lunes, 11 de junio de 2018

Los 100 años del Movimiento Reformista de Córdoba - Dr. José Mendoza Angulo



Respetables jóvenes:

En junio de 2018 se cumplirán 100 años de la reforma universitaria iniciada en Córdoba (Argentina) que tan profundas repercusiones provocó en el sistema universitario latinoamericano. En América Latina se estaba iniciando con algún retraso el siglo XX. Argentina parecía entonces como el país con mejores posibilidades para pasar del tercero al primer mundo por los niveles alcanzados por su economía, por su potencial educativo y porque en política la presidencia de Hipólito Irigoyen, conquistada cívicamente en 1916, ofrecía claros auspicios democráticos. En Europa estaba terminando la primera guerra mundial y con ella el dominio de estados imperiales anclados en los más recalcitrantes sectores económicos, sociales y políticos. Desde México llegaban todavía aires románticos de la revolución que había comenzado en 1911 aunque en 1917 buscaba ya su regularización institucional. Eran también los tiempos de la revolución rusa que en los confines de Europa con Asia marcaba el inicio alentador de esperanzas en las posibilidades de una sociedad nueva y justa.


Estas fuerzas y circunstancias espolearon al estudiantado de la Universidad de Córdoba para promover la reforma de la vieja institución argentina y proponer a los universitarios de Sudamérica la modernización de las instituciones de educación superior del continente. Las razones internas fueron plasmadas, dramática y juvenilmente, en el manifiesto liminar de la reforma dado a conocer el 21 de junio de 1818, en los siguientes términos: “…las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y  -lo que es peor aún- el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara”.

Noventa y ocho años después de Córdoba y, en el caso de Venezuela, cincuenta y ocho años después de la reforma legal que le dio forma jurídica a las conquistas del movimiento universitario continental del siglo XX, nos encontramos otra vez ante la necesidad de evaluar críticamente lo que hay que hacer ahora para que lo que está pasando en nuestras universidades y en nuestra sociedad no nos impida, por segunda ocasión, llegar con retardo a un nuevo siglo. Sin el menor asomo de lisonja para con ustedes, tenemos la convicción de que este es el tipo de tarea que el destino le reserva de tiempo en tiempo a la juventud. Para decirlo con las propias palabras del manifiesto liminar de Córdoba, porque   “…la juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es  desinteresada, es pura. No ha tenido aún tiempo de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace mérito adulando o comprando”.

   En nuestra opinión, entre las fuerzas y factores que apremian por un cambio deben ser citados:

   1.- Un mandato internacional.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en su “declaración mundial sobre la educación superior para el siglo XXI: visión y acción”, formulada en 1998, registró el hecho de que la segunda mitad del siglo XX pasaría a la historia de la educación superior como la época de su expansión más espectacular (en el mundo el número de estudiantes pasó de 13 millones en 1960 a 82 millones en 1995) pero que “dado el alcance y el ritmo de las transformaciones la sociedad tiende más a fundarse en el conocimiento…la propia educación superior ha de emprender la  transformación y la renovación más radicales que jamás haya tenido por delante”.

         Esta advertencia de la UNESCO es el prólogo de un proceso que deberá tener lugar en el siglo XXI una vez que nos hayamos despojado todos del temor al misterio y a la incertidumbre con que antes los seres humanos nos interrogábamos sobre el porvenir. Primero, porque el futuro ya no es una cuestión de ciencia ficción como se le consideraba hasta no hace muchos años cuando prácticamente no existían herramientas teóricas para pronosticar lo que sería el mañana más o menos lejano de nuestra sociedad. Hoy los especialistas en la planificación e investigación del futuro que ya trabajan en universidades del primer mundo registran la curiosa paradoja de que el largo plazo parece más predecible que el corto plazo. Segundo, porque está en curso una sorprendente revolución tecnológica, especialmente en el dominio de las comunicaciones, y las universidades no pueden darse el lujo de quedar convertidas, por inercia y por descuido o por inacción, en museos más o menos sofisticados.

   2.- Las propias urgencias de Venezuela.

Entre las urgencias venezolanas que deben ser atendidas prioritariamente para que nuestras universidades no pierdan el tren modernizador de la educación superior que ya tiene un camino hecho en otras instituciones del mundo, nosotros encontramos cuatro fuentes específicas.

La primera está representada por el hecho de que el marco jurídico de la educación superior del país presenta hoy una doble contradicción que traba su desarrollo. De una parte, la vigencia de una ley que fue concebida para una realidad institucional que no guarda ninguna correspondencia con el cuadro general de la educación superior en estos momentos. Para 1958, momento cuando se dicta el decreto-ley de universidades que conserva su perfil inicial a pesar de la reforma sufrida en 1970 en el Congreso Nacional fundada en razones políticas, en Venezuela existían ocho centros educativos de nivel superior (en el sector público cinco universidades y el Instituto Pedagógico Nacional, y en el sector privado dos universidades) mientras que en la actualidad, 58 años después, existen en Venezuela alrededor de 180 instituciones de educación superior que forman un conjunto organizativo y funcional definitivamente heteróclito. DE otra parte, de las cinco universidades existentes para el momento de dictarse la ley de 1958, por mandato de ese texto legal cuatro eran plenamente autónomas. Lo que quiere decir esto es que la autonomía tenía el carácter de principio legal regulador de la educación universitaria venezolana y lo sigue teniendo a pesar de que en la actualidad la inmensa mayoría de las instituciones de educación superior, gracias al subterfugio de la reforma de la Ley de Universidades de 1970, no son autónomas sino “experimentales”, es decir obedientes administrativas de las directrices oficiales en materia de organización y gobierno.

