sábado, 22 de diciembre de 2018

Intervención del profesor David Díaz Miranda en el Consejo Municipal del Municipio Libertador con motivo de l 60 aniversario de la promulgación de la Ley de Universidades y el Día del Profesor Universitario



Ciudadanos
Ingº. Leonardo Briceño
Presidente y demás miembros del Concejo Municipal del Municipio Libertador.
Ciudadanos Condecorados en este día.
Ciudadanos Representantes de los medios de comunicación Social; Señores y Señoras.

En ésta solemne fecha coinciden dos efemérides de suma importancia para el país:

1)   La promulgación de la Ley de Universidades vigente
2)   El día del Profesor Universitario. 

La primera aprobada  por el Congreso Nacional y promulgada el 5 de diciembre de 1958, y la segunda por acuerdo de la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUV) en el año 1991.

Un breve recuento histórico
De la ley, podemos decir que es el resultado de un proceso histórico que, junto al concepto de autonomía, se han caracterizados por ser cambiantes y se han adaptado a las distintas situaciones que ha sufrido la sociedad venezolana a lo largo de su historia. Ha sido un proceso iniciado desde la época colonial, y desarrollado durante los siglos XIX, XX y en lo que va del presente (XXI). Sobre la autonomía, permítanme adelantar una curiosa observación: quienes en el pasado eran vehementes defensores de la autonomía universitaria, una vez que tomaron el poder se han convertido en enemigos abiertos, generalmente con mucho encono, que supera, y por mucho, la vehemencia con que antes la defendían.

Como se sabe universidad venezolana y latinoamericana tuvo su origen en la universidad colonial real y pontificia. Sin embargo, en 1827, ya consumada la Independencia, el Libertador Simón Bolívar como Presidente de la Gran Colombia, sentó las bases de la Universidad Republicana, con los Estatutos decretados para la Universidad Constitucional de Caracas, hoy Universidad Central de Venezuela. El decreto de Bolívar, sustentado por el eximio Dr. José María Vargas, estableció los planes de estudio par  a las diversas facultades y, algo de suma importancia, establecieron las bases de las rentas propias que debían servir de sustento económico a la institución, otorgándoles propiedades territoriales como las haciendas de Chuao, Cata, la Concepción, Ovalles y El Rincón, en la zona de Ocumare de la Costa; la hacienda de caña de azúcar Suárez, en Caraballeda; las haciendas San José y Santa Teresa, en los Valles del Tuy, productoras de café y caña de azúcar. Además de ello, también disfrutaba de rentas fijas por distintos conceptos y de varios terrenos, solares y alrededor de veinte casas en Caracas, Valencia y otras localidades (Leal, 1981: 176-180). Con tal volumen de rentas le bastaba y le sobraba para atender los gastos relativos a salarios y funcionamiento, ya que su matrícula habitual apenas superaba los tres centenares de estudiantes. Por eso, como dato curioso, la UCV  fue una institución boyante y autosuficiente en lo financiero, al punto de conceder varios empréstitos al poder Ejecutivo Nacional.

Entre otras innovaciones, el Estatuto estableció aumento de sueldos para los Profesores Universitarios, la eliminación del odioso procedimiento de seleccionar los alumnos por el color de la piel, reducción del costo de los derechos a pagar para obtener el título universitario y la sustitución del latín por el castellano como idioma de estudio.

En 1849, el General José Tadeo Monagas, promulgó una ley en la que: no podían proveerse cátedras en personas desafectas al Gobierno republicano. Según el Catedrático Alexis Márquez Rodríguez, la acción de Monagas, constituye la primera agresión contra la autonomía universitaria, debido a que dicha ley permitió la injerencia del gobierno en el régimen universitario, específicamente en cuanto al nombramiento y remoción de los catedráticos. Esta ley fue derogada en 1858 por la llamada Revolución de Marzo.

El General Juan Crisóstomo Falcón, restituyó la Ley de Monagas, se reservó todos los nombramientos de las cátedras en propiedad hasta 1866;  no canceló las deudas del Gobierno con la Universidad, y le quitó a la Universidad el edificio de San Jacinto, para convertirlo en un mercado, y la parte central del ex convento de San Francisco.

