Hoy les
recuerdo, a los que todavía se sienten universitarios, que este año se cumple
un siglo de la “reforma de Córdova”. Por cierto, el amasijo ideológico que se
hacer llamar de izquierda o progresista, y que es la patulequera que
malgobierna a Venezuela, ni idea tiene de tal evento. Por supuesto que no lo
debe recordar, porque dicha jornada es la antítesis del totalitarismo como
sombra que cubre amenazante a una de las instituciones más antiguas del saber.
Se trata de
que unos muchachos de la Universidad de Córdoba, en Argentina, por allá en el
lejano año de 1918, influenciados por corrientes filosóficas, políticas e
ideológicas modernizantes, irrumpieron contra el modelo reaccionario de
universidad de aquella época, porque estaba carcomido por la oscuridad del
dogmatismo eclesiástico, por la falta de democracia, por la ausencia de un
libre conocimiento en sintonía con avances científicos y tecnológicos, y por el
aislamiento y la desvinculación con la realidad social.
Por medio de
huelgas y movilizaciones, el movimiento estudiantil agitó sus consignas contra
el autoritarismo aristocrático que imperaba en el espacio universitario, hasta que lograron arrinconar a la élite y al gobierno argentino. Cabe
resaltar que presentaron todo un cuerpo de exigencias, que son doctrina y guía
de la lucha universitaria hasta estos tiempos actuales.
Me refiero al “manifiesto Liminar”, cuyas premisas
fundamentales se resumen así: autonomía universitaria; libertad de cátedra;
cogobierno universitario; misión social de la universidad; vinculación de la
universidad con el resto del sistema educativo nacional; libertad académica; y
gratuidad de la enseñanza superior.
Estos
postulados se extendieron como un oleaje democratizador y de luces por toda
Latinoamérica, y fue replicado por los estudiantes y profesores de distintas
universidades en una lucha que no ha cesado y que ha sufrido tormentos de la
mano de férreas dictaduras; pero, a pesar de esa prehistoria militarista, a
pesar de las élites económicas, a pesar del pandillerismo político, continúan
firmes las banderas de la reforma universitaria.
En estos
días los muchachos de Córdova estuvieran “arrech…” con el panorama de “casas
muertas” que impera en las universidades venezolanas, ya que la hambrada
también hace fiesta en ellas, y el estudiantado deserta porque la crisis les
plantea el dilema de comer o estudiar. Asimismo, acompañando la soledad
estudiantil, el profesorado, cuyo sueldo de indigencia les hace dar clases de
lástima, también abandona el trabajo académico y docente para salir huyendo a
otros países, a ver “que poceta lavar”.
En fin, el
derrumbe está en la UCV, en la LUZ, así mismo en ULA, UDO y demás
instituciones, que se vienen a pique por el bloqueo presupuestario y por los intentos del pandillerismo gobernante de desmontar lo
que queda de autonomía, lo que queda de cogobierno, lo que queda de academia, y
lo que queda de espíritu crítico; también se afana el oscurantismo gobiernero
de que en dichas universidades se pulverice lo que queda de saber, de
laboratorios, de teatro, de arte, de democracia, de Filosofía, de Historia, de
Medicina, de Física, de canto, de poesía, de lucha con la boina en la cabeza.
¿Y todo esto
para qué? Como dije en líneas atrás, al madurismo como que no le conviene
tratar sobre este centenario; y no le conviene porque el modelo de universidad
que intenta imponer es medieval o acuartelado; así como el modelo de país, que
nos han cargado sobre las sufridas espaldas de los venezolanos, es
africanizado, un calvario como tierra. Lamentablemente, las sombras han
entrado en la casa donde antes salían vencidas.
Vallejobelis3@gmail.com
Beltrán Vallejo
Publicado abril 16, 2018
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