Adam Schaff (1913-2006), el sociólogo ucraniano de
nacionalidad polaca, de quien seguí cursos en el L.S.E. de Londres, publicó en
1974 un pequeño libro, sobre Historia y verdad, en donde abordaba, aun
desde la perspectiva de un marxista de la era estalinista, que sobre un mismo
hecho había al menos dos puntos de vista, dada la naturaleza propia de las
ciencias sociales. Ello es más que comprensible cuando analizamos a la
universidad, ya que como decían Dominique Aubier y Manuel Tunón de Lara de
España, es una institución que “retrocede cuando nos acercamos a ella.” Dedico
este libro, entonces, al análisis de la universidad, en este caso latinoamericana
y más específicamente a la venezolana. Es un tema que ha sido abordado por
muchos, equipados con un instrumental teórico y metodológico mejor que los míos,
pero, aun así, hay que hacerlo, si esa es la vocación, porque todo análisis
privilegia un enfoque único, útil y necesario, de modo que, en una palabra,
todos contribuimos con la construcción del conocimiento que nos haga más claro
e inteligible este tortuoso camino que inicio en este momento. Por supuesto, no
soy un extraño en el tema del estudio y análisis institucional de las universidades,
y en cuanto a mi país soy lo que los franceses llaman un “spectateur engage”,
una cualidad que permite ser parte de lo observado y compartir, al mismo tiempo,
la condición del observador, replanteando asi un viejo dilema propio de las ciencias
sociales, cuyas incertidumbres son parte de su propia lógica.
No estimo que haya sufrido en mi vida alguna epifanía
como la que comenta Allan Bloom en su libro sobre la universidad de su país:
“When I was fifteen years old I saw the University of Chicago for the first
time and somehow sensed that I had discovery my life.” Mi experiencia es otra,
pero de una u otra manera he llegado al punto en el cual mi inmodesto objetivo
es el de contribuir a la elaboración de un area especifica de pensamiento que
denominamos la teoría de la universidad, como en este libro. La teoría de la
universidad es un área de trabajo esencial para comprender esta institución,
que tiene carácter universal.
No hay país que no se precie de sus
universidades, a menudo admirando los grandes tesoros del conocimiento de las
grandes universidades, pero orgullosa de sus propios logros, porque no hay
universidad que pueda ser deleznable, en principio. En el ámbito de la tesis que
he venido desarrollando, las universidades dondequiera que existan, con o sin intención,
son un milagro pedagógico que enriquece la experiencia humana, ya que facilita
a los hombres y mujeres que habitamos el planeta el alcanzar los niveles superiores
del cultivo de la vida intelectual y académica. Mi libro es eso, teoría de la
universidad, en la misma línea de los teóricos más relevantes de esta línea de
pensamiento, desde John Henry Newman, Emile Durkheim, Max Weber y Ortega y
Gasset hasta el pensamiento de teóricos como Allan Bloom o el propio Talcott
Parsons, llegando al pensamiento latinoamericano contemporáneo, en donde la
obra de pensadores como Boaventura de Sousa Santos, Darcy Ribeiro y Ernesto
Mayz Vallenilla ponen de manifiesto una visión que, efectivamente, es un aporte
a las teorías universales elaboradas, ya en un sentido estricto, desde que el
hombre sistematizo pensamiento, yéndonos con alegría hasta el caso de los filósofos
griegos que han sido una de las fuentes esenciales del pensamiento occidental, narrada
esa historia en la monumental obra de Werner Jaeger y hallar la huella de la
universidad a lo largo de ese pensamiento occidental y sus conexiones con el
pensamiento oriental en la obra seria y profunda de Walter Ruegg.
Lo que si debe quedar claro es que a lo largo del
siglo XX y en lo que va del siglo XXI hay una continua línea de reflexión acerca
de la universidad en la región, no solo la de los pensadores que
individualmente han expresado sus criterios acerca del particular, sino de los
organismos internacionales que en algún momento taparon este sordo debate que
ha sido la cosa universitaria en la región de AL&C. Por ejemplo, suelo
citar un pequeño volumen publicado en 1965, con los textos de una reunión
efectuada en Asunción, Paraguay, en 1965, patrocinada por el Inter–American Development
Bank, con el aporte de intelectuales y académicos, tales como el chileno Juan
Gómez Milla. Philip H. Coombs, entonces director del Instituto Internacional
para la Planificación Educativa (UNESCO); Paulo e Goes, quien era el decano
para la reforma institucional de la Universidad de Brasil, situada en Rio de
Janeiro; Julio H.G. Olivera, quien habia sido rector de la UBA; Joe
Vera-Lamperein, consultor del Banco; Ramón de Zubiría, rector de la Universidad
de los Andes y Rene Maheu.