Durante el Gobierno del General Antonio Guzmán Blanco, se produjo la mayor agresión contra la autonomía universitaria. Guzmán despojó a las universidades de sus bienes propios, obligándolas a la venta de todas sus propiedades urbanas y rurales, estableciendo que en lo sucesivo los gastos universitarios se cubrirían con los fondos asignados del Presupuesto Nacional. Allí comenzó este sistema de financiamiento, que a nuestro entender mediatiza, entraba y aniquila el sistema autonómico. La Universidad quedó a merced del Ejecutivo en lo tocante a la disponibilidad de sus recursos financieros con mengua de su autonomía, no obstante de estar consagrada constitucionalmente.

Durante el Gobierno dictatorial del General Juan Vicente Gómez, el dominio sobre las universidades fue absoluto hasta bien entrado el siglo XX.
La Junta Revolucionaria de Gobierno de Venezuela, presidida por Rómulo Betancourt, asumió las notables deficiencias que habían incapacitado a las Universidades para servir su noble finalidad; por cierto, dichas deficiencias habían sido denunciadas en forma insistente, y muy especialmente, por los sectores profesorales y estudiantiles. El nuevo Rector de la UCV, Dr. Juan Oropesa, designó una Comisión encargada de elaborar un proyecto de Estatuto Universitario. Dicha Comisión la integraron los Doctores Rafael Pizani, Eduardo Calcaño, Raúl García Arocha, Francisco Montbrún, Eugenio Medina y el representante estudiantil Br. Alejandro Osorio. 

Esta fue la primera vez que se tomó en cuenta al estudiantado en funciones relacionadas con el gobierno universitario. El proyecto presentado por la Comisión contemplaba una amplia autonomía, sin embargo, la saludable doctrina no fue acogida por la Junta Revolucionaria y, al promulgarse el Decreto del Estatuto Orgánico de las Universidades Nacionales, se estableció que el gobierno universitario estaría integrado por: los designados del Ejecutivo Federal, los representantes del profesorado, los representantes de los estudiantes y por los representantes de los egresados universitarios, pero no se especifica cómo se hace tal representación. Además,  el Rector, el Vice-rector y el Secretario son de libre designación y remoción del ejecutivo Federal; tampoco se aceptó la recomendación de asignar un 2% del Presupuesto Nacional. Allí nació el Consejo Nacional de   Universidades, indicando que su función era mantener la unidad pedagógica, cultural y científica de las Universidades Nacionales.

En 1951, Germán Suarez Flamerich, ferviente servil del dictador Pérez Jiménez, lo dejó sin efecto El Estatuto Universitario y creó el Consejo de Reforma, aplicado a la Universidad Central de Venezuela, como respuesta a la serie de protestas por parte de la comunidad universitaria, destituyó a las autoridades de la UCV, presidida por su Rector, Dr. Julio de Armas; para sustituirlo, se llevó de Mérida al Dr. Eloy Dávila Celis, quién fue Rector de la ULA. Este nombramiento fue rechazado por el estudiantado y la UCV se hizo ingobernable, lo cual determinó la intervención del Gobierno Nacional y se ordenó su reestructuración total. Se clausuró la UCV por tiempo indefinido, se destituyó a 140 Profesores y se expulsó a 137 estudiantes,   muchos fueron encarcelados y otros enviados al exilio. Más de un año duró el cierre de la UCV. Durante el período de la dictadura militar del General Marcos Pérez Jiménez se realizó toda una persecución contra todos los miembros de la Universidad Central de Venezuela no afectos al gobierno.

El cinco de diciembre de 1958 el Presidente de la Junta de Gobierno y Profesor universitario de la UCV, Edgar Sanabria, decretó la Ley de Universidades, reconociendo la autonomía universitaria en Venezuela, en su más amplio sentido. Esta concepción global e integral de la universidad en todos sus componentes fue producto de la amplia visión universitaria que de manera extraordinaria tuvieron quienes trabajaron en esa Comisión y redacción de la Ley de Universidades, así como de haber compartido los ideales y aspectos fundamentales de la concepción universitaria latinoamericana cuya génesis está en el Movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918.

