América Latina en los años 60 «globales»
Aunque el evento político más recordado de la
década de 1960 es el Mayo Francés, en América Latina se produjeron un sinfín de
movimientos y procesos trascendentes para las izquierdas. La Revolución Cubana,
la teoría de la dependencia, la Teología de la Liberación, y la transición
pacífica al socialismo promovida por Salvador Allende, constituyeron también
movimientos e ideas globales que influyeron en organizaciones juveniles y
políticas del mundo entero.
En el siglo XXI, el
concepto de global sixties ha habilitado múltiples enfoques
que amplían las temporalidades y las geografías de la movilización global de la
década de 1960. Diversos analistas han señalado que lo ocurrido en 1968 en
algunos países, formó parte de un ciclo con una temporalidad mayor. Otros, en
cambio, han puesto el acento en que las geografías de esas movilizaciones no
pueden reducirse a los países centrales. Sin embargo, a la hora de realizar una
evocación histórica y la discusión pública en Europa y América se sigue
hablando de Mayo del 68 como el punto de partida.
Paradójicamente,
varios de los militantes latinoamericanos que evocan dicho acontecimiento
rápidamente se preocupan en desmarcarse del mismo. Ven al Mayo francés como un
evento entre otros que, ciertamente, no fue la principal referencia en los
movimientos que se desarrollaron en lugares como México, Uruguay, Brasil en
1968 y Argentina, Colombia, Chile, Perú en los años posteriores. Las razones
por las cuales esa fecha condensa la memoria histórica global de un proceso que
lo trasciende y no lo tuvo como centro son inciertas. Se podría argumentar que
Francia había tenido un importante papel en los procesos revolucionarios de los
siglos XVIII y XIX en el mundo atlántico. Sin embargo, parece bastante evidente
que el lugar de la experiencia francesa durante la década de 1960 no puede ser
equiparado a lo ocurrido en los siglos anteriores.
En dicha década,
América Latina asistió a una importante movilización social, política y
cultural, fundacional de varios procesos históricos que llegan hasta nuestro
presente. En dichos movimientos los estudiantes fueron un actor social
relevante. Los procesos de modernización que, entre otras cosas, desarrollaron
la educación secundaria y universitaria, potenciaron la movilización
estudiantil que ya tenía cierta tradición en la política latinoamericana. Dicha
movilización se produjo en diálogo con trabajadores rurales, con quienes los
universitarios sostenían una relación a partir de los proyectos de desarrollo
social que desarrollaban desde sus casas de estudios o, en algunos casos, desde
los movimientos católicos.
Asimismo, los estudiantes se encontraron en las
movilizaciones callejeras con trabajadores urbanos que protestaban contra la
pérdida de derechos sociales que se habían conquistado con las experiencias
populistas y de reformismo social desarrolladas en la década de 1950. Fue en
ese diálogo entre estos sectores y a partir de estas tensiones con proyectos
reformistas, populistas y de la izquierda tradicional que surgieron ideas en el
campo de la cultura y la política que se podían asociar a la nueva izquierda
global, incluso en su dimensión contracultural.
El encuentro entre
estudiantes, sectores medios y trabajadores en la movilización de los tardíos
60 imprimió a estos movimientos una profunda originalidad que no puede ser
reducible a la mera influencia de lo que estaba ocurriendo en Europa o Estados
Unidos. Por el contrario, es posible señalar que algunos procesos tuvieron un
sentido inverso a la evocación histórica contemporánea sobre el período.
Los años 1966 y
1967 están asociados a tres eventos que tuvieron como punto de partida a la
Revolución Cubana y cuyo impacto a nivel global fue importante. La realización
de la conferencia Tricontinental, con la reformulación de la idea de Tercer Mundo
asociada a la idea de la revolución de liberación nacional y el socialismo, la
conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) con su
declaración acerca de la inevitabilidad de la lucha armada en toda América
Latina, y la campaña de Ernesto Che Guevara en Bolivia serán eventos que
tendrán profundas implicancias en el continente y en el mundo. El mensaje a la
Tricontinental dejado por Guevara antes de su muerte condensa gran parte de esa
visión con profundas implicaciones globales. Este testamento político definirá
una geopolítica del conflicto mundial donde la tensión entre oeste y este, e
incluso los conflictos dentro del mundo comunista deberían quedar supeditados
al conflicto norte-sur que primaba en su interpretación. Es a este eje de
conflicto Norte-Sur (cuyo objetivo central era la derrota del imperialismo
norteamericano) con el que debían solidarizarse los revolucionarios del primer
mundo en el marco de una guerra global.
Además, la asociación de dicho
documento con la muerte heroica de Guevara ayudó a desarrollar una noción de la
militancia política de izquierda vinculada a la idea de guerra, sacrificio, y
voluntarismo que sería fuertemente influyente en diversas zonas del mundo. No
es de extrañar que, en 1968, la imagen de Guevara fuese una de las que más
circulase por las calles del mundo, concitando una adhesión casi total.
Entender el porqué de dicha adhesión nos ayudaría a reconstruir mejor el lugar
del continente americano en la imaginación política de los 60.
Medellín fue el
lugar de reunión de los obispos latinoamericanos en 1968.
