos escolares sin comprometer el resto orgánico de la institución.

1.- La modalidad educativa escolar de maestros y alumnos ha sido tradicional. Busca una gran cobertura territorial y una homogeneidad del aprendizaje con métodos masivos, pasivos, dominantes y dependientes, con represión, sometimiento y redención del estudiante, sin posibilidades de desarrollo de la experiencia ni la autonomía. Hay una interacción directa y presencia simultánea de maestros y alumnos en el mismo espacio y tiempo. La lección y el texto son los instrumentos principales, y no se adapta a minusválidos ni a  superdotados.

La modalidad escolar tradicional basada en un igualitarismo jurídico y moral no ha logrado este objetivo, y el planteamiento de la emulación social  del grupo y la del profesor como sabio y buen ciudadano no se ha logrado tampoco. Al final, no hay un igualitarismo social, humano ni técnico en la universidad.

2.- La enseñanza abierta flexibiliza  las posibilidades del estudiante por su edad, ocupación o preparación previa. Hay una interacción indirecta del estudiante en su aprendizaje como método básico, apoyado en materiales impresos, laboratorios simplificados de uso personal y el docente como asesor, no su fuente de conocimiento, y con medios intermediadores como el correo, la radio, la televisión y centros de apoyo con recursos de aprendizaje y biblioteca. La enseñanza abierta, al final iguala los contenidos del aprendizaje y la acreditación al modelo escolar tradicional,  no hay emulación social del profesor y hay tendencia a la individualización.

3.- La enseñanza a distancia  es abierta e individualizada pero interactiva, y comparte medios como el microship, las computadoras y los satélites, las redes digitales inteligentes, los centros de información para poblaciones dispersas o entre países, donde juegan un papel muy importante las tecnologías de la información y la comunicación, y por supuesto la transformación de la información en conocimiento. Hay una separación entre el alumno y el profesor, aun cuando el aprendizaje interactivo se hace en tiempos reales. Se facilita un proceso de aprendizaje al ritmo personal y de sus intereses (Alvarez M, José M. 1988).

EL FUTURO UNIVERSITARIO POSIBLE

 Los inmensos sistemas informáticos, de tele comunicaciones y de módems deben  transformar el rol axiológico de las universidades.

1.- Se debe partir del hecho de que la universidad no es la única institución que hace investigación, extensión o servicios, pero hasta ahora monopoliza la formación técnica y profesional, que históricamente ha sido su rol principal, aun cuando con el uso de las TIC´S se le empieza a competir. La universidad debe cuidar y proteger que el uso e impacto de estas tecnologías no desprendan, aun cuando fuese parcialmente, la función primordial de la universidad, es decir, la formación profesional y  técnica. Pero a la vez, debe considerar cuidadosamente  el riesgo de que el “virtualismo” a la libre se convierta en un elemento hegemónico, y lo que es peor, controle la enseñanza (información) y la educación (formación).

2.- Al revés, el reto es trascendente y provechoso porque según los conocedores del tema, cerca de 75% de las nuevas profesiones no se han inventado, campo en el cual la universidad tiene  un ámbito primordial para explorar. Hay modelos como el del Instituto Tecnológico de Monterrey que preparan con orientaciones nuevas  como las de los emprendedores en lugar de buscadores de empleo,  liderazgo para fomentar cambios, y programas para la exportación en búsqueda de mercados externos. Señalan un contrasentido encontrado con el problema “de la individualización”.        

3.- Aun cuando muchos trabajos pudieran ser realizados por robots, las  “conductas”  valores y aptitudes  no podrán ser robotizadas ni ofrecidas por el virtualismo. Estos favorecen “un modelo” eficiente de trabajo, pero no la emulación social, ética ni personal. Tampoco la capacidad de aprendizaje permanente para un desarrollo profesional continuo, el profesionalismo, la conducta social y ética que no podrá ni deberá ser desprendida de la universidad, cuyo reforzamiento deberá ser parte de los nuevos retos  principales en la formación profesional y técnica en la universidad,  y su diferenciación; y que además llevan  implícito el compromiso de  dar cuenta a la sociedad de lo que hace la universidad,  y junto con el profesional y el técnico  someterse periódicamente a una acreditación externa en su componente técnico y de valores.

4.- La universidad debe participar también en la atenuación de  la visión económica del conocimiento basada “en que el ciudadano sólo podrá subsistir si es capaz de incrementar su posibilidad  de aprendizaje al ritmo de los cambios como única forma de mantener su capacidad adquisitiva”. “La economía digital  plantea un modelo de desarrollo de habilidades para la acumulación, la gerencia y el uso de la información del conocimiento”. Se acuñó el término “Capital humano” o la habilidad para  la producción en términos similares a los que se logran con el capital físico”, lo que conduciría a la agregación de valor a la producción en la economía y el ingreso de la persona educada”.

5.- La universidad debe participar en la corrección de las desigualdades y en el igualitarismo entre minusválidos,  hombres y mujeres y entre la ciudad y el campo.  Hay desigualdades biológicas e intelectuales que determinan aprendizajes y labores diferentes. No se trata de cambiar al individuo sino de hacer posibles ciertas capacidades adquiridas, adoptadas y adaptables según las posibilidades de cada quien y por un medio flexible como son estas tecnologías. Se trata que los minusválidos y discapacitados, mujeres y campesinos dispongan de conocimientos, habilidades, destrezas y valores que a través de esfuerzos individuales lleguen a una meta planteada, de manera que su acción no sea débil ni sus respuestas erróneas o defectuosas, organizando de manera personal su enseñanza (información) y educación (formación.) para  que no haya selección  de los “mejores” frente a los demás.

Esto es posible “porque la información se puede reconstruir, habrá registros nuevos y más resistentes, más capacidad de absorción y retención y más fácil la actualización. También habrá máquinas pensantes y de aprendizaje como auxilio y complemento  para lograr el igualitarismo a pesar de las incapacidades biológicas e intelectuales, logro que no se obtuvo con la educación tradicional”.

Bonito reto para la universidad del futuro, sin dejar de ser el presente.

Roberto Rondón Morales

Miradas Múltiples
Junio de 2018



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