Sin un sistema de educación extensivo, inclusivo y de calidad el futuro de una nación estará seriamente comprometido. Tal sistema se relaciona, de manera evidente, con el nivel de conocimientos y preparación de la población; lo que constituirá una especie de masa crítica necesaria para impulsar el desarrollo y el progreso. Abundantes estudios han establecido una correlación positiva del aumento de la escolaridad y el nivel educativo con diversos indicadores del desarrollo económico; por ejemplo, el Producto Interno Bruto y el ingreso per cápita. Por lo cual se considera altamente deseable impulsar la educación para elevar el nivel cultural y económico de un país.
La capacidad de la educación para servir de motor impulsor al progreso y desarrollo de las naciones no era tan evidente antes de la Primera Revolución Industrial (1760-1840), hace más de unos 200 años atrás. A partir de esa etapa histórica, se fue haciendo cada vez más patente la necesidad de capacitar a las personas para actividades que demandaban conocimientos específicos que no tenía el común de la gente. Esto implicaba, por supuesto, enseñar los conceptos y habilidades necesarias; es decir, educar. Así que, de manera sostenida, se fue involucrando cada vez más la institucionalidad formal de educación, desde las escuelas hasta las universidades, en el crecimiento del nivel cultural y económico de las naciones.
En el siglo XIX aún estaba generalizada la idea de considerar a la educación como un gasto necesario. A consecuencia de los importantes cambios tecnológicos y económicos, así como también sociales, producidos por la Revolución Industrial, se fue haciendo más evidente la necesidad de más mano de obra calificada y mayores capacidades en el nivel gerencial, para aprovechar mejor los avances tecnológicos logrados gracias a la aplicación de los conocimientos científicos. La idea de que el nivel de educación podía explicar en gran parte el crecimiento económico fue ganando terreno. Así llegó a plantearse que la educación no debía considerarse como un gasto sino como una inversión productiva. En el siglo XX se incrementaron los estudios sobre las relaciones del conocimiento y las capacidades con las actividades productivas.
A mediados de siglo destacan, entre otros, los trabajos de investigación y publicaciones de Schultz (1961), Denison (1962) y Bowman (1966). Se llegó así a concretar la teoría económica del “Capital Humano”, al irse consolidando los principios que constituyen la tesis central de esta teoría. El capital humano, se puede definir como un factor de progreso formado por la combinación de las capacidades productivas derivadas del nivel y calidad de la educación y el grado de formación de las personas involucradas en los procesos productivos. La necesidad de invertir en el desarrollo del capital humano para impulsar la prosperidad de las naciones quedó así firmemente asentada.
Por desgracia para Venezuela, el capital humano, como factor de crecimiento y desarrollo ha sufrido un profundo deterioro en los últimos 20 años; por causa de desacertadas políticas socioeconómicas de Estado, que han causado efectos desastrosos y llevado al país a la ruina. El daño a la educación, en cuanto a cantidad y calidad, ha sido brutal. La construcción de nuevas instalaciones está prácticamente paralizada; así como el mantenimiento de infraestructuras. Los servicios de apoyo, como bibliotecas, laboratorios y comedores escolares, están en ruinosas condiciones. La inversión en el campo de la educación es cada vez más deficitaria. Para colmo, el uso del sistema educativo como instrumento al servicio de la ideología del régimen de gobierno ha sido intolerable y ha contribuido aun más a su deterioro. La crisis económica ha producido un movimiento de migración masiva, que se estima ya pasó de 3,5 millones de personas; de éstas una gran proporción corresponde a niños y jóvenes, que están en la etapa en que se necesita el mayor énfasis en la formación y capacitación. De acuerdo a encuestas de investigación realizadas, más de un millón de niños ha dejado de asistir a la escuela. También ha emigrado un gran número de educadores; otros han renunciado o cambiado de actividad; se estima que han disminuido en aproximadamente un tercio en la última década. Por otra parte, la formación de nuevos educadores es escasa, está en sus más bajos niveles. Todo esto ha producido un importante desfase entre lo que el sistema educativo puede ofrecer y las necesidades reales del país.
Sin embargo, no todo es negativo. Venezuela tiene capacidad para salir de la presente crisis en un tiempo prudencial, debido a sus recursos y riquezas naturales, su clase profesional, las reservas morales y la esperanza generalizada de poder lograr la recuperación del país; lo que permite visualizar el futuro con considerable optimismo. Para ello es absolutamente necesario un cambio de gobierno para recuperar el andamiaje institucional del Estado y establecer el necesario cambio de paradigmas, objetivos, metas y procedimientos.
Referencias:
Bowman, M. J. 1966. The human investment revolution in economic thought. American Sociological Association. Sociology of Education. Vol. 39, No. 2, pp. 111-137.
Denison, E. F. 1962. The sources of economic growth in the United States and the alternatives before us. Committee for Economic Development. Business & Economics, New York. 297 pp.
Schultz, T.W. 1961. Investment in human Capital. American Economic Review, Vol, 51, No 1. Disponible en: http://la.utexas.edu/users/hcleaver/330T/350kPEESchultzInvestmentHumanCapital.pdf
Profesor, Facultad de Agronomía, UCV
felipeedmundo@gmail.com
http://www.digaloahidigital.com/articulo/la-educaci%C3%B3n-como-instrumento-de-transformaci%C3%B3n-econ%C3%B3mica-y-socialfelipeedmundo@gmail.com
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