El jefe de PISA lamenta que España cambie las leyes educativas pero no la práctica en clase
Hace 23 años, ante representantes de 28 países, el físico
alemán Andreas Schleicher (Hamburgo, 1964) propuso aplicar el rigor científico
a la política educativa en las polémicas pruebas PISA que, en la actualidad,
condicionan la actuación de los Gobiernos de la OCDE. Ayer Schleicher comió con
la ministra Isabel Celaá, dispuesta a cambiar la ley de educación, y presentó
su último libro Primera clase (Fundación Santillana), sobre las
aulas del siglo XXI.
Respuesta. Es
curioso, porque PISA criticaría a España por centrarse en la reproducción del
conocimiento. Los españoles son los mejores
en recordar hechos, cifras… pero
flojean en el pensamiento creativo, en resolver problemas o en aplicar
conocimientos a situaciones nuevas.
P. ¿Apoya que se cambie la ley de
educación?
R. Si miro al pasado, España ha hecho grandes
esfuerzos por cambiar las leyes,pero
en la práctica no cambia nada. Cuantos menos políticos se impliquen en temas
educativos, mayor la oportunidad de que participen alumnos, padres y
profesores. Si se integra a la sociedad, la ley educativa durará más.
R. Si analizo PISA y elimino el
contexto social, en España no hay diferencia en la calidad entre pública,
concertada y privada. No veo una ventaja específica. La privada en España se ha convertido en una forma de segregar a los
alumnos por su contexto social, pero no parece muy efectiva a la hora de elevar
la educación, al menos de acuerdo con los resultados de PISA.
P. El consultor británico Ken Robinson afirmaba el otro
día en este diario que
en Hong Kong hay agencias que preparan a los niños de tres años para entrar en
la guardería. ¿No es excesivo?
R. Creo que puede haber una
obsesión con el conocimiento cognitivo, pero en Hong Kong hay más entornos
educativos innovadores que en España. No hay que caer en estereotipos. Por
supuesto, la guardería tiene que estar conectada con el desarrollo social y
emocional de los niños.
P. En España se accede a
Magisterio con un cinco. ¿Debería subirse la nota de corte?
R. Sí, pero una buena enseñanza no
se consigue solo elevando la nota, porque podríamos perder a gente que quiere
ser maestro. La cuestión es cómo hacemos para que la enseñanza sea atractiva
intelectualmente. En Finlandia, todos quieren porque hay mucha autonomía, se
aprende todos los días y se puede contribuir al sistema educativo. En España
los salarios están bien, pero los docentes no reciben suficiente apoyo.
P. Pero en los últimos años
laborables el sueldo es más bajo que la media europea.
R. Esto es lo que quiero decir.
Hay una falta de atractivo. En Singapur el director le
pregunta al profesor: "¿Qué quieres
hacer? ¿Ser mentor de profesores? ¿Mejorar el plan de estudios?" Además,
pueden invertir 100 horas al año en formación. En España, un profesor está
solo.
P. Sorprende cuando afirma que la
ratio de alumnos por clase no influye en el rendimiento.
R. Es un mito. Si uno no cambia
las prácticas de docencia, da igual que tengas 20 estudiantes o 30. Obviamente las
clases pequeñas son una ventaja, pero la cuestión es: si tenemos un euro de más
de presupuesto, ¿lo gastamos en menor ratio, en un mejor salario para el
profesor o en una carrera profesional? La solución es gastar dinero en que los
profesores tengan tiempo de hablar con los padres o atender individualmente.
P. En España apenas tienen tiempo.
R. Es cierto, pasan de una clase a
otra. En Shanghái, por ejemplo, los docentes imparten de 11 a 16 horas a la
semana, la mitad que los españoles, pero pasan más tiempo en otras cosas… Se
divierten. Aquí hay una estructura de trabajo muy industrial.
P. ¿Cómo es esa estructura?
R. Los profesores enseñan planes
de estudios, pero no son dueños de su práctica, no tienen tiempo de estar con
los compañeros, no pueden participar en las decisiones del centro… Es como si
trabajasen en una fábrica, en una cadena de producción. Lo que tienen que ser
es trabajadores que conozcan su trabajo, que sean dueños de su carrera.
Hablamos mucho de la educación permanente, pero los alumnos no van a estar
siempre formándose si ven que sus profesores no lo hacen.
P. En las últimas oposiciones de
profesores de secundaria en España quedaron desiertas el 9,6% de las plazas.
¿Hay que cambiar el sistema de acceso?
R. Le voy a dar el ejemplo contrario.
En Finlandia es bastante fácil aprobar el examen de acceso a Magisterio, pero
el segundo año se pasan la mayor parte del curso en los colegios y solo 1 de
cada 10 consigue quedarse. Un examen académico es un aspecto a tener en cuenta
al elegir a los docentes, pero también la voluntad de aprender, adaptarse o de
trabajar en equipo. Uno no se convierte necesariamente en un buen profesor por
pasar un examen.
R. Son una gran oportunidad de que los
alumnos se hagan responsables de su propio aprendizaje, pero nunca deberían ser
un sustituto del colegio. No habría que pedir que hagan lo que no ha dado
tiempo en el colegio y además que colaboren los padres.
P. Usted insiste mucho en la
implicación de los padres.
R. Subestimamos el papel tan
importante que juegan las familias. En los sistemas que tienen éxito están muy
implicados. Hace dos años estuve en una de las zonas más pobres de China y
pregunté a una profesora cómo hacía para que participasen en la escuela unos
padres sin formación. Ella me dijo que les llamaba dos veces a la semana. “¿Y
no es una gran carga para ti?”, le pregunté. La profesora se sorprendió y
contestó: “Nunca lo había pensado. Si no tuviese su ayuda sería imposible que
hiciese mi trabajo”. Ella los veía como un enorme recurso.
P. En España resultaría
inconcebible.
R. Normalmente, en todos los países se
llama a los padres cuando el alumno causa un problema y siempre el padre defiende
al hijo y no se soluciona nada. Falta comunicación. En Suecia, al final del
curso, los profesores se reúnen con cada uno de sus alumnos y sus padres. La
norma que hay que cumplir es que nadie puede quejarse del otro.
Andreas Schleicher, ayer en el Espacio Telefónica. ANDREA COMAS
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