Quizás, de esta manera, pueda contribuir con quienes
se ocupan del hacer, rehacer y quehacer universidades, para que tengan más
elementos para sus reflexiones y decisiones, bajo el axioma de que no hay
practica exitosa posible, en las universidades, sin teoría institucional.15 La
universidad, es inevitable que así lo plantee, es un rollo, en el
sentido criollo de la palabra, un enredo y sobre ello pienso en la frase de Heidegger,
en El principio de la razón: “Aquí algo vuelve sobre si, algo se enrolla
sobre si y, sin embargo, no se cierra, pero al mismo tiempo se libera por medio
de su mismo enrollamiento.” En mi análisis trato de evitar el rollo pero me
apoyo en la concepción de Leibniz, según quien “Siempre debe poder explicarse
porque algo fue así y no de otro modo.” Por ello, en vez de cavilar con
nostalgia en lo que pudo ser y no fue, me dedico al que hacer dentro de la
visión de lo posible más que de lo deseable. Termino este libro en momentos de
tensión en la sociedad venezolana, en la cual dos fuerzas políticas pugnan por
el control del poder. El discurso oficial y aquel de la oposición miran los
problemas de esta sociedad según dos ópticas distintas, como distintos son los
intereses que coadyuvan a una u otra salida de las elementales, las sociedades
cambian pero no desparecen y por ello, hallo prematuro y ciertamente falso el
titular de la revista que publico un reportaje sobre Venezuela titulado
“Requiem for Venezuela” (TIME, August 22, 2016), como falso es el discurso
oficial según el cual en esta sociedad el único problema es la oposición,
dirigida por intereses imperialistas y una conspiración originada en Wall
Street y en los tentáculos del poder con sede en Washington, que quieren
“apoderarse de nuestras riquezas.”
Sobre este tema de la actual situación socio-político
solo deseo destacar que esta sociedad se está comportando, simplemente, como
una sociedad latinoamericana, ido ya para siempre el excepcionalismo que la
caracterizó, por décadas y por ello, me mantengo ajeno al escándalo y sorpresa
de lo que acontezca en esta sociedad venezolana tan normal como puede ser una
sociedad latinoamericana y en ese sentido invito al lector a que, antes de
iniciar la lectura de este libro, me acompañe a un viaje imaginario por los
países de la región y halle en cada uno de ellos los problemas que desafían la
lógica y la racionalidad de un Estado moderno, para toparnos con sociedades normales,
llena de defectos, defícits y tragedias a menudo silenciosas, que nos invitan a
la esperanza para vivir en este país en una era de prosperidad y bienestar, sino
de todo lo contrario. Por ello insisto, como en Venezuela vivimos una situación
normal, pues sabemos que esperar, ya que no hay incertidumbre acerca de su
futuro, del cual su propia certidumbre es su ya mencionada incertidumbre,
dentro de una estructura y una organización social previsible según los
indicadores estándar.
La ecuación venezolana, en estos términos es sencilla:
como un petro-state vivió la falsa prosperidad y bienestar mientras que
el petróleo fue una fuente que para muchos parecía inagotable, de ingresos
fiscales, que permitían que las elites y las masas drenaran beneficios cada
quien según su aproximación al poder político. El equilibrio y estabilidad era
entonces un logro ficticio. Desaparecido el petróleo como el Maná, la sociedad
entra en desequilibrios e inestabilidad. La pugna por el poder político se
acelera y se hace más intensa. Las universidades de esta sociedad, tema de
nuestro libro, acentuaran sus dificultades, la huida de talento al exterior
incrementará sus volúmenes y nuestro stock de conocimiento será ya cosa
del pasado, no obstante, que las universidades viven su propio altar de los
milagros y de una u otra manera seguirán estas universidades desempeñando su
papel como gestor del milagro del saber, a pesar de los esfuerzos de los
gobernantes para aumentar la pobreza y miseria académica que parece cernirse
sobre el ominoso futuro de las universidades venezolanas. Orientadas ya las
mismas no por el imperio de la razón, sino por una aproximación apoyada en
criterios mágico-religiosos que como tales suelen caer en los extremos del
fanatismo, creando de las universidades espacios de creencia, política,
religiosa, empresarial, según quienes controlen una u otra institución.
Son momentos difíciles para la república, sobre todo
porque el Estado se torna un Estado represivo de las libertades públicas, lo
cual incluye sobre todo a las universidades y al pensamiento. El Estado no es
un problema de fuerza, como de ética, me mantengo ajeno al escándalo y sorpresa
de lo que acontezca en esta sociedad venezolana tan normal como puede ser una
sociedad latinoamericana y en ese sentido invito al lector a que, antes de
iniciar la lectura de este libro, me acompañe a un viaje imaginario por los
países de la región y halle en cada uno de ellos los problemas que desafían la
lógica y la racionalidad de un Estado moderno, para toparnos con sociedades normales,
llena de defectos, déficits y tragedias a menudo silenciosas, que nos invitan a
la esperanza para vivir en este país en una era de prosperidad y bienestar, sino
de todo lo contrario. Por ello insisto, como en Venezuela vivimos una situación
normal, pues sabemos que esperar, ya que no hay incertidumbre acerca de su
futuro, del cual su propia certidumbre es su ya mencionada incertidumbre,
dentro de una estructura y una organización social previsible según los
indicadores estándar.
