Nuevas herramientas
buscan mejorar la calidad y alcance de la educación para los jóvenes de la
región
Maestros y alumnos requieren de
recursos y herramientas técnicas para hacer realidad la promesa de la
educación. BANCO MUNDIAL
¿Cómo imaginas que
serán las aulas del futuro? ¿Aprenderán tus hijos y nietos de la misma manera
en que tú lo hiciste? Puede que las herramientas que modelen las escuelas del
mañana ya hayan sido inventadas.
Sin embargo, poco
ha cambiado en términos de los desafíos del sistema educativo: según datos
de la UNESCO, 263 millones de niños y jóvenes no van a la escuela y cientos de
millones de jóvenes son analfabetos. En América Latina, uno de cada cinco
jóvenes de entre 15 y 24 años no está en el sistema educativo y el 60% de ellos
proviene de los sectores más pobres.
De acuerdo con
el Informe
de Desarrollo Mundial del Banco Mundial, con cada año
adicional de escolarización, los ingresos de una persona aumentan entre un 8% y
un 10%, especialmente en el caso de las mujeres. Pero no basta con solo ir a la
escuela, se necesita una educación de calidad que le dé a los jóvenes las
herramientas necesarias para afrontar un mercado laboral cada vez más
competitivo.
Formas innovadoras
de enseñanza y nuevas tecnologías pueden ayudar a superar estos desafíos y
mejorar el mañana. El uso de las mismas potenciaría la educación como motor de
desarrollo, para contrarrestar la desigualdad y reducir la pobreza en América
Latina y el Caribe.
Estas son cuatro
tendencias que pueden transformar las aulas de la región:
El poder del
cerebro
Puede que después
de cumplir 25 años, aprender nuevos conceptos e ideas sea más complicado.
Varios estudios demuestran que los niños y jóvenes aprenden de manera más
rápida, comparado con personas de mayor edad. Esto sirve para explicar por
qué los
niños aprenden idiomas de manera más sencilla o
incorporan nuevas tecnologías de manera más rápida.
Los nuevos
hallazgos sobre el cerebro humano tienen un lugar prominente en el futuro de la
educación. Los expertos sostienen que la manera en que el cerebro aprende y
procesa la información tiene que ser el nuevo paradigma para una reforma
educativa, especialmente para impulsar la alfabetización y el desarrollo
cognitivo de los niños.
En la mayoría de
los países, prácticas de enseñanza obsoletas limitan la capacidad de
aprendizaje al centrarse en contenidos no vinculantes y de memoria en lugar de
enfocarse en habilidades y competencias.
Clases más allá del
salón
Las nuevas
tecnologías pueden ayudar a eliminar cualquier barrera que evite el
aprendizaje. Los cursos online masivos
y abiertos, o MOOC por sus siglas en inglés, permiten asistir a las más
selectas instituciones educativas con un solo clic de distancia.
Ya sea que estés
interesado en ciudades
y desarrollo urbano o la historia
de la Segunda Guerra Mundial, estas herramientas disponibles en
múltiples idiomas pueden ayudar a personas con acceso limitado a la educación.
Una formación interactiva, virtual y práctica promueve el aprendizaje continuo
a lo largo de la vida, respetando los intereses y necesidades de cada persona.
La tecnología
también permite simplificar las dudas más comunes. El uso de inteligencia
artificial (IA) permite solucionar las dudas más comunes de los estudiantes, ya
sea sobre tareas o consultas administrativas. Utilizando herramientas similares
a los asistentes virtuales presentes en la mayoría de los teléfonos celulares,
diversos centros educativos ya están incorporando servicios de asesoramiento
automáticos que permiten una mejor detección de problemas y consultas
frecuentes para así luego mejorar los servicios de tutorías y los cursos
dictados.
Datos grabados
Si bien los
certificados, títulos y diplomas pueden decorar cualquier pared donde se
cuelguen, no necesariamente es la manera más conveniente de asegurar la
integridad y validez de los méritos académicos conseguidos.
Tecnologías de
validación de datos como la cadena de bloques, o blockchain, en inglés, crean oportunidades para la
descentralización administrativa, incrementan la transparencia y la
efectividad, a la vez que evitan la burocracia innecesaria y reducen costos.
“Los migrantes, por
ejemplo, tienen habilidades o credenciales educativas que desean reconocer en
sus nuevos países. Proteger estos datos de manera segura e indestructible es
ayudar a las personas pobres y vulnerables a participar de manera más
equitativa en la economía global”, comenta
en su blog Harry Patrinos, experto del Banco Mundial en Educación.
Un sistema
educativo de calidad
Una educación de
calidad es una de las formas más efectivas para que los países puedan reducir
la pobreza y potenciar el crecimiento económico. Desafortunadamente, datos
del Banco Mundial señalan que solo el 42% de los estudiantes
latinoamericanos de escuela primaria alcanzan los resultados esperados para su
edad en matemáticas.
Los datos son aún
más preocupantes para los grupos más vulnerables: en México, por ejemplo, el
28% de los estudiantes matriculados en los primeros años en las escuelas
indígenas obtuvo una calificación positiva en la evaluación estudiantil
nacional, a diferencia del 44% para los matriculados en las escuelas generales.
Según el BID, si bien ha
aumentado la tasa promedio de graduación de educación secundaria entre 2006 y
2015, dos de cada 10 estudiantes pobres de la región lograron completar el
ciclo, frente a 6 de cada 10 de los estudiantes de hogares con más ingresos.
Estas cuatro
tendencias requieren de atención por parte de los gobiernos, familias y
estudiantes: no es suficiente solo con aumentar el gasto, sino que se deben
hacer inversiones inteligentes, equitativas y medibles que permitan detectar
qué políticas funcionan y compararlas con otras prácticas internacionales.
Leandro Hernández es
productor online del Banco Mundial.
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