Este
lunes, el Consejo Universitario de la Universidad de Los Andes declaró a esta
Casa de Estudios en estado de “colapso inducido”. El documento, breve en
relación con la gravedad de lo que declara, menciona especialmente la
precariedad de los salarios universitarios, que contraviene lo que indica el
art. 91 de nuestra Constitución, así como la “asfixia presupuestaria” que está
llevando a la paralización progresiva de escuelas, centros de investigación y
laboratorios, y la ausencia de servicios asistenciales (protección médica,
comedores o transporte) para estudiantes y profesores.
En
tal sentido, exhorta a “mantener abierta y en resistencia” la Universidad, a
tratar de mantener operativas las dependencias universitarias en la medida de
lo posible, a reorganizar los horarios para facilitar el traslado de alumnos y
trabajadores, y a apoyar las gestiones de las autoridades para conseguir
recursos financieros, así como las justas protestas que adelantan los gremios.
Es
interesante el término utilizado por el documento del Consejo Universitario de
la ULA. “Colapso”, en la primera acepción que nos da el diccionario de la Real
Academia Española, significa “destrucción, ruina de una institución, sistema,
estructura, etcétera”. En ese sentido, el término proviene del verbo
latino labor, lapsus, que significa “deslizarse”, “dejarse
caer”, “desmayar”, “desfallecer”. En español, cuando algo “co-lapsa”, es porque
todos sus elementos caen, se derrumban, se desploman conjuntamente.
No
deja de llamar la atención el hecho de que el documento califica el colapso
universitario como “inducido”, es decir, que tiene una causa eficiente. En
realidad, el documento lo que hace es declarar una situación que los
universitarios venimos viviendo y de la que venimos advirtiendo desde hace
años. La asfixia financiera ha hecho que los centros de investigación, los
laboratorios y las bibliotecas se hayan reducido a niveles casi inexistentes.
Las computadoras y los equipos tecnológicos se encuentran casi todos
inoperativos, la bibliografía está desactualizada, los laboratorios sin equipos
ni reactivos. La protección social es casi inexistente. Prácticamente no hay
atención médica, transporte ni comedores.
Cuando
todos los países intentan proteger a sus estudiantes, en Venezuela parece que
fueran perseguidos. La precariedad de los sueldos, unida a la hiperinflación,
ha hecho que profesores y demás personal haya renunciado o esté dispuesto a
hacerlo en busca de mayor calidad de vida en el extranjero o aún en el país.
Incluso los estudiantes han emigrado, o simplemente no han podido seguir
estudiando ante las adversas condiciones. Hoy se estima que la deserción
estudiantil ronda el 60-70%. Los pasillos de las facultades se encuentran
solos, mientras en los Departamentos se hacen reuniones de emergencia para
reorganizar la carga docente con los pocos profesores que quedan. Ante este
paisaje, no parece exagerado el término utilizado por el Consejo Universitario.
La
Universidad de Los Andes, la única casa de estudios superiores del país, junto
con la UCV, con una historia de más de dos siglos, ha sido desde siempre una de
las principales universidades de Venezuela. Siempre ha liderizado los índices
de excelencia académica y durante años ha ocupado los primeros lugares entre
las mejores universidades de América Latina. Sus aportes al país en formación
de talento y desarrollo tecnológico y humanístico son constatables por todas
partes.
Permitir
su cierre, así como el de otras universidades nacionales cuyo estado no es
mejor que el de la ULA, significaría uno de los peores crímenes en la historia
de la educación venezolana. Su enconado desmantelamiento y subsecuente
deterioro nos recuerda el vivido años atrás por otra prestigiosa institución
venezolana, PDVSA, con las terribles consecuencias que ya conocemos. Miles de
talentosos académicos tendrían que emigrar a otros países, sumándose a los que
ya se han ido y llevándose su experiencia y conocimientos. Decenas de miles de
jóvenes estudiantes quedarían sin futuro y el país sin generación de relevo. La
pérdida de miles de años de conocimiento acumulado terminaría por sumir a
Venezuela, aún más, en la miseria y la barbarie.
17/07/2018
“Confinada”, parte de la #SerieOcupadas de Mario Gonçalves
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