Esta Ley, que hoy cumple 60 años, y que ha permitido a las universidades trabajar en libertad, abierta a todo el pensamiento universal y con autonomía plena, así como el derecho de administrar sus propios recursos, es la indiscutible herencia del modelo de universidad surgido en Córdoba hace 100 años. De tal manera que el legado de Córdoba expresado, sin lugar a dudas en nuestra Ley, llegó al país con 40 años de retraso, dadas las circunstancias ya descritas. Por razones de tiempo, no voy a extenderme en detalles de la implementación del modelo de Córdoba en Venezuela. Afortunadamente, el 18 de junio pasado en el Simposio que pudimos celebrar con motivos de los 100 años de Córdoba fue propicia la ocasión para las discusiones sobre esta materia. De allí surgió un documento que presentaremos a todos mañana jueves 6 de diciembre, y desde esta tribuna me permito el honor de invitarlos cordialmente. (Conversatorio en la SPJ)

Al parecer, ningún gobierno, cualquiera que sea su orientación ideológica, tolera que una institución como la universitaria, a la que además financia, sea crítica frente a las políticas oficiales. Es precisamente esa actitud, de ver a las universidades, como enemiga y no como aliada, lo que conlleva a que la autonomía sea mal vista, tanto por los gobiernos de derecha como por los de izquierda, y muy especialmente, como es de esperar, por las dictaduras, sean del signo ideológico que sea. Ese comportamiento, encierra un miedo a la democracia, miedo a la libertad, pero más que todo, el miedo a pensar. Por ejemplo, el Fascismo es profundamente anti intelectual. A Hermann Göering (Ministro alemán de Hitler), se le atribuye la frase: “cuando oigo hablar de cultura, saco el revólver.

¿A dónde hemos llegado?

Hemos descrito cómo en Venezuela los regímenes militares coparon el escenario político, desde su nacimiento como República. Rafael Arráiz Lucca señala que: “…Toda una generación de próceres de la independencia, pasando por encima de las instituciones republicanas, buscaron el poder para sí, como si se tratara de una deuda que la nación había contraído con ellos”.

Sin embargo, ninguno con las características del presente, como lo expresa el Dr. Ángel Carrera Damas: “Hay que decirlo, hasta el cansancio, lo que tenemos en Venezuela es un apoderamiento del Estado y el asalto de la administración pública, a través de la vía democrática, por un grupo de militares tradicionalistas, que tienen a su servicio a los sobrevivientes del socialismo autocrático. Estamos bajo el primer régimen genuinamente militar de la historia de Venezuela.”. Sus héroes, todos son militares; sus efemérides,  todas violentas y sangrientas. No se resalta el avance que significó el liberalismo y la democracia en Venezuela.

Mientras esta desgracia nos agobia, producto de unos pocos que ha han saqueado al país y siguen en su demencial empeño de imponer un modelo totalmente fracasado, el mundo está avanzando con del dominio de una tecnología  que ha cambiado el mundo en los últimos años, más que todos los cambios  del milenio pasado y que va a cambiar la dinámica política  de las sociedades humanas a extremos  que la imaginación no alcanza a imaginar.

El régimen, bien asesorado por cubanos, sabe que mientras subsista la estructura republicana tienen que consultar al pueblo, y eso los pone en el trance de querer anular la soberanía popular por vías autocráticas, como lo hizo con la mal llamada “Asamblea Nacional Constituyente”, donde se violaron preceptos constitucionales fundamentales, y se creó una base comicial fuera de todo contexto legal. De igual modo, se ha recurrido a invalidar a los partidos de oposición, inhabilitar a sus líderes, y en varias oportunidades utilizan el manido intento de magnicidio, destinado a provocar una reacción que justifique un decreto de emergencia. Afortunadamente, la gente se ha burlado de tales triquiñuelas y la comunidad internacional está consciente de su falsedad.

Ciertamente han montado varios dispositivos para que la república se vacíe de contenido y el poder siga en manos de la cúpula militar. Por su parte, nuestros jóvenes estudiantes han demostrado su valentía, enfrentado a la dictadura en las calles, con dolorosos saldos de presos, exiliados, heridos y muertos. El país entero se está desangrando por la inmensa cantidad de ciudadanos que diariamente abandonan el suelo patrio, en su gran mayoría jóvenes que no ven posibilidades de una vida digna en Venezuela.

En el caso de las universidades venezolanas, éstas han cumplido funciones sumamente valiosas para el progreso nacional y de los venezolanos; sin embargo, últimamente los postulados cordobeses sobre una universidad autónoma, democrática, inclusiva y vinculada política  y académicamente con la sociedad, que traspase sus muros hacia la nación y el mundo globalizado,  han tenido un proceso de deterioro paulatino, porque el gobierno nacional las ha sometido a continuas agresiones para inhabilitarlas con el acoso político,  el presupuesto crónicamente insuficiente y los salarios indignos; entre tanto, las autoridades universitarias, con su pasividad, salvo lo declarativo, la han sometido a un aislamiento tanto de la sociedad como de la propia comunidad universitaria, que se sienten inermes, desprotegidas y en orfandad.

Desafortunadamente, en momentos críticos no ha habido una acción contundente por parte del máximo organismo de cogobierno universitario, como si el problema, que nos agobia, careciera de dimensiones institucionales. Se pretende que solo los gremios deben atender la defensa de la Universidad.

Para los miembros de la comunidad universitaria que están viviendo el acoso constante del gobierno y la mengua constante de las condiciones de trabajo en la institución, la retórica y algunos acuerdos del gobierno universitario, de poco vale. Esa retórica inerte no nos hace mejores universitarios, ni más  sabios, ni mejores ciudadanos, ni responde a una actitud de lucha frente a un gobierno opresor. Sería interesante que la recomendación hecha por los ilustres ex-Rectores de la ULA, sea tomada en consideración  por el Consejo Universitario, y se coloque al frente de esta lucha.

Una autoridad, una institución, no solo debe ser legal, también debe ser legítima. La legalidad y la legitimidad guardan un orden semejante al que guarda el Derecho con la Justicia. El ejercicio de la ley ignorando la legalidad desvirtúa el Derecho. Es decir, la hace perder su virtud de Derecho y queda invalidada éticamente. Cuando se tiene una Consejo Universitario como el nuestro, que aprueba todo lo que impone el gobierno militar actual, con muy pocas voces de rechazo, el resultado es absolutamente ilegítimo.

No nos puede consolar decir que no hay cambio de autoridades universitarias porque así lo decidió el TSJ, Pasar dos períodos y medio sin que se ejerza la autonomía, mediante el libre ejercicio democrático que resulta de las elecciones, es contrario  a la doctrina universitaria. No se puede analizar la problemática ni plantear las soluciones basados en el dilema de si primero debe cambiar el gobierno para luego hacerlo la Universidad. Este dilema se presentó para los dirigentes de la Reforma Universitaria de Córdoba, y la experiencia demostró la conveniencia de actuar sobre los dos escenarios, de manera simultánea y sistemática, aun con grandes sacrificios.

¿Qué hacer?

Los hechos de hoy plantean, ante la conciencia moral de los venezolanos, la obligación de hacer algo por lo que nos está ocurriendo como país y universidad, la  necesidad de cambiar lo que hay que cambiar.

Para el hombre que tenga conciencia democrática, la presencia de un gobierno autocrático le presenta pocas opciones:

1) Si se somete y se amolda, podrá vivir, pero debe estar consciente que está frente a una esclavitud tranquila.

 2) Si no se somete: puede resultar que dé la vida por la democracia, porque lo pueden matar, lo pueden llevar a prisión, al exilio, pero está consagrado a una lucha de toda la vida. No importa cuánto dure la lucha, lo que importa es estar en ella, si la abandona deja de vivir. Sobrevive, por supuesto, pero deja de vivir.

Cuando una persona que ha sido formada en la democracia y en la libertad es privada de esas cosas, ya no vive sino que sobrevive, y sobrevivir no llena una vida. No es un juego de conceptos ni de sentimientos, es mucho más. En mi caso, queridos amigos, no quiero terminar mi vida en un régimen como el cubano.

Para los venezolanos que hoy y ahora tenemos alguna responsabilidad, debemos tener hoy y ahora, el valor y la decisión que se necesitan para enfrentar la orgía de insensatez demencial que nos empuja hacia atrás. Que nos  ha conducido a vivir esta tragedia.

Ejercer como educador es cada vez más cuesta arriba, por la pésima remuneración que se recibe, sin embargo, los profesores nunca han bajado sus brazos y continúan en la búsqueda de un mejor país.  La constatación del bajo nivel de los sueldos de los universitarios ha tenido una reacción lógica: la Universidad se está quedando sin personal, y los que permanecen deben asumir la carga docente de los que se han ido. Ya es común que se declaren desiertos los concursos para el ingreso de nuevo personal. Hay que desmitificar el concepto de salario como unido a acciones netamente gremiales. En una Universidad, el salario pasa a ser parte de lo académico, ya que tener a los mejores docentes, científicos y personal calificado, requiere de una gran inversión. De hecho, las mejores universidades del mundo son las que mejores sueldos pagan a su personal.
Ante las actuales circunstancias que vive la Universidad, los profesores, acompañados por la mayoría de los estudiantes y el apoyo decisivo de otros gremios universitarios, se han planteado una lucha, contra viento y marea.
Hoy no celebramos, estamos conmemorando un día de importancia para quienes hemos escogido como medio de vida la docencia, la investigación y la extensión universitaria. Nuestro gremio ha decidido: “realizar una evaluación, junto con los profesores de las distintas áreas, sobre el funcionamiento responsable del proceso académico (disponibilidad de recursos humanos; dotación, condiciones físicas, acceso al área de trabajo, entre otros) y determinar si existen condiciones adecuadas para tal fin”. En cierto modo, se trata de una auditoría, a la cual se ha negado a realizar la Universidad como un todo.
Quizás vale la pena hacernos unas pocas preguntas:

 ¿Dónde están los compañeros estudiantes que se graduaron el semestre pasado?

 ¿Dónde están los profesores que ganaron el premio de la Fundación Polar en los últimos cinco años?

 ¿Cuántos miembros de la comunidad universitaria se han ido?

La respuesta a cada una de ellas es triste y bochornosa. De allí que: ciertamente, para el hombre que tenga conciencia democrática, la presencia de un gobierno autocrático le presenta pocas opciones. Bueno, digámosle al mundo que escogimos la segunda opción, que no nos someteremos, que se nos puede ir la vida por la democracia, que nos pueden llevar a prisión, que ésta lucha es para los años que nos restan  de  vida. No nos importa cuánto dure la lucha, lo que importa es estar en ella, si la abandonamos dejamos de vivir. Y esa no es opción para nosotros.

No hay otra opción, por eso les invito junto a mis colegas y compañeros universitarios a no abandonar la lucha, hoy vendrán diez, mañana quizás veinte, pero llegará el día que inundaremos las calles de Mérida, llegará el día que nuestros hermanos presos salgan en libertad, llegará el día que nuestros hijos, familiares y amigos retornen al país, para juntos empezar de nuevo a reconstruirlo; y esta vez, estaremos muy pendientes de no caer en las manos de un militar demagogo y destructor, y que podamos llevar a la justicia a los que arruinaron a nuestra patria, y finalmente les digo: estoy convencido que en nuestra Universidad también tenemos enemigos internos y no dejaremos que maten por inercia a nuestra Casa de Estudios, por no ponerse del lado de esta gloriosa y digna lucha. Ya han perdido nuestro respeto al querer presentar una normalidad fingida, en beneficio de sus propios intereses.

Las verdades que hoy nos abochornan y que nos han traído a donde estamos, no tienen solución si no logramos una unidad superior entre quienes enfrentamos al régimen que hoy manda en Venezuela.

Vamos juntos pues, unidad, unidad y más unidad, Dios premia la constancia.

Muchas gracias por su atención

Mérida, 5 de diciembre de 2018
Dr. David Díaz Miranda

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