La segunda proviene del rango jurídico superior que ha pasado a tener el principio autonómico en Venezuela. Hasta 1999 el principio autonómico de la educación superior venezolana era de rango legal y, a partir de ese año es de carácter constitucional, lo cual quiere decir, en palabras del distinguido jurista y profesor Moisés Trocónis Villarreal, quien realizó un cuidadoso examen del artículo 109 de la Constitución, que “la competencia de las universidades autónomas para dictar sus propias normas de gobierno, funcionamiento y administración, salvo las relativas al control y vigilancia de la administración de su patrimonio, no puede ser invadida ni usurpada por el legislador ordinario, la Asamblea Nacional, pues ello significaría la violación directa del mandato contemplado en el artículo 109 constitucional”. Esto significa que quien está en mora con el cumplimiento del mandato constitucional de 1999 somos nosotros los universitarios y no el Gobierno o el Poder Legislativo. Los integrantes de la comunidad universitaria de cada universidad autónoma estamos obligados a dictar nuestro propio estatuto autonómico, lo cual significa someter a profunda revisión el desempeño de nuestras instituciones universitarias en el  transcurso de los últimos 58 años y establecer las pautas que regirán su desempeño futuro.

La tercera fuente de las urgencias nacionales para impulsar el cambio y la renovación de nuestro sistema universitario está directamente conectada con la necesidad superior de asentar sobre bases sólidas la soberanía nacional y el desarrollo del país. La expresión del reto es la siguiente: con el final del siglo XX Venezuela perdió los dinamismos fundamentales que explicaron el progreso alcanzado por nuestra sociedad en lo económico, lo social, lo político y lo espiritual, y se equivocó dramáticamente al escoger como fórmula de remplazo la locura depredadora que ha prevalecido en los primeros dieciséis años del siglo XXI. El futuro del progreso nacional y de la auténtica defensa de nuestra soberanía no depende ni dependerán de las armas sino del desarrollo del conocimiento, es decir de la ciencia y las humanidades, y por esa razón su escenario natural no son ni serán los cuarteles sino las universidades. Las armas y quienes las manejan pueden llegar a tener una significación táctica pero el contenido estratégico solamente puede encontrarse en el  trabajo de las universidades como culminación de un portentoso proceso de cambio en el sistema educativo nacional. El conocimiento científico y humanístico producido en las universidades será también el soporte de la autonomía de nuestra defensa. No debe durar más tiempo la sangría que está sufriendo el país con la fuga de tantos recursos humanos calificados en nuestros principales centros de estudio y formación.

Y la cuarta,  está representada hoy por los efectos de la política de educación superior adelantada por el régimen actual que, tanto desde el punto de vista estructural como conceptual y funcional, ha creado un conjunto institucional paralelo al existente que no solo no apuntó en su concepción a la superación de los problemas existentes sino que ha creado nuevas fuentes de dificultad por la manera como se concibió la formación profesional de los jóvenes, por los desajustes crecientes derivados de la inserción de los nuevos egresados en la escala de valores que la sociedad reconoce de ordinario a quienes salen graduados de la universidad venezolana, y porque subestimó sin justificación el trabajo de creación científico y humanístico como basamento del desarrollo autónomo del país por descuidar la calidad de los recursos humanos a quienes se encargó la responsabilidad de atender ese nivel educativo y porque, contra los principios universales establecidos sobre la neutralidad política de la educación, se pretendió convertir la educación superior regimentada por el gobierno, en un instrumento de ideologización de los estudiantes.

Ahora bien, nos parece que tareas como las planteadas en este mensaje deben ser encaradas con el más grave sentido de responsabilidad. La primera cuestión que se impone es la reorganización nacional del movimiento estudiantil. Esta no es solo una necesidad para el estudiantado sino para toda la sociedad venezolana. La precariedad de las organizaciones políticas, profesionales y gremiales del país podrían encontrar en un nuevo movimiento estudiantil un acicate para superar los grandes desafíos que tiene planteados Venezuela en la actualidad. Y tal vez este primer logro se facilite si se diseña un esquema organizativo democrático y moderno para las nuevas estructuras y si estas se hacen oscilar alrededor de la obligación doctrinaria de definir y llevar adelante los objetivos a alcanzar para la reforma de la educación superior venezolana. El año 2017 podría ser consagrado a la reorganización del movimiento y a la discusión de las ideas y papeles de la reforma. El año 2018 pudiera ser el de la sanción del proyecto de reforma con sus implicaciones legales, políticas, institucionales y financieras. Por las razones que anteceden y como simple incentivación a la discusión que deberá tener lugar, ponemos en manos de ustedes la exposición de motivos y el anteproyecto de Ley Orgánica del Sistema Nacional de Educación Superior de Venezuela que hemos presentado al Consejo Universitario de la Universidad de Los Andes en el primer semestre de este 2016.

    Al expresarles una vez más nuestro respeto, les anticipamos el reconocimiento por la decisión que adopten en relación con la propuesta que les estamos formulando.

   Atentamente, desde Mérida….

MENSAJE A LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES Y DE TODA VENEZUELA CON MOTIVO DEL PROXIMO CENTENARIO DEL MOVIMIENTO REFORMISTA DE LA UNIVERSIDAD DE CORDOBA (ARGENTINA) Y LA NECESIDAD DE CONMEMORAR LA TRASCENDENTAL FECHA EN NUESTRO PAIS PROMOVIENDO LA REORGANIZACION DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y LAS REFORMAS QUE REQUIEREN HOY NUESTRAS UNIVERSIDADES.


(Documento redactado el 19 de septiembre de 2016 por el profesor José Mendoza Angulo y entregado a dirigentes estudiantiles de la Universidad de Los Andes)

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