Aunque los eventos
eclesiásticos no parecen estar asociados al sentido común de los sesenta, lo
ocurrido allí tuvo mucho que ver con el espíritu de esa década entre los
latinoamericanos. En el marco del proceso de renovación que el Concilio
Vaticano II generó en la iglesia católica, la conferencia de Medellín marcó una
inflexión en el pensamiento católico de la región. Esta se vinculó con la
«opción por los pobres» y con lo que, un tiempo después, el teólogo Gustavo
Gutiérrez conceptualizó como la Teología de la Liberación en 1972. Dicho
movimiento religioso se asoció al proceso de radicalización social y política
de los católicos. Este proceso ya había tenido antecedentes en el compromiso de
algunos curas con el socialismo y la lucha armada. El sacerdote y fundador de
la sociología colombiana Camilo Torres abandonó el desarrollismo y se inclinó
por la propuesta revolucionaria del Ejército de Liberación Nacional. Torres
murió en combate en 1966 y se transformó en un emblema de los activistas
católicos en la región. Es en ese contexto que la reflexión teológica se vio
influenciada por estos procesos. Incorporó aspectos de las ciencias sociales y
redefinió la tarea de la Iglesia en relación con su compromiso con los pobres y
la voluntad de transformación social. Esta teología, que para algunos fue la
primera desarrollada fuera de Europa en la historia del catolicismo, tuvo un
impacto importante en el desarrollo de un movimiento ecuménico del Tercer Mundo.
Además, propició la renovación de propuestas teológicas en lugares tan diversos
como la India, Corea del Sur y África. Asimismo, influenció fuertemente a los
movimientos europeos.
A fines de la
década de 1960, Santiago de Chile fue un centro de renovación de las ciencias
sociales latinoamericanas. Los procesos de reforma universitaria, el desarrollo
de centros regionales de investigación como la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (Cepal) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(Flacso), así como la llegada de académicos de países como Brasil y Argentina
que escapaban de las dictaduras, generaron un espacio que habilitó el
desarrollo de nuevas ideas.
La más destacada de ellas fue la de la llamada
teoría de la dependencia. Se trataba de una nueva corriente de pensamiento
económico y social que interpeló los enfoques modernizadores y desarrollistas
sugiriendo que el desarrollo y crecimiento de los países centrales estaba
indisolublemente ligado al subdesarrollo de los países periféricos. En este
sentido, resultaba necesario romper con dichos lazos de dependencia para
asegurar las condiciones del desarrollo en esta zona del mundo. Esos enfoques
abrieron nuevos caminos y lenguajes para pensar el problema del desarrollo y la
liberación en otras partes del Tercer Mundo. Además, produjeron contribuciones
importantes para aquellos interesados en estudiar la historia del capitalismo
desde una perspectiva global.
Además del impacto
político de la Revolución Cubana, también se desarrollaron otras experiencias
políticas que tuvieron proyección continental y global. A fines de la década de
1960, la idea de la guerrilla urbana como un nuevo repertorio de acción
colectiva se iría adecuando a sociedades más urbanizadas y con mayor desarrollo
de sectores medios en el Cono Sur de América Latina. Así, se comenzaba a
interpelar al foquismo rural promovido por la Revolución cubana. En Montevideo,
los Tupamaros desarrollaron una estrategia urbana que prontamente estuvo
legitimada por teóricos como Regis Debray. Dicha renovación del repertorio de
acciones fue influyente en el desarrollo de nuevas guerrillas en América del
Sur, así como de organizaciones armadas en Europa y Estados Unidos.
Pero la
radicalización política no solo ambientó proyectos políticos relacionados con
la violencia. Tal vez el proyecto más radical por su potencial transformador y
por su pluralidad conceptual se dio en Chile. Se trató de la propuesta de la
transición pacífica al socialismo promovida por Salvador Allende. La Unidad Popular
(UP) fue el resultado del encuentro entre la vieja izquierda socialista y
comunista y nuevos actores que resultaron de la radicalización de los
cristianos y otros grupos cercanos a la lucha armada que también se
incorporaron al proceso político. Su propuesta rompía los mitos de la Guerra
Fría e incorporaba lo mejor de los dos mundos: socialismo y democracia liberal.
El entonces secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, tuvo claro
esto desde el principio y por eso actuó tan duramente contra la experiencia
allendista. Kissinger temía que su influencia se expandiera no solamente en
América sino también en Europa occidental, sobre todo en países como Italia y
Francia, donde dicha experiencia comenzó a ser estudiada como un ejemplo a
emular.
La Revolución
Cubana, el Che Guevara, la Teología de la Liberación, la teoría de la
dependencia, la guerrilla urbana y la transición pacífica al socialismo no son
solo algunos de los aspectos más relevantes de los 60 latinoamericanos. Son
también ideas y proyectos que circularon globalmente y que influenciaron sobre
procesos políticos y sociales en otros lugares. Entender cómo dichas ideas
fueron recibidas y reinterpretadas en otras partes del mundo, sería un buen
camino para reconstruir la complejidad y los múltiples centros que tuvieron las
geografías de esa revuelta. Uno de sus aspectos más importantes fue la
inversión del orden de la Guerra Fría. Esa inversión impactó en el lugar que
los actores del Tercer Mundo tuvieron en gran parte de los debates intelectuales
políticos y artísticos globales. Recordar aquella revuelta también es volver a
poner en la geografía a aquellos que hicieron posible imaginarla. Entre ellos,
América Latina, tuvo un lugar destacado.
Por Aldo Marchesi
Junio 2018
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