La ecuación venezolana, en estos términos es sencilla:
como un petro-state vivió la falsa prosperidad y bienestar mientras que
el petróleo fue una fuente que para muchos parecía inagotable, de ingresos
fiscales, que permitían que las elites y las masas drenaran beneficios cada
quien según su aproximación al poder político. El equilibrio y estabilidad era
entonces un logro ficticio. Desaparecido el petróleo como el Maná, la sociedad
entra en desequilibrios e inestabilidad. La pugna por el poder político se
acelera y se hace más intensa. Las universidades de esta sociedad, tema de
nuestro libro, acentuaran sus dificultades, la huida de talento al exterior
incrementara sus volúmenes y nuestro stock de conocimiento será ya cosa
del pasado, no obstante, que las universidades viven su propio altar de los
milagros y de una u otra manera seguirán estas universidades desempeñando su
papel como gestor del milagro del saber, a pesar de los esfuerzos de los
gobernantes para aumentar la pobreza y miseria académica que parece cernirse
sobre el ominoso futuro de las universidades venezolanas. Orientadas ya las mismas
no por el imperio de la razón, sino por una aproximación apoyada en criterios
mágico-religiosos que como tales suelen caer en los extremos del fanatismo,
creando de las universidades espacios de creencia, política, religiosa,
empresarial, según quienes controlen una u otra institución.
Mientras tanto, las universidades son un ejemplo del
principio de la correspondencia institucional que ha promovido el análisis
funcionalista, pues las universidades venezolanas son mejores o peores, académicamente
hablando, según se comporte la estructura y organización social, marcadas las
mismas por la variable equidad/ inequidad, una distribución injusta de las
oportunidades y una cierta indolencia e indiferencia por parte de nuestros
gobernantes, que parecieran haber perdido interés por la vida intelectual y
académica del país, como ha ocurrido en las décadas recientes, periodos gubernamentales
que han promovido opciones exógenas en vez de mirar hacia las posibilidades
endógenas. No puedo dejar de insistir en el hecho de como el análisis de la
universidad venezolana debe verse simultáneamente con las variables básicas que
conforman el sistema social venezolano: la Fuerza Armada, la Iglesia Católica, los
partidos políticos, la farándula, el deporte, las artes y, sobre todo, la
industria petrolera, Alfa y Omega de nuestra sociedad venezolana,
desde hace un siglo. Quizas el drama de las universidades se ha ido deshojando
en la misma forma, con los mismos atributos y defectos que la industria
petrolera y específicamente con la empresa nacional del petróleo, PDVSA.
Son momentos difíciles para la república, sobre todo
porque el Estado se torna un Estado represivo de las libertades públicas, lo
cual incluye sobre todo a las universidades y al pensamiento. El Estado no es un
problema de fuerza, como de ética, según Benno Von Wiese (1954) La cultura
de la ilustración, como de neutralidad en el caso del Estado liberal, como
plantea Susan Strange (1996) The retreat of the state. The diffusion of power in the world economy. Me limito a citar las palabras de
Wiese para contrastar las mismas con el estado que estamos promoviendo en Venezuela,
un Estado centralizador y controlador que inevitablemente arribara a la fase
del control del pensamiento y ello será mortal para las universidades:
La razón de Estado no solo consiste en la mera afirmación,
sino que se sabe al servicio de los espíritus ilustrados que constantemente
producen progresos en el orden de la cultura. La racionalización de la idea de
Estado conduce a una nueva fundamentación que no basa el Estado en la persona del
monarca sancionado por Dios, sino principalmente en la razón. Solo en cuanto
que la razón pone al Estado, encuentra este, incorporado así al orden de la
cultura, una justificación ética. En este proceso se repite el entrelazamiento
del pensamiento natural ilustrado. El Estado en la medida en que es comprendido
de un modo puramente racional. Precede, como el Derecho, a todas sus
posibilidades históricas. Se construirá conforme a la razón como el ‘mejor’,
como el ‘perfecto’ Estado transmitiéndose desde este supuesto principal a todas
las formas históricas. Se entenderá también a veces el proceso del Contrato
social históricamente, como en Locke y Pufendorf.
VOLUMEN III
Orlando Albornoz
La crisis de la universidad venezolana en el siglo XXI y qué hacer para mejorar su calidad institucional
Caracas, 2018
DESCARGAR LIBRO COMPLETO AQUÍ:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario